El silencio de Dios

A veces Dios calla incluso cuando más lo necesitamos.

Lanzar las Redes
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2 min readNov 3, 2018

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Por Ignacio Larrañaga, OfmCap

Lo que más desconcierta a los caminantes de la fe es el silencio de Dios. Dios es Aquél que siempre calla. De Lubac se hace estas preguntas: ¿por qué el alma, cuando ha encontrado a Dios, conserva o vuelve a encontrar el sentimiento de no haberlo encontrado?; ¿por qué ese peso de ausencia hasta en la más íntima presencia?; ¿por qué esa invencible oscuridad de Aquél que es todo luz?; ¿por qué esa distancia infranqueable de Aquél que todo lo penetra?; ¿por qué esa traición de todas las cosas que, una vez, nos han dejado ver a Dios, enseguida nos lo ocultan de nuevo?

Eres seducido por la tentación, y sucumbes. Dios calla, ni una palabra de reprobación. Superas la tentación. Dios calla, ni una palabra de aprobación. Pasas la noche en la capilla. Tú hablaste, él calló. Al amanecer, al salir cansado de la capilla, no escucharás la voz de un amigo que te diga: gracias por la visita. Sales al jardín, hablan las flores, hablan los pájaros, hablan las estrellas, todos hablan por Dios, pero Dios mismo calla.

De pronto, el universo parece gobernado por el absurdo y se puebla de preguntas. Muere esa joven madre y deja cinco huérfanos. ¿Cómo es posible? Esa criatura de tres años padece meningitis y queda minusválida para toda la vida. Una familia entera muere en un accidente, cuando regresaba a su hogar desde la playa. La calumnia dejó a aquél en la calle sin prestigio ni empleo. ¿Qué hace Dios? ¿Por qué calla? Es un silencio obstinado que te va minando lentamente. Llega la confusión. Surgen, no sabes de dónde, voces que te preguntan todo el día: ¿dónde está tu Dios?

No se trata de una ironía ni de un argumento formal. Te envuelven el silencio y el desconcierto. Eres dominado por una vaga impresión, por un sentimiento de inseguridad, por la perplejidad. ¿Y si todo fuera un producto de la mente…? ¿Y si fuera la realidad más sólida del firmamento…? Y te quedas navegando sobre aguas movedizas, con lo que se cumple el salmo 29: escondiste tu rostro, y quedé desconcertado. Es el silencio de Dios.

Éstas son las pruebas en el camino de la fe. A la vida de la fe siempre la acompaña una vaga sensación de riesgo o inseguridad, y ahí reside precisamente la grandeza de la fe.

Extraído del libro “Dios adentro” de Ignacio Larrañaga. Editorial San Pablo. ISBN 958–607–374–2.

Una canción que expresa muy bien este tema

Análisis de esta canción por el P. Daniel Pajuelo.

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“Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres” -Papa Francisco