Ciao, Cesare Pavese. Come stai.

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5 min readAug 27, 2023

Por Abel Posadas

Nacido el 9 se septiembre de 1908 en San Stefano Belbo, pequeño pueblo cercano a Turín, acabaría suicidándose el 27 de agosto de 1950. Este hombre, gran cultor del “vicio absurdo”, la soledad, –algo que pondrá en boca de la protagonista de Entre mujeres solas-, ha desarrollado en el transcurso de cuarenta años una tarea pocas veces igualada entre los de su generación.

Intelectual de fuste, doctor en Letras, traductor de escritores y poetas norteamericanos y, menor medida, ingleses, intentó darle a la prosa italiana de la época un cierto realismo del que la misma se había apartado por razones políticas. Entra aquí a tallar el cine de la península que tomó al mundo por sorpresa, con nombres que se convirtieron en guías para realizadores de otros países. Nadie duda de las intenciones de Pavese. Ocurre que al cabo de los años y cuando se lee su prosa, no se le encuentra relación directa con el cine neorrealista. Es cierto que se aparta de los trasegados textos de ficción de los años 20 y 30. Pero no lo es menos que el narrador de la ficción pavesiana está preocupado, en primer término, por lo que él siente y experimenta. Y, en segundo lugar, por explicarnos que su cuerpo es caja de resonancia del entorno.

En Feria de Agosto (1946) nos encontramos con un texto al que titula Nudismo. “Hace varios días que me paso la tarde desnudo bajo el cielo”. Este cuerpo que nos habla intenta confundirse con la naturaleza, ser parte de ella, mientras espera que alguien llegue –una mujer- y lo descubra. Y en La playa (1942) uno de los personajes aclara: “La compañía del mar me basta. No quiero a nadie. En la vida no tengo nada mío. Déjeme al menos el mar”. Esta soledad autoimpuesta, elegida, seleccionada dentro de las posibilidades que tiene un intelectual, cualquier intelectual en los países más disímiles del mundo, le ha permitido concentrarse en su obra. Como él mismo lo aclara, “atarse a la silla” y continuar viviendo en una eterna adolescencia donde los fracasos pasan a segundo plano.

EL OTRO PAVESE

Había recibido el doctorado con una tesis sobre Walt Whitman y lo cierto es que este intelectual italiano, más que un prosista, es un poeta. Había comenzado de esa forma con Laborare stanca en 1936, escrito cuando cumplía una condena por sus escasas simpatías hacia el fascismo. Se afiliará al partido comunista y tendrá no pocos inconvenientes con el mismo. Pero este hombre, nos parece que es el único, aprovechó su educación humanista llegada desde la mitológica Grecia. Con los aportes de La rama dorada de James George Frazer, quien sostenía que ;magia, ciencia y religión no marchan por caminos distintos y del rumano Mircea Elíade con El mito del eterno retorno, logró construir un andamiaje en forma de libro, que lo acompañó al hotel del suicidio: Diálogos con Leucó. Funde aquí el mito clásico, el de las Geórgicas de Virgilio y el mito etimológico de Fraser y Mircea Elíade. Ante todo, habría que aclarar que Leucó, en La Odisea emerge del lecho marino como blanca gaviota. Aconseja a Ulises que abandone el barco y se lance al mar con sólo el velo que lo cubre. Cuando días después llega a la isla, arroja el velo al mar por pedido de la diosa marina. Leucó había sido mujer de existencia trágica.

Este curioso e invalorable libro, fue traducido al español, aquí en Buenos Aires por la talentosa Marcella Milano y publicado por Siglo Veinte en 1968. Muchos años después, los españoles comenzaron a hablar de este volumen. Pero, es necesario decirlo, la poesía de Pavese tuvo su influencia en los intelectuales argentinos de los años sesenta. Diálogos con Leucó se lee hoy entre la sorpresa y la maravilla. No se trata de que Pavese aproveche la tradición humanística para convertir en mito su propia vida y también su final. Todo esto lo anticipa en un texto en el que brilla la poesía como nunca antes lo había conseguido y que lo coloca a la par de Leopardi, el otro gigante de la poesía italiana.

PUERTA CERRADA

Hay dos mujeres con el mismo nombre en los textos de Pavese. El nombre es Clelia y surge por primera vez en La playa y por segunda y última en Entre mujeres solas. Cuando Pavese escribe La playa estamos al comienzo de los años 40. En esta obra, Clelia no aparece con la claridad suficiente porque el narrador está muy ocupado con su amigo Doro. Es éste el objeto de su amor de juventud. Dejemos de suponer y mantengamos sólidamente que el narrador es Pavese. Por lo tanto, en la época de la que hablamos, el escritor, poeta, intelectual no ha logrado crecer, sigue manteniendo su sensibilidad de adolescente que lo acerca a Doro y que lo hace convertirse en un misógino. Para él, las mujeres se burlan de los hombres.

Tal vez sus fracasos sentimentales, su frialdad hacia la mujer, tenga sus bases en una disfunción sexual semejante a la impotencia. No obstante, no hay que pensar en homoerotismo, pero no porque se trate de Pavese. Es más sencillo, la represión en su caso era mucho más fuerte. Su alabado trabajo en la editorial Einaudi, la edición de sus libros, los premios, lo convirtieron en una medalla que no pocas damas querían colgarse del cuello. Por otra parte, cuando ya hacia el final, escribe Entre mujeres solas, la Clelia que ofrece ahora, es una mujer casi despótica, muy segura de sí misma, que se limita a observar la vida de posguerra en Milán para concluir asqueada y no tener ni siquiera piedad por la joven suicida. Este ambiente que Pavese presenta como si levantara un telón pudo haber contribuido a su famoso “Qué asco” que salió en su diario –El oficio de vivir- publicado en forma póstuma. El episodio Constante Dowling, último caso de Pavese, lo impulsa a escribir Verrá la morte e avrá tue occhi (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos).. Las hermanitas Dowling, actrices norteamericanas de paso por Italia, apuntaron siempre bien alto. Constance, la más recatada, mantuvo una larga relación con Elia Kazan y decidió romper una vez que él no se divorciara de su mujer. La otra, Doris, fue de Billy Wilder a Artie Shaw. Pero Constance llegó justo en el momento en que las compuertas de la represión estaban cediendo. Y es probable que Pavese la haya utilizado como excusa para un suicidio anunciado por lo menos desde Diálogos con Leucó.

BIBLIOGRAFIA

AAVV: Diccionario de la mitología universal y de los cultos primitivos, Tomod I y II, Editorial Mundi, Buenos Aires, 1963

Cáceres Peña, José Antonio: El sentimiento de la soledad en la poesía de Césare Pavese, Dialnet-Unirioja, 1985

Milano, Marcella: Prólogo y epílogo a Diálogos con Leucó, Editorial siglo einte, Buenos Aires, 1968

Speroni, Marta: Apuntes sobre Diálogos con Leucó, manuscrito, Buenos Aires, 1978.

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