La Política del Encuentro y sus limitaciones

Tamara Velasquez
La Partida
Published in
5 min readJul 23, 2018

Wikipolítica ha sido una parte central de mi vida por tres años. Sus valores han moldeado mi manera de entender al mundo de una manera profunda. Una de las ideas que más me apasionó de la Wiki desde el principio fue el concepto de la política del encuentro. De que dialogando, debatiendo, y escuchando se podía llegar a consensos. Que el tratar de entendernos las unas a las otras a pesar de nuestras diferencias ideológicas llevaba a la creación colectiva.

Y de alguna manera, la Wiki en esos primeros años era un espacio mágico en el que eso ocurría. Progres, marxistas, anarquistas, piratas, libertarios, cypher-punks, socialdemócratas, centristas curiosos, y quienes aún trataban de encontrarse a sí mismas, convivíamos, cotorreábamos, dialogábamos, y debatíamos. Ya sea en un parque, una rodada en bici, un bar, o un grupo de Telegram. Sin embargo, hace un año pasó algo que me hizo poner en duda este principio que previamente había considerado sacrosanto.

Era agosto, y me encontraba en Berlín tomando un diplomado. Un día como cualquier otro, ingresamos a un salón de clases. La cátedra se movió hacia discusión, y comenzamos a exponer nuestras ideas políticas. Como es de costumbre para una Wiki veterana, hablé sobre la creación colectiva y la política del encuentro. El estudiante de al lado, un norteamericano, se veía molesto. Rápidamente me respondió con enojo: “¿Cómo te atreves a hablar sobre algo así cuando hay Nazis marchando en las calles de mi país en este momento?” Me quedé pasmada. Confundida. No entendía lo que me estaba diciendo. Llevaba días sin checar internet o redes sociales.

Curiosa, agarré mi celular y abrí Twitter. Chequé cuáles eran las Trending Topics en Estados Unidos. Una palabra dominaba: Charlottesville. Al parecer, cientos de grupos de extrema derecha habían tomado la ciudad unos días antes. Estaba en shock. No podía procesar lo que estaba viendo. Hombres uniformados haciendo saludos nazis, exigiendo genocidio hacia grupos minoritarios, cargando antorchas. Hubieron inclusive muertos. Después de la clase, nos juntamos en una pequeña sala del instituto donde tuvo lugar el diplomado. Tres participantes facilitaron un grupo de discusión para procesar lo que estaba ocurriendo. Muchas personan hablaron sobre sentir miedo. Otras compartieron historias de haber sido atacadas por pandillas fascistas desde el ascenso de Trump. Otras sobre el surgimiento de la extrema derecha en Europa. Decidimos después de eso que teníamos que hacer *algo*. Que la catarsis era necesaria. Escuchamos que habría una protesta y decidimos ir.

Al día de la protesta, nos fuimos caminando. Las paredes se encontraban llenas de pósters electorales. Entre ellos, decenas con el logo de Alternativas Para Alemania (AfD), partido racista y xenófobo con asociaciones fascistas. Llegamos. El sol descendía sobre la Puerta de Brandenburgo. A mis espaldas estaban un grupo de anarquistas italianos tocando tambores. A mis lados, mis compañeros de diplomado. Uno de ellos bailaba al ritmo de los tambores. Adelante, un mar de banderas con el símbolo de Antifa, y bloqueando el sol de mi cara, un letrero con la frase “Gegen Nazismus”. A lo lejos se escuchaban consignas. Nos fuimos acercando y la consigna sonaba más y más fuerte. Una joven norteamericana con camiseta de Black Lives Matter se encontraba en la tarima con un micrófono, y de manera unida comenzamos a gritar: “No Trump! No KKK! No Fascist USA!”. Terminaron las consignas y un hombre alemán tomó el micrófono. Nos informó que habría un mítin del AfD y otros grupos fascistas en Spandau y que se planeaba una contraprotesta.

Spandau. Ese nombre me sonaba conocido. Lo había visto porque era el destino final de la línea U7, aquella que llevaba de mi hostal en Kreuzberg al centro de la ciudad. De mi estación a ese lugar eran cuarenta minutos. Lo mismo que te tarda llegar desde el Centro Histórico a Xochimilco en auto en un día sin tráfico. Sí, una demostración nazi a cuarenta minutos de donde yo vivía. Una demostración de gente que me hubiera matado hace menos de ochenta años en esa misma ciudad, a menos distancia que la que existe entre mi casa en la CDMX y Cuernavaca. Por fin entendí lo que mi compañero trataba de decir.

La protesta terminó. Decidimos ir a comprar unas cervezas y ver el atardecer en el Tiergarten. En la fila del supermercado abrí Telegram para ponerme al corriente con las discusiones de la Wiki. Me llamó la atención ver una discusión sobre Charlottesville. La mayoría, como yo, estaba horrorizada, pero hubo uno o dos comentarios que me saltaban: Describían lo que ocurría como una “rebelión natural” del “hombre de clase trabajadora” contra la imposición de “valores liberales elitistas” (un mito si uno analiza las estadísticas y perfiles socioeconómicos de quiénes asistieron a Charlottesville).

Poco menos de un año después, recordé esa historia y la platiqué en una reunión de mujeres de la Wiki. ¿Por qué salió a la luz de nuevo? Esto se explica en el contexto de las campañas. La respuesta a la campaña de odio por parte de grupos allegados al Frente Nacional por la Familia hacia Pedro Kumamoto y Vamos a Reemplazarles no fue la adecuada. En vez de salir a defender nuestra postura feminista como movimiento, prefirieron negarla. Primero por Telegram y Facebook, y luego por medio del infame video en el que sale la frase “YO NO PROMUEVO EL ABORTO” plasmada en la pantalla.

Peor aún, poco después sale uno de los responsables de la elaboración del video y figura con un importante puesto de liderazgo en dicha campaña con un texto explicando el por qué del video (el cual fue borrado a horas de su publicación). Curiosamente, fue este personaje de los quienes habían justificado lo ocurrido en Charlottesville en esa conversación de Telegram el año pasado. Decidí leerlo. Primero justificó los actos del video usando la “política del encuentro” como pretexto. Como si fuera posible dialogar con machos conservadores en un país con una de las tasa más altas de feminicidios en el mundo. Después, sorprendentemente, el texto se convierte en algo todavía peor: Una apología al Trumpismo. Hablando sobre los “pobrecitos” hombres blancos que se rebelaron ante la “imposición” de derechos sociales de personas de color, mujeres, y personas LGBT por parte de una “élite liberal”. Usando los mismos argumentos que utilizan las ulreaderechas para justificarse como movimientos “populares”. No le adjudico malicia a esta persona, sino ignorancia respecto al tema de los derechos civiles en otros países, y ceguera causada por su condición de hombre blanco.

A pesar de todo, no he dejado de creer en la política del encuentro. Es, como muchos valores Wikis, una idea que todavía rige mi entendimiento del mundo. Pero es importante comenzar a hablar de que esta tiene límites, y para poder hablar de ella, necesitamos entender que vivimos en un mundo post-Trump. Al fascista o al misógino no se le puede abrir la puerta bajo ninguna circunstancia. Somos un grupo progresista, le pese a quien le pese, y tenemos que estar orgullosos de ello. Dejemos atrás el mito de que con los intolerantes se puede dialogar. En nuestro movimiento no hay ni debe haber lugar para machos o fachos, ni les debemos reservar empatía o escucha.

La Wikipolítica será abiertamente progre o no será. Punto.

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