Cine.ar: Estreno de Agua dos porcos de Roly Santos

Juan Velis
Sitio Leedor
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5 min readJul 29, 2020

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En este thriller neo-noir ambientado en un sofocante y asfixiante pueblito de Misiones ubicado en la triple frontera de Argentina, Brasil y Paraguay, un detective imperfecto y resignado ante la vida decide aceptar un último caso. Claro que nada aparenta ser lo que finalmente es, y por eso el investigador se verá envuelto en un mundo oscuro, corrupto y sombrío que al espectador le resultará atrapante y seductor. El pesaroso detective deberá investigar y enfrentar con resiliencia, de manera casi involuntaria pero comprometida, una serie de cruentos acontecimientos que esconden terribles operaciones secretas: desde tráfico de bebés hasta una red de pedofilia.

El actor uruguayo (nacionalizado brasileño) Roberto Brindelli, encarna al detective Gualtieri y lo hace de manera más que convincente, denotando que su estilo de actuación casi inexpresivo es el que necesitaba este personaje devastado y solitario, frío y recio. Se trata de una suerte de detective privado que está divorciado y distanciado de su familia, desmotivado y desencantado con la vida, y que para no perder el contacto con su hija de 16 años se crea un perfil falso en las redes sociales para chatear como si fuesen dos amigos adolescentes. Gualtieri emprende viaje desde Buenos Aires hasta Misiones y rápidamente se ve inmerso en un clima tempestuoso desde lo climático, desde lo estético y desde lo dramático, para investigar un caso de asesinato que acepta a regañadientes, resistiéndose a su retiro. Lo que finalmente sucede es que su curiosidad innata lo traiciona y se compromete hasta llegar a poner en riesgo su propia vida, sabiendo más temprano que tarde que ya no podrá echarse atrás. Convengamos que esto también es un rasgo inherente al género: el noble investigador sin grandes pretensiones heroicas que involuntariamente se ve envuelto en una serie de crímenes mucho más crudos y siniestros, que subyacen al crimen que funcionaba como detonante inicial. Sin embargo, y a raíz de esto, Roly Santos (director) nos muestra a un ex policía que actúa con audacia y solemnidad, como el más intrépido e intelectual de los detectives, una vez que la situación llega al extremo y lo amerita, y que su conflicto interno se vuelve externo. No tardará en llegar el segundo obstáculo dramático y condimento central de todo policial clásico que reivindica al cine noir: el interés amoroso, la mujer fatal. Desde luego, también habrá lugar para el amor, representado en Rita (Mayana Neiva), una mujer que ha perdido a su hijo en medio de negocios sucios y busca venganza, aunque se encuentra acorralada y controlada por los cabecillas de la red mafiosa. Red mafiosa en la que, lógicamente, están implicados y confabulados los propietarios más poderosos de la región.

Este estreno dirigido por Roly Santos y con guión de Oscar Tabernise (que a la vez parte de un libro previo de su propia autoría) es disfrutable, aunque vaya de mayor a menor y fluctúe en un desenlace un tanto precipitado, donde se opta por una serie de giros dramáticos bastante previsibles (aunque necesarios) que se suceden de manera abrupta, pretendiendo generar cierto desconcierto o conmoción final que no se termina de consolidar. Sin embargo, lo más atractivo es, desde ya, el clima estético-visual-sonoro en el que nos envuelve esta pieza de policial clásico contemporáneo, que es lo que nos dispara las reflexiones más significativas, fundamentales y urgentes: las que tienen que ver con el contexto y con la situacionalidad que se propone desde el guión, en un marco geográfico-social que es contrariedad e indefinición pura (la triple frontera) pero que se nos torna excesivamente próximo, propio y singular. La película nos muestra cómo en la frontera se generan esta suerte de sociedades inconclusas, suspendidas, contrariadas, diferenciadas; y por lo tanto casi anárquicas, donde el rol del Estado pasa por la mera y llana corrupción y donde se explicita lo salvaje y lo inescrupuloso de las fuerzas policiales y la sociedad en su conjunto. “Estamos un poco cansados de que vengan los genios de Buenos Aires a decirnos cómo tenemos que hacer las cosas”, le advierte desafiante un policía corrupto y jactancioso interpretado enormemente por Daniel Valenzuela, al detective protagonista.

No obstante, Santos se guarda los fuertes impactos y los muestra de refilón, en escenas fugaces y detonantes; pudiendo haber plasmado de manera más traslúcida y explícita todo ese submundo que la narrativa y la puesta en escena proponen. Agua dos porcos, en cambio, enfatiza los vicios, las concupiscencias y los excesos, más que la violencia en sí misma, que se mantiene latente como trasfondo, en un plano mucho más simbólico. Se podría decir que se elige el suspenso a través de un manejo algo desequilibrado del incremento progresivo de la tensión dramática, regulado por esa interioridad inestable y fastidiada (hasta moralmente) que caracteriza al detective Gualtieri, y que lo lleva a tomar decisiones fatídicas pero justificadas. Por eso se consagra la empatía y seguimos su tránsito heroico hasta el final, aunque quizás el personaje, preso de sus imperfecciones morales, no lo merezca tanto (pero todxs somos humanxs, ¿no?).

Agua dos porcos pone en evidencia que un nuevo desprendimiento cinematográfico de aquél clásico y paradigmático cine noir que se consagró en los ‘40-’50, es capaz de hacernos reflexionar de manera situada y localizada. Es posible seguir pensando los entramados turbulentos de rodean un tema social y políticamente complejo, como lo son las redes de pedofilia, desde la perspectiva de un género canónico que, inevitablemente, se ve corrompido y condicionado (o fragmentado) por las características propias del contexto. Tal vez se pudiera considerar un desacierto que esta nueva película de Roly Santos procure enmarcarse dentro de los límites (y las reglas, y las normas implícitas) que su campo genérico establece, pero la narrativa cede ante problemáticas que son naturales en este tipo de contextos (y en tantos otros, todavía invisibilizados). Esas problemáticas que nos resultan comunes y repetidas hasta el hartazgo en el cine argentino (como la corrupción policial y las redes de tráfico con políticos tiranos al mando) se resignifican y provocan nuevas lecturas e interpretaciones al respecto, se descubren nuevos sentidos y renovados procesos de concientización y reflexión, al estar encuadradas en una estructura de policial tradicional. Al engranar todas estas verdades tan crudas, tan próximas y tan reales dentro de una lógica narrativo-estructural que aparenta ser cerrada, concreta y delimitada (el policial clásico), podremos notar que el efecto de denuncia autoral se aplaca un poco, pero no el impacto emocional ni el posicionamiento crítico del espectador ante la realidad que se expone en pantalla.

Agua dos porcos (2020) se podrá ver el jueves y el sábado a las 22 por Cine.ar TV, y desde el viernes por Cine.ar Play, gratis durante una semana.

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Juan Velis
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