La Confesión, disposiciones y características

P. Sebastián Rodríguez, LC

Lanzar las Redes
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3 min readFeb 10, 2017

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“Padre, ¿me puede confesar?”. Me han preguntado esto en la calle, en el aeropuerto y en eventos espirituales. He tenido que dar negativas, pues sólo soy seminarista. Sabemos que la única forma para que Dios perdone nuestros pecados es a través de un sacerdote.

Hace dos ediciones atrás vimos la Confesión como medicina del alma y profundizamos en el tema del pecado. El mes pasado vimos que este sacramento viene de Dios, es decir, no es inventado por el hombre. Vimos también cómo Dios da a sus sacerdotes la facultad de perdonar los pecados. En esta edición buscaremos entrar más a fondo en el sacramento de la Reconciliación, viendo las actitudes que debemos tener para acercarnos a ella, qué características debería tener y lo que no es la Confesión.

Para ver cómo debemos acercarnos a este sacramento nos basaremos en las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Necesitamos fe para creer realmente que el sacerdote ejercita su ministerio en nombre de Cristo y por ende, es Dios mismo el que nos escucha, nos aconseja y nos perdona. Esperanza para confiar en la misericordia de Dios sabiendo que a pesar de nuestras faltas, si estamos arrepentidos, siempre nos perdona. Necesitamos caridad porque cuando ofendemos mortalmente a Cristo nos separamos de él, pero por el amor, recibimos las motivaciones para confesarnos y recuperar nuestra amistad.

No olvidemos que la Confesión puede ser breve y profunda a la vez. Debe ser clara, siendo mejor llamar pecado al pecado que dar mil vueltas dejando intuir que hemos ofendido a Cristo en alguna materia. También se nos pide que sea ordenada y completa, es decir, si caemos en un pecado grave debe ser lo primero que confesemos, dejando claro el qué y cuántas veces se ha cometido. Esto último se nos facilita con dos actitudes muy importantes para el sacramento: la humildad y el arrepentimiento. Además se nos recomienda que sea frecuente. Hace poco el Papa Francisco nos ha dicho que se confiesa cada 15 días. ¿El Papa? Sí, él mismo. Porque el que ama realmente a Cristo busca estar lo más cercano a él y qué mejor forma que pidiéndole perdón por lo que le hacemos.

Para entender mejor este sacramento veremos lo que no es la Confesión, cosa que a la vez nos ayudará a cumplir mejor con las características anteriormente mencionadas. No es el lugar para hablar lo excelente que somos o lo bueno que hemos hecho. No es dirección espiritual, cosa que no quita que podamos preguntar o pedir consejos al sacerdote para recibir luz y motivaciones para nuestra vida. Tampoco es un momento para justificarnos: lo hecho, hecho está. Justificarse iría contra esa actitud humilde que dijimos; un caso diferente sería cuando no estamos seguros de que lo que hemos hecho haya sido pecado, entonces damos más detalles al sacerdote para que entre en contexto y nos ayude a discernir de mejor manera. Por último, la Confesión es personal, esto es, pedimos perdón por nuestros pecados, mis pecados y no el de los demás. En definitiva, no olvidar el objetivo: pedir perdón a Dios por nuestros propios pecados, para luego recibir el perdón de Dios.

Esperemos que todo esto nos ayude a valorar más y hacer un mejor uso de este sacramento. Acercarnos a la Confesión con fe, esperanza y caridad. Que nuestra confesión sea clara (lo que lleva a la brevedad), ordenada, completa y frecuente y que jamás se nos olvide la humildad y el arrepentimiento sincero antes de ir a reconciliarnos con Dios.

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“Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres” -Papa Francisco