21 de marzo: Día Mundial de la Poesía

Adriana Santa Cruz
Leedor
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4 min readMar 21

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La Unesco adoptó por primera vez el 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía durante su 30ª Conferencia General en París en 1999, con el objetivo de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y fomentar la visibilización de aquellas lenguas que se encuentran en peligro.

Este día es una ocasión para honrar a los y las poetas, revivir tradiciones orales de recitales de poesía, promover la lectura, la escritura y la enseñanza de la poesía, fomentar la convergencia entre la poesía y otras artes, como el teatro, la danza, la música y la pintura, y aumentar la visibilidad de la poesía en los medios.

Para unirnos a la celebración, compartimos fragmentos de El oficio de vivir de Cesare Pavese. Este diario abarca desde el 6 de octubre de 1935 hasta el 18 de agosto de 1950, nueve días antes de que el poeta se haya quitado la vida. Si bien él realiza todo tipo de digresiones (a modo de breves ensayos) sobre muy diversos temas, es su vida personal la que toma más relevancia en este texto. Conectada con sus vivencias, la reflexión acerca de la poesía nos invita a pensar acerca de este género, de las particularidades de su estilo y de su lenguaje. Como dice el propio Pavese, «la poesía comienza cuando un necio dice del mar: “Parece aceite”».

1935

9 de octubre

Todo poeta se ha angustiado, se ha asombrado y ha gozado. La admiración por un gran pasaje de poesía no se dirige nunca a su pasmosa habilidad, sino a la novedad del descubrimiento que contiene. Incluso cuando sentimos un latido de alegría al encontrar un adjetivo acoplado con felicidad a un sustantivo, que nunca se vieron juntos, no es el estupor por la elegancia de la cosa, por la prontitud del ingenio, por la habilidad técnica del poeta lo que nos impresiona, sino la maravilla ante la nueva realidad sacada a la luz. […]

10 de octubre

[…] ¿Por qué no puedo tratar yo de las lunares rocas rojas? Pues porque no reflejan nada mío, salvo una descarnada turbación paisajística, que nunca debiera justificar una poesía. Si estas rocas estuvieran en el Piamonte, sabría perfectamente, empero, absorberlas en una imagen y darles un significado. Lo cual equivale a decir que el primer fundamento de la poesía es la oscura conciencia del valor de las relaciones, incluso las biológicas, que viven ya con una larval vida de imágenes en la conciencia prepoética.

Seguramente debe ser posible, incluso para mí, hacer poesía sobre una materia de fondo no piamontesa. Debe serlo, pero hasta ahora no lo ha sido casi nunca. Esto significa que aún no he salido de la simple reelaboración de la imagen representada materialmente por mis lazos originarios con el ambiente; que, en otras palabras, en mi laboreo poético hay un punto muerto, gratuito, un material subyacente del que no logro prescindir. Pero ¿se trata en verdad de un residuo objetivo o de sangre indispensable? […]

28 de octubre

La poesía comienza cuando un necio dice del mar: “Parece aceite”. No se trata, en absoluto, de una más exacta descripción de la bonanza, sino del placer de haber descubierto la semejanza, del cosquilleo de una misteriosa relación, de la necesidad de gritar a los cuatro vientos que se ha notado.

Pero resulta igualmente necio detenerse aquí. Iniciada así la poesía, es preciso acabarla y componer un rico relato de relaciones que equivalga hábilmente a un juicio de valor.

Esta sería la poesía típica, la idea. Pero normalmente las obras están hechas de sentimiento –la exacta descripción de la bonanza– que a ratos espumea en descubrimientos de relaciones. Puede ocurrir que la poesía típica sea irreal y –al igual que vivimos también de microbios– lo que se ha hecho hasta ahora conste de meros trozos miméticos (sentimiento), de pensamientos (lógica) y de relaciones a la buena de Dios (poesía). Una combinación más absoluta quizá sería irrespirable y necia.

10 de noviembre

¿Por qué pido siempre a mis poesías un contenido exhaustivo, moral, juzgador? ¿Yo, a quien no le convence que el hombre juzgue al hombre? Mi pretensión no es sino un vulgar deseo de echar mi cuarto a espadas. Lo cual dista mucho de la administración de la justicia. ¿Hago yo justicia en mi vida? ¿Me importa algo la justicia en las humanas cosas? y entonces, ¿por qué la pretendo pronunciada en las poéticas?

Si hay algún símbolo en mis poesías, es el símbolo del que ha escapado de casa y regresa con alegría al pueblecito, tras haberlas pasado de todos los colores y siempre pintorescas, con poquísimas ganas de trabajar, disfrutando mucho con cosas sencillísimas, siempre generoso y bonachón y franco en sus juicios, incapaz de sufrir a fondo, contento de seguir a la naturaleza y gozar a una mujer, pero también contento de sentirse solo y sin compromisos, dispuesto a recomenzar cada mañana: los Mares del Sur en suma.

1936

24 de abril

[…] Expresar en forma de arte, con finalidad catártica, una tragedia interior, sólo puede hacerlo el artista que a través de la tragedia vivida estaba ya tendiendo sutilmente sus hilos constructivos, desarrollaba una incubación creadora, en suma. No existe la tempestad sufrida locamente y después liberación a través de la obra, so pena de suicidio. Tan cierto es esto que los artistas que se han matado de veras por sus trágicos casos, suelen ser ligeros cantores, aficionados a sensaciones, que nada insinuaron jamás en sus cancioneros del profundo cáncer que los roía. De lo cual se aprende que el único modo de huir del abismo es mirarlo y medirlo y sondearlo y bajar a él. […]

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Adriana Santa Cruz
Leedor
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Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural