Aquel señor Fernández de El dependiente.

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7 min readJun 19, 2024

Por Abel Posadas

Leonardo Favio insistía en que el denominador común de sus películas era la ternura. Lo hizo hasta último momento. Hablamos del Favio que se dedicara a la ficción desde CRÓNICA DE UN NIÑO SOLO en 1964 y hasta ANICETO de 2008. Tal vez tuviera razón en lo atinente a algunas películas suyas, a ciertos personajes concebidos por su hermano Zuhair Jury.

Pero de lo que estamos seguros es de que en EL DEPENDIENTE no existe ternura alguna. Jury colocó en la tapa de aquel libro que lo hizo famoso EL DEPENDIENTE Y OTROS CUENTOS. Seguramente le concede un valor que realmente posee. La traslación cinematográfica vista por vez primera en el verano 1969–1970 nos había interesado sobremanera porque la película convertía a su director en un hombre latinoamericano.

En plano fijo vemos la entrada de la Ferreteria Vila mientras desfilan los créditos y se nos muestra luego al señor Fernandez a los quince años. Entra al negocio con la bicicleta y comienza a acomodar la mercadería para la hora de cierre que implica el almuerzo. En la primera escena observamos el interior iluminado del negocio que sirve también como vivienda. Don Vila y Fernandez están comiendo. No hay comunicación verbal, y si es por gestos tenemos que recurrir a la laucha -no es un ratón- que deambula muy cerca. La cámara la utiliza para que el empleado asuste al empleador que grita casi aterrorizado. A partir de aquí sabemos cuales son las intenciones de Fernandez no tanto con respecto a Vila sino en especial referidas a la ferretería.

La voz que da comienzo al relato -voz over- no va a instalarse de manera definitiva. Ocupa el espacio necesario. “Desde el primer día Fernandez fue reservado, oscuro, diligente, cuidadoso del centavo”. Es esta misma voz la que nos dice que el Sr. Fernandez está aguardando la muerte del patrón. Espera heredar el negocio. Lo que nos interesa con respecto a esta voz y a las películas que se inician de este modo, es que presuponen desde el comienzo una frialdad, un intento de alejar al espectador para que su visión sea más clara. Que las imágenes no lo engañen ni se deje envolver por ellas.

Este muchacho ha descubierto en sus paseos casi nocturnos a una joven en el portón del centro espiritista. Como todo se repite por lo menos tres veces, asistimos a los tres paseos de Fernandez que baja a la calle hasta que se anima a encarar a la que se llama señorita Plasini. Lo curioso es que esta gente habla a borbotones, como si estuvieran movidos por un resorte que les proporcionara aquellos lugares comunes, clichés, basura lingüística que deshojan a lo largo del film. Cuando intentan escapar del dictado y pronuncian la palabra “amor”, la señorita Plasini, en la vereda, cae en un orgasmo de campanillas. Y todo por salirse de lo extremadamente convencional.

LA CASA DE LAS SOMBRAS

La fotografía de Anibal di Salvo y la selección de tomas hecha por el director, jamás nos permiten ver la casa de las Piasini en su totalidad. Sabemos que es una vivienda antigua, muy de pueblo, con la galería de chapa, primorosamente adornada con sillones de paja y mesa haciendo juego. En este lugar en el que se ubica la pareja ocurren los hechos que le permitirán al espectador descubrir el comportamiento de las Plasini. La madre coloca una radio antigua sobre la mesa y deja a los tortolitos escuchando EL CISNE de EL CARNAVAL DE LOS ANIMALES de Saint Saenz, mientras en el segundo plano del sonido interviene un locutor. El mismo aparato servirá para que la viuda de Plasini intente obligar a Fernandez a bailar un vals. Se escucha a Palito Ortega cantando con una orquesta que se parece a la de Francisco Canaro, YO NO SÉ QUE ME HAN HECHO TUS OJOS.

Movidos como títeres caprichosos, los integrantes del triángulo realizan una trayectoria mínima, escasa, servil. Dejan el espacio de la galería para ir a la calle o internarse en la cocina donde la viuda de Plasini la emprende con la botella. Es, posiblemente, alcohólica, aunque es arriesgado perderla bajo la etiqueta. En todo caso, esta alli para demostrarle a su hija que todavia tiene sexo y que ella tambien es capaz. El imberbe señor Fernandez mira a las dos erinias pero no es capaz de tomar partido, no lo haría nunca. Se imagina rotariano y comparte el sueño con la señorita Plasini. Ambos sueñan con la muerte del dueño de la ferretería, Don Vila, que es, después de todo, quien ha criado a Fernandez desde sus quince años. No es menos mezquino, pero ese otro ámbito iluminado le permite el lujo de las observaciones sobre un fragmento del mundo al que no le teme. También se siente vigilado por la gente del pueblo. En la oscuridad más absoluta no puede dejar de pensar “Si me vieran los clientes”.

