¡Alguien está tocando la puerta!
Hay una persona que llama a la puerta de nuestra vida y las actitudes que se tomen hacia él pueden ser las mismas que tomamos con las demás personas
¿Cuántas veces nos hemos encontrado tranquilamente en casa viendo la televisión, en la computadora, incluso comiendo (que siempre es muy molesto) o a veces simplemente tranquilos y alguien toca el timbre o golpea a nuestra puerta? La primera pregunta, como de costumbre, suele ser: “¿Quién es?” y la otra persona responde su nombre y a lo que viene.
Hay quienes abren la puerta y sólo ven a la persona, otros simplemente, si es un vendedor, dicen “no, gracias”; otros miran por el orificio que tienen algunas puertas sin decir palabra alguna; otros siempre están interesados en lo que vende la gente; otros se paralizan y no hacen ningún ruido para que piensen que no hay nadie; en fin, son muchas las razones por las que se abre o simplemente no se abre la puerta, dejándo pasar de largo al vendedor o la persona que venía.
Hay otras personas que tocan otro tipo de puertas: las puertas de nuestra mente, a éstos les llamamos profesores. Cada uno toca un área concreta. Otros tocan a nuestro corazón: son nuestros familiares, amigos o alguna novia/o. Pero hay una persona que llama a la puerta de nuestra vida: Jesucristo, y las actitudes que se tomen hacia él pueden ser las mismas que tomamos con las demás personas que tocan la puerta de nuestra vida.
A Jesús se le puede abrir y dejar pasar o se le puede espiar por el hueco de la puerta o, más bien, se puede quedar uno paralizado para que pase de largo. En fin, el Señor dice:
“Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa (Apocalipsis 3,20)”
Jesús quiere entrar y te quiere hacer una pregunta: “¿Me sigues?”, y es una pregunta de debe estar siempre presente. No pensemos que sólo a ser sacerdote o religioso, sino que también puede tocar nuestra puerta para invitarnos al Matrimonio o la vida de soltero. Sea cual sea el llamado es una aventura muy grande. La invitación es dejar entrar a Jesús en nuestra casa para que viva con nosotros y estar dispuestos a darle una respuesta. Y tú, ¿lo dejarás pasar de largo?