Duna, de Denis Villeneuve. Imponente y épica mirada de un clásico de la ciencia ficción.

miguel angel Silva
Leedor
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4 min readNov 5, 2021

Sin ningún lugar a dudas, la película del año. Por la expectativa generada desde el 2016, pero también por su poderío visual — olvídense de batallas grandilocuentes, aquí la magnificencia está dada por paisajes de ensueño en donde desfilan artefactos aterradores — ; por la espectacularidad del sonido — nunca este efecto técnico estuvo tan enraizado con las imágenes y la historia — ; por la banda sonora de Hans Zimmer que amalgama los sonidos siniestros del espacio interestelar con las desgarradoras voces primitivas y ancestrales del desierto; por la fotografía densa y sepiada que nos sumerge de lleno en un mundo ardiente e infinito.

Esto en cuanto a sus aspectos técnicos. Ahora bien, todo este andamiaje tiene que sostener un contenido que lo iguale o lo supere; caso contrario todo resultaría un mero espectáculo de fuegos de artificio o una feria de vanidades.

Duna, la infinita saga literaria de Frank Herbert lo tiene, y es tan compleja y endemoniadamente difícil para condensarla en solo un par de horas, que tomarse el atrevimiento de hacerlo y llevarlo a buen puerto es digno de mérito. De hecho, el director canadiense Denis Villeneuve — La Llegada (2016), Blade Runner 2049 (2017), entre otras — tuvo la precaución de subtitularla con un Primera Parte. Precaución y osadía porque depende de cómo le vaya a Duna en el circuito comercial para que haya una continuación.

Obviando su más célebre predecesor y del que mucho se ha hablado — me refiero a Duna (1984), de David Lynch — , esta nueva versión nos hace recordar al Koyaanisqatsi (1982), de Godfrey Reggio, en donde la producción de Francis Ford Coppola nos anunciaba desde sus afiches: “Una Sensación Alucinante”. Duna lo es. Y paradójicamente los dos films nos muestran imágenes de desiertos inhabitados y surrealistas.

Pero vayamos a la historia en sí; una historia plagada de política, alianzas y traiciones. Todo muy en la línea de Star Wars. Pero con un condimento mucho más atractivo: la espera de un nuevo Mesías; un Elegido que habita en las creencias culturales de los habitantes de Arrakis — al que todos conocen como Duna — que va a venir a equilibrar al Universo todo; un nuevo Profeta del que también se habla en los vastos confines del Universo con el temor propio de los que verán su poder debilitado o incluso, aniquilado.

La saga literaria Duna consta de seis libros que el escritor estadounidense comenzó a escribir en 1965. Es una historia in media res que toma los acontecimientos que suceden alrededor del año 10 000, con la llegada de la Casa Artreides al planeta Arrakis. Este planeta se hallaba en manos de la Casa Harkonnen. Con un nuevo decreto imperial, estos invasores tienen que dejar de extraer la especia — un alicinógeno que se encuentra mezclado con las arenas del desierto y que actúa como un prolongador de la vida — para dejar paso a un nuevo administrador: Leto Artreides. A partir de aquí, la familia compuesta por su esposa Lady Jessica y su hijo Paul, comienzan una nueva vida, ya lejos de su mundo natal: Caladan.

Claro que no todo es tan amable como parece. Los habitantes de Arrakis — los Fremen — no solo se muestran hostiles a los nuevos colonizadores sino que les hacen saber que no esperen ninguna ayuda de su parte. La Casa anterior — los Harkonnen — eran brutales y sanguinarios. Por eso la suspicacia a esta nueva orden imperial que desalojan a unos usurpadores para traer a otros a seguir expoliando sus riquezas. Aunque es cierto que muchos de los habitantes de Duna vean al joven Paul Artreides como el posible Mesías que tanto están esperando. Una búsqueda milenaria que lleva a cabo una hermandad esotérica autoproclamada Bene Gesserit, de la que Lady Jessica forma parte. Claro que para saber eso tendremos que esperar la continuación. Es por eso que uno se queda con las ganas de seguir viendo como evoluciona la historia que, dicho sea de paso, pasa como un suspiro.

Duna (2021) es una obra que dividirá aguas y generará polémicas, como lo hacen las películas de Christopher Nolan, las de Terrence Mallick o del mismo Villeneuve. No olvidemos que muchos le dieron la espalda a obras de arte como lo fueron Blade Runner 2049 y La Llegada. Con este nuevo desafío seguramente ocurrirá lo mismo. Lo que sí es claro es que Duna es cine para ver en el cine. Como en su momento ir a ver Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), de Steven Spielberg era una verdadera fiesta para los sentidos, aquí sucede algo parecido. Detractores habrá siempre. Pero lo que hizo Villneuve, a través de un potente recorrido visual y auditivo que nos traslada a culturas del futuro que tienen un férreo anclaje en el pasado humano, es sencillamente abrumador. La cultura del Medio Oriente — por medio de los Fremen — tienen una fuerte presencia en cuanto a su rituales, sus vestimentas y su entorno. Y la especia, ese elemento que se forma por la descomposición de los gusanos gigantes del desierto no es otra cosa que un símbolo del petróleo, que tantas luchas económicas y de poder suceden hoy mismo, en nuestros días.

Con un reparto en donde brillan actores de la talla de Rebecca Ferguson como Lady Jessica, Timothée Chalamet como Paul Artreides, Javier Bardem como Stilgar — el líder de los Fremen — , Jason Momoa como Duncan Idaho y Stellan Skarsgard como Vladimir Ha — una especie de Coronel Kurz de Apocalypse Now (1979) — , Duna bien merece la segunda y hasta una tercera parte para seguir disfrutando de la épica creada por Frank Herbert para ver en pantalla grande y con sonido envolvente. Es decir, el cine en todo su esplendor.

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miguel angel Silva
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Redactor Especializado en Textos Literarios y en crítica de cine es columnista del portal Leedor.com.