MAMÁ, TENEMOS VISITA

El espectador ha observado que por las noches, a las 23, la señorita Plasini ordena a su madre que desaparezca. Se la ve irse hacia atrás de la casa y perderse en las sombras. Ya han descubierto el retrato del difunto Plasini que, de veras, se parece al señor Fernandez. Pareciera que este sector social padece de similitudes físicas más que evidentes. Quien aparece porque se han olvidado de él, es el minusválido de la familia, el pobre Estanislao. Solo alcanzara a hacerse entender mediante una palabra dirigida al señor Fernandez, a quien le grita “Papá”. EL DEPENDIENTE es una radiografía de los pequeño burgueses, siempre sometidos, siempre dispuestos a la puñalada trapera. Y en este aspecto, nos parece que la historia, la narración de Zuhair Jury es el eje alrededor del cual corre la técnica y el arte del equipo. Porque si los esperpentos que hemos visto desfilar no bastaran, debe aparecer Estanislao que los contiene a todos y es quien paga más fuerte una forma de vida no elegida. El debe ocultarse todavía más que las dos mujeres. Y debe hacerlo porque el Centro de los espiritistas tiene que seguir con una responsable casera como la viuda de Plasini. No hay de parte de la joven, ninguna manifestación de afecto hacia su hermano minusvalido. Sí, avanza ante esa presencia en la interminable cuerda de su histeria. Pero no quiere verlo, deben ocultarlo para que ella siga entreteniendo a Fernandez y ambos continúan soñando con la ferretería de Don Vila.

DE UN ESPACIO A OTRO

Si Fernandez se engaña una primera vez, porque el viejo se ha dormido y no le abre, soñará luego que se ve a los 15 años colgado del cartel y esa imagen le reprocha su quedantismo. Es hora de que el viejo se muera. Se despierta agitado y ocurre lo que tarde o temprano iba a pasar. Don Vila muere y el corrobora esa muerte. Mediante un travelling la cámara lo sigue en esa maratón victoriosa: va al hogar de las Plasini a anunciar la buena nueva. Del claro espacio de la ferretería se interna en una oscuridad de la que ya no podrá volver a salir.

Luego del entierro, cuando regresan en el coche, la señorita Plasini decide que es hora de hacerle saber a Fernandez quien va a manejar el sexo en esta relacion. En los momentos finales, la viuda y Estanislao están en la vereda de la ferretería que ya tiene colgado el cartel: Ferreteria Vila — Plasini y Fernandez. Las cucarachas se han adueñado de todo. La banda de jóvenes musiqueros entrega CLAVEL DEL AIRE primero y luego ALMA DE BOHEMIO. La vieja está exultante y también Estanislao goza en la vereda de una libertad que le había sido negada.

La llegada de Fernandez logra que la vieja y el engendro se vayan. El entra a un lugar que ya no es reconocible como la ferretería anterior. Los dueños son nuevos y la oscuridad avanza. En la placita la banda se ocupa de SOBRE LAS OLAS. Debemos entender que esta parejita ha seleccionado el lugar más cómodo para vivir. Se han ido al sótano donde no ven nada, donde todo se oculta, donde se inicia el camino de la oscuridad completa. El eterno dependiente habrá logrado salvarse de Don Vila. Pero en este momento definitivo, cuando deja las puertas abiertas de la ferretería, cuando su cara es una máscara de la frustración absoluta, vamos entendiendo. Así como seguía las indicaciones de Vila para la sopa del puchero, del mismo modo escuchará y cumplirá con las de su adorable mujercita. Pero Fernandez se ha cansado de la sumisión, del sometimiento, de la dependencia. La solución está al alcance de la mano. El veneno. Con el mínimo diálogo, el cliché de siempre, la nada comunicacional, los dos comienzan a tomar la sopa liberadora.

La cámara sube al piso de madera, panea unos segundos y sale a la calle donde ha vuelto a sonar CLAVEL DEL AIRE. Vemos como la cámara se aparta y desde un lugar invisible se va alejando cada vez más no solo de la ferretería sino del pueblo. Esta difícil toma se hizo con alguien que no quería corte alguno. Y se consiguió que esta pequeña y miserable historia escapara del pueblo de Derqui, acá en la provincia de Buenos Aires, cerca de San Justo, para trasladarse a tantos otros lugares similares de América Latina, dónde está lleno de Plasinis y Fernandez. Y también Don Vilas. Por lo expuesto, cuando este director habla de “ternura” con respecto a sus películas de ficción, es necesario excluir a EL DEPENDIENTE.

En aquel verano de 1969–70, había dos momentos que ahora han desaparecido de las copias. El primero: unas cuantas personas contemplaban a Fernandez cuando no lograba entrar al negocio por muerte de Don Vila.

El segundo, la búsqueda de refugio de Fernandez en el Centro Espiritista que sucede como un relámpago macabro.

BIBLIOGRAFÍA

Oubiña, David y Aguilar Gonzalo: El cine de Leonardo Favio, Nuevo Extremo, Buenos Aires, 1993

Posadas, Abel: Leonardo Favio, Crónica de un cineasta censura en Revista Crear, Buenos Aires, Agosto de 1980

Schettini, Adriana: Pasen y vean. La vida de Leonardo Favio, Sudamericana, Buenos Aires, 1995.

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