El Evangelio de la Vida

Myriam Ponce
Lanzar las Redes
Published in
3 min readDec 20, 2018

En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como gozosa noticia: “Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2, 10–11).

Bajo el brillo de aquella estrella de Oriente, entre un sinfín de carencias, la Palabra de Dios se hizo carne, … y habitó entre nosotros (Jn 1, 14), dando inicio a la mayor prueba de amor que ha visto la humanidad.

Dios, siendo Señor del Universo, vino a la Tierra en propia voluntad y razón, en cuerpo y alma. Todo, para mostrarnos Su amor infinito dentro de un inmenso misterio.

Jesús es el significado mismo y último de todo nacimiento humano, la culminación de la creación humana en perfección e imagen misma del Dios vivo: Ecce Homo.

Tristemente, en medio de la celebración, muchas veces olvidamos el verdadero significado y propósito de la Navidad. Claro, siendo cristianos, celebramos el nacimiento de Jesucristo, pero el trasfondo es mucho mayor.

En Jesús, se integra el Evangelio de la Vida que trasciende en toda enseñanza Cristiana y que es acogido con amor por la misma Iglesia Católica, anunciándolo como la buena nueva, a los hombres de toda época y lugar.

De la Navidad, lo más importante no es su aspecto exterior, reflejado en las diferentes tradiciones y costumbres, sino su significado interior, que verdaderamente resulta ser un gran tesoro.

Jesús ha venido a dar vida en abundancia, una vida nueva y eterna, que consiste en la comunión con el Padre y a la que todos hemos sido invitados gratuitamente.

Todo hombre está llamado a una plenitud que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, porque manifiesta un plan divino en el que Dios mismo nos invita a volver a casa.

Es así que, desde antes de nacer, hemos sido llamados a la Santidad, plenitud y propósito de nuestra existencia; y cada Navidad es un recuerdo de la prueba que Dios mismo ofreció para demostrarnos que es posible volver a Él, por medio de Su Hijo, ejemplo máximo de Santidad.

La fecha es una oportunidad para pedir que el Señor venga a renovar nuestro interior:

“Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu.” (Sal 51, 12)

Esta búsqueda de la Santidad irá creciendo en nosotros con pequeños gestos, tomados de Su Mano y aprovechando los dones que ha entregado a la Iglesia: los sacramentos, la vida comunitaria, el testimonio de los santos y La Palabra.

Recuerda que el Señor vuelve a nacer gustosamente en el espíritu de quienes así lo desean. En esta época, tómate un respiro y reflexiona sobre esta preciada invitación y recuerda que, para un cristiano, no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad. Esta misión de vida tiene un sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde Él (Gaudete et Exsultate). Celebra la Navidad, en su misterio y propósito, regocíjate en el amor que Dios nos ha mostrado y compártelo, ¡felices fiestas!

--

--

Myriam Ponce
Lanzar las Redes

Católica, mexicana. Ingeniera en Biotecnología. Máster en Teología Pastoral. Defensora de la vida y la familia. | Autora en Catolicodefiendetufe.org.