Disomnia, de Mark Raso: una distopía de Netflix con espíritu de cine de Clase B

miguel angel Silva
Leedor
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4 min readJun 10, 2021

“La emoción puede ser generada por personas dedicadas a conseguirlo, y hay algo positivo en el hecho de que la gente aún pueda, a pesar de todos los horrores reales del mundo, ser llevada hasta el grito por algo que es patentemente imposible. Algo que pueden conseguir el escritor o el director…si no tienen las manos atadas”.

Este párrafo está extraído del voluminoso ensayo sobre el terror que escribió Stephen King en 1981 llamado “Danza Macabra”. Lo menciono porque Disomnia (2021) de Mark Raso, entra en la categoría de historias que consigue llevarnos de las narices por un sube y baja de emociones — algunas rozando el gore — sin que nos preguntemos en lo descabellado que parece ser que la especie humana se extinga por la falta de sueño. De hecho suena más inverosímil aún pensar que esa anomalía en nuestro organismo la haya producido una explosión solar que provocó un desajuste en el sistema glinfático y, por extensión, en nuestro reloj biológico. Argumentos propios de las películas de ciencia ficción de los años 50. Pero lo curioso es que Raso lo consigue. Y lo consigue porque no tiene las manos atadas. Digo esto porque hay escenas de violencia extrema, cerebros a la vista, cráneos pisoteados y matanzas el mejor estilo slasher de los 70. Porque si hay algo positivo en todo este confuso cóctel de géneros es precisamente eso: la mezcla de tópicos que cautivó a generaciones de amantes del terror, y lo hace desde un punto de vista lúdico y totalmente honesto.

Disomnia es una pequeña y verdadera joya más acorde para estar entre los viejos y queribles VHS que competían en los anaqueles del video club junto a Halloween (1978), de John Carpenter; Viernes 13 (1980), de Sean Cunningham; Pesadilla en Elm Street (1984), de Wes Craven, — muy acorde para equilibrar el argumento de la película que nos ocupa — o junto a clásicos como La Guerra de los Mundos (1953), de Byron Haskin; Los Usurpadores de Cuerpos (1956), de Don Siegel o la insuperable serie televisiva La Dimensión Desconocida (1959), de Rod Sterling. Tanto es así que hasta la fotografía de Alan Poon remite, con sus colores apagados y ocres, a las cintas de video de los años 80.

El argumento es sencillo y provocador. Mark Raso se juntó con su hermano Joseph y, basados en una historia de Gregory Poirier, se preguntaron: ¿qué pasaría si…nadie pudiese dormir? Un argumento que ya tuvo otros interrogantes de este tipo. No olvidemos a Bird Box (2018), de Susanne Bier, con Sandra Bulock — ¿Qué pasaría si no puedes ver? — o Un Lugar en Silencio (2018), de John Kransinski — ¿Qué pasaría si no puedes hacer ruido? — , solo por nombrar dos títulos recientes. En todos los casos, estos nuevos paradigmas abarcan a toda la Humanidad en un futuro post apocalíptico que nuestros héroes y heroínas tienen que transitar. Y Disomnia, lejos de estas superproducciones anteriores, es doblemente digna porque no apela a ninguno de los efectos especiales tan comunes hoy en día tan desproporcionados y pirotécnicos como aburridos.

Todo sucede en un pequeño pueblo — intuimos junto a los personajes de la historia que este fenómeno abarca a todo el planeta — y nunca se aleja del thriller puro y duro. A pesar de ser una película de ciencia ficción, todo se desenvuelve entre tiros de escopeta, cuchilladas, y algún que otro choque de autos. Cabe aclarar que todo elemento eléctrico o electrónico ha dejado de funcionar. Hay situaciones absurdas — todo hay que decirlo — que desde su seriedad conceptual dan risa, pero bueno, es esa atmósfera näif y juguetona la que le brinda cierto encanto.

Retomando esta problemática acuciante, para que la Humanidad no se extinga en tan solo una semana — en teoría es el tiempo en que toda persona sin dormir termina derrumbándose física y psicológicamente hasta la muerte— es necesario que exista un elemento que proporcione cierta esperanza. Y esa esperanza es la pequeña hija de Jill (Gina Rodríguez) que sí puede dormir. A raíz de esto, se entabla una lucha encarnizada entre su madre que quiere protegerla, la comunidad toda que quiere sacrificarla en un arrebato místico-religioso — muy parecido a lo que sucede en la película La Niebla (2007), de Frank Darabont — y la ciencia — personificada por la doctora Murphy (Jennifer Jason Leigh) — que quiere estudiarla para hallar una cura.

A pesar de ser una película menor y de bajo presupuesto, Disomnia tiene ese espíritu de cine de Clase B que va a ir creciendo con el tiempo debido a la gran cantidad y diversidad de subtextos que presenta. Una película hecha en plena pandemia, con una población que padece alteraciones de sueño y que demanda toneladas de somníferos y antidepresivos — en el film Jill es una adicta a los psicofármacos en proceso de rehabilitación — demuestra que la ficción — y el terror, por sobre todo — es un gran recurso para documentar la realidad de toda una sociedad en cada segmento de la Historia que le toca vivir, aunque lo haga desde un punto de vista lateral y de total entretenimiento.

Para cerrar, y volviendo a Stephen King, Disomnia hace presión en lo que el escritor de Maine llama los puntos fóbicos. Esos temores — y terrores — que todos tenemos: a la oscuridad, a los insectos, a las alturas, al dolor, a la muerte y, por supuesto, al no poder conciliar el sueño. Es por ello que el género de terror es, desde mi punto de vista, el más genuino de todos porque deja en carne viva todas las fobias que nos acorralan desde que somos seres humanos y que, por ello mismo, no podemos dejar de padecerlas.

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miguel angel Silva
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Redactor Especializado en Textos Literarios y en crítica de cine es columnista del portal Leedor.com.