Andrés Carrasco o el comienzo del ataque a la ciencia

Diego Díaz Córdova
Leedor
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3 min readMay 14, 2024

Andrés Carrasco fue un científico argentino, médico egresado de la UBA y con una amplia carrera en el país y en el extranjero donde trabajó básicamente en el área de la embriología o como diría Stephen Jay Gould, el campo del Evo-Devo (por evolución y desarrollo). Sus trabajos son reconocidos mundialmente y fue presidente del CONICET a comienzos del siglo XXI. Falleció de un infarto a mediados del año 2014. Su historia sirve como un anticipo de los ataques que vienen sufriendo las Ciencias (y las Artes) en los últimos tiempos.

En términos evolutivos sabemos, desde Darwin, que toda la vida en el planeta está emparentada, lo difícil es poder encontrar esas coincidencias entre los seres vivos de manera certera. La evolución biológica nada tiene que ver con el progreso, la naturaleza no es teleológica, no funciona en términos de metas; simplemente transcurre. El principal motor de esta trayectoria es el azar, necesario para generar la indispensable diversidad. Frente a esa diversidad la selección natural actúa, eligiendo a aquellos que son más aptos para ese contexto particular.

Carrasco, a mediados de los 80, descubrió que ciertos genes reguladores del desarrollo embrionario de los vertebrados eran homólogos a los de los artrópodos. Este descubrimiento fue una prueba concreta del parentesco que une a todos los seres vivos. Al parecer vertebrados y artrópodos compartimos un ancestro común hace más de 500 millones de años, así que la próxima vez que vayan a matar a una cucaracha, piensen que hace 500 millones de años podría haber sido tu padre o tu pareja.

A comienzos del siglo XXI Carrasco empieza a estudiar los efectos del glifosato en el desarrollo embrionario de los vertebrados. Descubrió que, a determinadas dosis, este compuesto puede generar malformaciones y alertó sobre el uso indiscriminado del mismo en los cultivos (básicamente de soja). Estas alertas desataron una feroz campaña en su contra, lideradas principalmente por la empresa multinacional que comercializa el glifosato, a su vez los grandes medios de comunicación se plegaron a la campaña de desprestigio contra el científico.

La empresa vio amenazada su posición comercial y reaccionó con furia. El argumento principal era que en los niveles que se recomendaba la aplicación eran inocuos; si bien este es un buen punto, en ciencia y más cuando está en riesgo la salud es mejor ser muy cuidadoso y si un estudio llama la atención entonces hay que realizar más investigaciones y no destruir al científico que señala un posible punto a tomar en cuenta. Por otra parte, se sabe, que hay una distancia enorme entre lo que se puede recomendar y lo que verdaderamente se aplica, con lo cual un estudio como el de Carrasco ameritaba un control mayor y no un ataque despiadado.

Este ataque no fue algo aislado sino el comienzo de una campaña en contra de la ciencia que va a continuar durante el gobierno de Macri y se va a profundizar durante el gobierno de Milei. En algunos casos estos ataques tuvieron como justificación el recorte presupuestario. En otros, sobre todo a partir de la pandemia, se nota un claro sesgo anti ciencia y una reivindicación de las propuestas esotéricas. La astrología, el tarot, las constelaciones familiares y toda una sarta de paparruchadas que se pusieron de moda y no discriminan entre sectores ideológicos. Es difícil incluso, por ejemplo, en el caso del terraplanismo, distinguir la creencia verdadera de la ironía.

Desfinanciar la ciencia y la cultura forma parte del ADN de la extrema derecha en Argentina. Tenemos ejemplos de sobra y aquel que ocupa el sillón de Rivadavia hoy día, continúa ese legado. No queda del todo claro si es una cuestión puramente económica, ya que los recortes destruyen la Ciencia y el Arte pero no mueven la brújula del ahorro (son cantidades insignificantes para los presupuestos nacionales). Pareciera ser una mezcla de venganza personal con creencias esotéricas. López Rega es ahora Karina Miliei y todos sabemos que eso no puede terminar bien. La única salida es, como se decía en una época, ponerse en modo “alerta y movilización”

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Diego Díaz Córdova
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