Carrero, de Fiona Lena Brown y Germán Basso, o la juventud en tierras ásperas

Ezequiel Obregón
Sitio Leedor
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2 min readApr 27, 2022
Gran parte de las secuencias de Carrero transcurren en espacios abiertos

Integrante de la Competencia Internacional del BAFICI, esta sólida ópera prima ingresa en la órbita de Ale, un adolescente de clase que vive en la periferia de La Plata.

Dentro de la poética del realismo, pocas cosas deben ser más complejas que caer en el paternalismo condescendiente, en la denuncia fácil o en el melodrama más elemental cuando el cine se adentra en el mundo de las clases marginales. Carrero, de Fiona Lena Brown y Germán Basso, consiguen ir más allá de esas obstrucciones. Su filme se nutre del contexto, claro, pero deambula por el filo del drama que su personaje central, Ale, transita como puede. No aparece, entonces, la necesidad de subrayar: lo que vemos (con frecuencia, hasta el hartazgo mediante el discurso televisivo) se parece al acto de posar la mirada a la altura de los personajes, para entender cómo varían los códigos y las maneras de habitar a unos pocos kilómetros de las ciudades cabeceras. En este caso, La Plata, “ciudad de las diagonales” y epicentro político de la Provincia de Buenos Aires.

Ale trabaja (mejor dicho, es explotado) en un típico supermercado barrial. Si bien no lo vemos en la escuela, no parece resultarle demasiado estimulante estar allí. Su madre le recomienda ir al comedor barrial, algo que él no quiere hacer. “De la casa al trabajo, del trabajo a la casa”, podría ser una síntesis de su vida. Pero su destino cambia cuando conoce a otro joven que trabaja en su carro, con su yegua, recolectando artefactos sin uso o rotos. Desde entonces, las aristas morales se tensan (para él), en virtud de lo que su deambuleo le propone. El delito asoma como un posible punto de fuga.

Nutrida de una impronta documental, la película de Brown y Basso está construida con una técnica al servicio del drama; “prolija”, económica en términos visuales (cuando es necesario mostrar el ambiente, los planos se abren; los que son más cerrados operan como metonimias de esa totalidad) y cuidada en todos los rubros. Esta ópera prima es una de las revelaciones de un festival que suele darle más espacio a los relatos urbanos y con personajes de clase media o media/alta. En el marco de este BAFICI, entonces, el saldo de ver Carrero es doblemente satisfactorio.

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Ezequiel Obregón
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Escribo sobre cine, teatro y literatura. Cuenta de Medium para Leedor.