De cómo el cine nacional se reencuentra con el público y la memoria.

Raul Manrupe
Sitio Leedor
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3 min readOct 10, 2022

Argentina, 1985 (Santiago Mitre, 2022)

Ricardo Darín otra vez en Tribunales, junto a Peter Lanzani y el equipo del fiscal.

El cine argentino vuelve a encontrarse con el público. Cada tanto lo hace.

Cuadras de cola para asistir a las funciones en las salas, aun cuando la película ya se puede ver gratuitamente en alguna plataforma.

El mágico “Todavía no la vi”, como hacía rato no se escuchaba.

Aplausos cuando el fiscal pronuncia las dos palabras que desde el informe de la CONADEP se hicieron parte de la historia. Espectadores inmóviles, impactados en sus butacas al terminar la proyección. Cines repletos.

En alguna crítica (página/12) se alude a lo cercano de la fecha en que ocurrieron los hechos. En otra (la izquierdadiario) se habla de un “Nunca Más en tiempos de tiktokers y negacionistas”. Otros verá aquello como algo muy lejano, casi remoto. Nuevamente, es la ficción la encargada de poner delante de los ojos del público, lo que sucedió, como tantas veces en la historia de nuestro cine con casos emblemáticos como La Patagonia Rebelde, El caso María Soledad, La noche de los lápices (¿si Aries y Olivera estuvieran activos hubieran filmado Asesinato de un fotógrafo, o Muerte de un fiscal?), Los traidores de Raymundo Gleizer y otras. En una producción internacional, con las quejas habituales de quienes no la hicieron -algunas notoriamente sin haber visto la película- y propias de nuestra bipolar forma de ser. Pero ante todo, un film que abrirá camino a nuevas visiones y revisiones.

Como en esos documentales sobre la apertura de los campos de concentración de la Alemania nazi, como La noche de los lápices de Aries que repitieron en colegios secundarios, Argentina, 1985 llega para ser un testimonio de la historia argentina del siglo XX que tanto nos marca y define, para descubrimiento de quienes no vivieron aquel instante que posiciona muy bien el título en tiempo y espacio y para recordatorio de quienes pueden haberlo olvidado.

Narrada en un estilo fácilmente asimilable por el público de clase media (el que entonces según se menciona en el guión, apoyaba los golpes militares y el que llenó tradicionalmente los cines), con un principio y un final, y no en el muchas veces indescifrable esquema de un cine de prestigio abocado a narrar un momento determinado pero con falencias al contar una historia. Apuntando a dejar constancia de aquello ante nuevas generaciones, independiente de su acertada reconstrucción y una puesta tal vez demasiado tradicional.

Logrando balancear la densidad apabullante del tema (volvemos a apuntes tomados en la sala de Flores en que la vimos: así como la gente ríe con los chascarrillos puestos en el siempre Chiqui Darín que está muy bien en su desafío de encarnar al fiscal Strassera, queda muda ante los alegatos, que como ya dijimos bienvenida su reiteración para no olvidar), Mitre utiliza la fórmula de narrativa amable clásica hollywoodense que nos mostrará al niño que cumple acciones correspondientes a una persona de mayor edad, a la hija que sólo es objeto del celo paterno (rompe una relación porque su interés amoroso era una persona casada y no por ser un supuesto espía), a la madre inefable (Flechner alejada de sus papeles habituales, dejando un registro que quedará en la memoria como en su momento Alicia Bruzzo en Espérame mucho). También, el trabajo en equipo en el que un veterano fiscal se rodea y nutre de un equipo de jóvenes. Jóvenes de aquel 1984 en el que todo parecía posible, como el Moreno Ocampo del cada vez más solvente Peter Lanzani.

El resultado es de una repercusión notable, más allá de la campaña que la puso en consideración masiva y de sus valores de producción.

En un momento en que el revisionismo de casos de nuestra historia reciente parece ser patrimonio de youtubers (ver: Historias innecesarias de Damian Kuc, Revista Puaj! entre otros), es muy estimulante que una película los revise y rescate, generando un espacio para la reflexión. Volviendo a recargar esa relación entre público y obra proyectada.

En la Argentina tenemos algo con la memoria. Nos preocupa y es tema constante. En un país en el que el disenso no se tolera, es de valorar la intención de revisar la historia. Una historia se escribe todos los días.La historia del cine nacional también. Y Argentina, 1985 hace su contribución, desde el Cine, una de nuestras formas de expresión más destacadas en su siglo y pico de existencia.

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Raul Manrupe
Sitio Leedor

Investigador, Curador, Documentalista, Creativo, Gestor cultural