Cuando acecha la maldad, de Demian Rugna

Csaba Herke
Sitio Leedor
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5 min readNov 1, 2023

La idea de “conocimiento situado” es uno de esos conceptos que crean para la crítica una potente herramienta de análisis. Me refiero a esto cuando digo que ciertas palabras y sucesos dentro de un film hay que situarlos en un contexto explicitado.

Esto es importante principalmente porque, hoy en día, en un movimiento de aparente banalización, se puede poner en boca de cualquier actor cualquier cosa, creando personajes de límites difusos, llegando a confundir muchas veces el protagonista y antagonista, cosa que era propiedad del cine oriental, pero la narrativa oriental adolece de estas categorías.

Por otra parte, el cine de terror tiene un techo de cristal en cuanto asume, para poder pertenecer al género, ciertos elementos que lo vuelve de por só anacrónico por más que suceda en el futuro; si las categorías trascendentales son su techo de cristal, es muy difícil que una historia de terror no sea reaccionaria.

El titulo mismo del film lo incluye, más que en el terror, en una historia donde el mal es trascendente, o sea existe más alla de la persona física, el mal en este caso, tiene el carácter de maná, pasa de cuerpo en cuerpo, usando como vehículo elementos tales como la luz eléctrica y desde aquí ya nos muestra el film su carácter antimoderno; los “bichados” o encarnados, o sea un cuerpo que es habitado por uno o varios bichos, el de un homúnculo en este caso, una forma antropomorfa de Lucifer, Belcebú o cualquier otro, como dice un personaje, y agrega más o menos lo siguiente: usan los cuerpos tanto de animales como de seres humanos para nacer, y van de cuerpo en cuerpo, de mente en mente; o sea — digo yo- no sólo cualquier nombre le cabe a este señor sino que es absolutamente imposible escapar de él, la decepción es mayúscula, ¿será acaso de la Argentina de lo que se está hablando aquí?.

Pueblo chico infierno grande, reza la frase popular; el film se recuesta sobre algunas ideas de Lovecraft, Blackwood (la relación con el bosque), de Cameron, de Stephen King. Con ajustarse a “El color que cayó del cielo” hubiese bastado para provocar el mayor de los sustos, pero para eso se necesitaba otro pathos, no el de visceras y babas sanguinolientas esparcidas por todos lados como si fuese un cuadro de Pollock presentado de tal manera que ni siquiera en lo excesivo llama a la risa(lo excesivo, por su condición siempre produce una inversión que en definitiva, mueve a risa, Cronenberg es un buen ejemplo)

De buenos efectos, con problemas en los sonoro y en lo actoral. No se entiende, e incluso irritan, los permanentes gritos de los actores, quitando toda sutileza al desarrollo dramático.

Volvamos al principio, al conocimiento situado. Si seguimos linealmente la historia, cosa que en ningún momento se pone en cuestión, el film tiene escenas que desde nuestro presente resultan, si no chocantes, al menos extrañas (ja) como la afirmación que un personaje(dueño de tierras) hace, hay que aclarar que el film (lo que está, o lo que se entiende de lo que se ve, es un campo de chacareros o pequeños terratenientes, cosa que no condice con la realidad del campo argentino). Decía que el personaje blasfema contra el Estado, “el Estado nos quita todo”. Si es cierto que entre los terratenientes se cultiva una suerte de odio al Estado y misoginia (adelanto), y por ende de sus peones también, no es algo generalizable y el film, al poner solo ese y con el mutismo del resto, convierte la sentencia en una generalización, como si fuese una marca de identidad, ¿del autor y/o productores?.

Si se quiere mostrar la sentencia como una opinión, falta la necesaria distancia entre las voces, incluso un hiato, una falta que se cultiva a lo largo de todo el film y que no permite entender en dónde está parado el director y dónde el personaje, tanto como la burda y violenta muerte de la cabra y el matrimonio, burda porque no tiene otro lazo con la narración que la idea de un pueblo endemoniado, donde decolonización de por medio, la cabra no es, ni debiera ser,un símbolo universal del demonio, como el Bosque debiera ser Monte, y si hay universales, ¿los hay cuando nos conviene? pongámonos de acuerdo, amén que no estamos en tiempos de Darío Argento, cuyas estrategias consistían en desarrollar una hecho macabro como elemento disruptivo sin ningún elemento vinculado a la historia central.

Son burdos porque describe al hombre de campo de manera burda y violenta, incapaz de escuchar, tomado por exabruptos cada vez que se hunde más y más en la locura, con una actuación, la de Ezequiel Rodriguez, tapada por sus constantes gritos de furia que no terminan de vibrar en la voz. Recuerdo en este momento los diferentes ladridos de mi estimado Schnauzer gigante, en quien (pocas veces en su vida) se diferenciaba la profundidad del ladrido enojado. También es incomprensible la dicción de la ex esposa del mismo autor.

El papel del discapacitado es lamentable, no me extrañaría que alguna asociación de padres ponga el grito en el cielo, y es lo que siempre señalo a los guionistas de terror: echar leña al fuego de las personas con capacidades diferentes no es de buen gusto, y además desde el principio juega con un borde del sentido como si su misma presencia fuese ya maligna de por sí.

Aproximándonos al final, más a modo reflexivo que didáctico, una historia conlleva siempre tres preguntas necesarias: ¿por qué? ¿Para qué? ¿Y cómo?, me voy con una duda: todo esto.. ¿por qué ypara qué?. A Lovecraft se lo entiende en la sublimacion de su paranoia bélica y racista, a King en la descripción del horror subyacente en la sociedad americana. Esto, más que el goce de haber saboreado un típico asado argentino de chinchulines y tripa gorda no se entiende.

Ahora si damos vuelta y reordenamos la película, podemos adentranos en otra historia, para eso hay que señalar las reiteradas escenas de violencia explícita contra mujeres, incluso ninguneo (neologismo), el director y guionista arma las cosas de tal manera que justifique la aparición loca y desaforada del ex marido, cuando éste tiene regimen y distancia judicializada, se escucha claramente a la ex esposa decir: después de lo que hiciste….

Es tambien la mujer que muerta se transforma y deambula devorando al hijo, escena de una lectura infame del psicoanálisis.

Finalmente escuchamos decir al hermano del protagonista o coprotagonista que “la esposa mintió en el juzgado para quedarse con los chicos”, fantasia finalmente escuchada por hombres despechados en todo bar de Buenos Aires.

Conjuntamente nos enteramos que está acusado de haber tapado el conducto de salida del gas del calefactor…

Bien, con esto ya podemos volver al comentario sobre el estado y situarlo, ¿no son las palabras que nos están naturalizando? Las madres que abusan de los juicios y expolian a los hombres, gracias a un estado ladrón? hmm ¿no suena a campaña electoral?

Y para echar más leña al fuego, mi lectura final del film es la siguiente: un hombre de mente febril que arrasó en un raid de locura psicótica a todo aquel que se le para enfrente; finalmente entiende que él es el monstruo, la enfermedad, el encarnado, es él y solamente él; el resto es cartón pintado.

¿Usted, estimado lector, ¿se encuentra entre las víctimas o se siente cómodo entre los victimarios?

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