“Cambio, cambio”, de Lautaro García Candela, en el 37° Festival de Cine de Mar del Plata
La última película argentina presentada en la Competencia Internacional es un implacable relato sobre nuestra crisis económica y de valores, contada a partir de la óptica de un “arbolito”.
“Cambio, cambio” es el omnipresente grito que se escucha cada vez que se pasa por la peatonal Florida, centro neurálgico de los “arbolitos”. Pablo (sólido trabajo de Ignacio Quesada) se convierte en uno de ellos, luego de trabajar como “empleado multitareas” de un restaurante céntrico.
Veinteañero, llegado no hace mucho tiempo desde Olavarría, Pablo se relacionará sentimentalmente con Florencia (Camila Peralta), empleada de un comercio de celulares y estudiante de Arquitectura. De a poco, la película muestra cómo irá perdiendo determinadas ingenuidades y abriendo su mirada sobre el mundo que lo rodea; un universo en donde la pandemia va cediendo, la necesidad de cambiar dólares aumenta, y su novia -que espera ganar una beca para estudiar en Francia- le hará entender que no está mal tener ambiciones. ¿Pero a qué precio?
Pablo primero tendrá que lidiar con su nuevo “jefe” (un pesado que, tras la fachada de una peluquería, sostiene su negocio cambiario) para luego entrever junto a su novia y a sus amigos la forma de operar a sus espaldas y hacer un dinero extra mediante la especulación con las subas y bajas del precio del dólar. De la idea a la acción avanza esta película, que a medida que se acerca a su desenlace gana en ritmo y en una tensión sostenida.
Cambio, cambio se conecta con Pizza, birra y faso (1998) y la más cercana Mauro (2014), obras en donde se retrata el universo urbano de aquellos que no tienen la capacidad de mover las cuerdas ni del poder local ni el del internacional, pero sufren e intervienen dentro del escaso margen de acción que les queda. La cartografía de Cambio, cambio revela la quintaesencia del neoliberalismo; arquitectura de tiempos prósperos que conviven con luces de neón, comida barata, nuevas olas inmigratorias que buscan un porvenir en la Ciudad de Buenos Aires.
Tras su ópera prima Te quiero tanto que no sé (2018), Lautaro García Candela se consolida como un hábil narrador que se mete de lleno en un rico universo que se suele ver de lejos, pero que espiado de cerca retrata miserias y fragilidades de una sociedad que se ha acostumbrado a una crisis endémica.