El Brutalista.
El Brutalista.
“Vivimos tiempos extraños” podría decirse hoy. Palabras que Shakespeare le adjudica a Hamlet, pero, acaso hay alguna época que no lo sea?
Siempre los tiempos son extraños, porque siempre son únicos; quizás se perciba que algunas épocas son más estables, pensamiento que en verdad oculta que durante esos momentos también se cocinan los desastres posteriores. Es cierto que hay acontecimientos que tienen más visibilidad o que tienen mejor prensa.
La SHOÁ, es un hecho sin precedentes que sigue reverberando, sigue mandando mensajes al futuro, más allá de la cuantiosa y significativa pérdida de vidas humanas; el novedoso modo en que se produjo el exterminio, (no hay modo Éticamente aceptable) es lo que consterna, es que por primera vez se había puesto la tecnología (o sea, la instrumentalización de la razón) en el sentido moderno, (“tayloriano” o “fordiano” como guste llamarlo) en función de la muerte. Ha pasado poco menos de un siglo.
Hay que hacer una aclaración, el arquitecto húngaro László Tóth (Adrien Brodu) no estuvo en ningún campo, se fue antes… Estaba en Alemania en la escuela Bauhaus, pero se fue antes. Aclaración imprescindible ya que el análisis que se hace de la obra en el film consiste en la vivencia de los campos concentración, primer falacia; la segunda falacia del análisis, es que ningún registro habla de espacios metafísicos dentro de los campos, las salas de gas eran más bien bajos, todo los espacios eran hacinados, la visión de la iglesia y su altar excavado en la roca con su altar, un poliedro macizo de mármol de Carrara, en medio de un atrio circular; el conjunto rememora más bien a una fantasía medievalista o, (si se quiere) sobre el palacio de Micenas.
La película, de casi cuatro horas (3:45) relata…qué relata? Más bien aquí reside el problema; bien filmada, el preciosismo del arte tiene su pico en el gulash que comen hacia el final; bien montada (Dávid Jancsó) apellido homónimo del director húngaro, en definitiva. El film en su conjunto es eficiente, tan eficiente que deja dudas, y surge la pregunta de por qué semejante trabajo ficcional sobre un supuesto arquitecto emigrado.
Es cierto que Hungría dio al mundo extraordinarios arquitectos, fotógrafos y diseñadores, psicólogos e ingenieros, entre muchas profesiones e innumerables intelectuales; Budapest y sus cafés fueron testigos de gran parte de la intelectualidad de principios de siglo XX como Kodály, Bartók, Sándor Ferenczi, József Fischer, Viktor Olgyay, Gyula Halász, André Kertész, visitado por Freud o Melani Klein (1909–1919) o Lukács, y tantos otros, muchos que frente al “terror blanco” que tempranamente asoló a Hungría, provocando desplazamientos, pogroms y finalmente la emigración de mucha gente, entre ellos la de un joven Endre Ernő Friedmann, más tarde conocido como Robert Capa; por lo cual no es descabellado pensar un arquitecto formado en la Bauhaus de origen húngaro, un chiste popular dice que hay más húngaros en el extranjero que en Hungría, un chiste de doble sentido, ya que una gran parte de la comunidad húngara habita en Transilvania.
Sin embargo, el film no nos dice nada de esto, nos arrebata con una escena poco clara la realidad de que a Hungría la liberaron los soviéticos. También que los húngaros, junto a los croatas y rumanos, fueron batallones crueles que acataron gustosos las órdenes alemanas, silencio que también cae sobre el tratado de Trianón. Hoy la fachada de la sinagoga (la gran Sinagoga de Budapest) está llena de pequeñas placas de agradecimiento al ejército rojo, con flores siempre renovadas, cosa que tampoco nos muestra.
El film ni es Húngaro, ni su director, hasta donde pude ver, nada tiene que ver con Hungría, digo esto ya que alguien podría, de hecho se ha hecho, compararla con El pianista. Sin embargo y no hay que olvidar nunca que Polanski perdió a su madre en Auschwitz y su padre es uno de los contados sobrevivientes de Mauthausen-Gusen, siendo él mismo un sobreviviente. Viviendo él las calles y haciéndose pasar por católico, Roman Polanski sobrevivió a las persecuciones; no hay punto de comparación entre un film y otro, con lo cual mi perplejidad sigue. Por qué Brady Corbet querría hacer un film tan intimamente ligado a la comunidad húngara?, después de cuatro horas de escuchar hablar e insultar en húngaro mi duda sigue en pie.
Es claro que no es un film sobre arquitectura, aunque hace todo lo posible en ocultarlo, la obra que se muestra, el centro de gravedad de la película, no es la obra de un arquitecto, ni alguien que paso por la Bauhaus; ningún arquitecto ni húngaro ni de la Bauhaus hizo semejante despropósito como la obra que supuestamente propone Tóth; incluso, la obra de Erich Mendelsohn, es mas pequeña, con escala humana; digo esto ya que las fotos que se ven en la película bien podrían ser del arquitecto alemán (retocadas). El mobiliario también tiene ese devenir extraño.
Desde el 2010 Fidezs (Fidesz-Magyar Polgári Szövetség) un partido de extrema derecha, en alianza con el partido Popular demócrata cristiana (KDNP), y elementos neonazis Jobbik (Jobbik Magyarországért Mozgalom) gobierna Hungría hace 22 años, con un proceso parecido al que ocurre en Argentina en la actualidad, con lo cual, hace observable la pregunta sobre que tienen que ver un falso documental sobre un húngaro en EEUU, en el momento del triunfo de Trump y un ascenso generalizado de la ultraderecha a nivel mundial.
Los falsos documentales tienen larga historia, desde el rockumental hasta los trabajos de Herzog, ponen en duda la relación entre realidad y ficción, de como el documento siempre es sesgado y de como la ficción se puede hacer cargo de la realidad. Es crucial en el biopic falso la importancia de cada detalle, ya que es un constructo ideal, por lo cual, cada cosa que se hace o se dice, cada locación, ausencias o presencias son de suma importancia, son significativas.
Solo un maniqueismo ramplón asocia al capitalista Harrison Lee Van Buren, interpretado por Guy Pearce, con Trump, (a los europeos les encanta ver lo miserables que son los millonarios norteamericanos, olvidándose de los suyos propios), pero lo que parece que dijo de la miseria capitalista es una crítica a medias ya que todas las aparentes arbitrariedades, brutales, obscenas y vejatorias del personaje se explican de modo repugnante, pero se explican; con lo cual, incluso la desaparición del mismo cuando es confrontado, tiene cierta “dignidad”. Así el film más bien es un caballo de Troya, veamos algunas cosas.
La figura del amigo afroamericano que Lazslo hace en las calles de la mendicida, lo introduce en la heroína. Y en una escena que no resulta nada agradable muestra el free jazz como un conjunto demencial de drogas y contorsiones…. o sea, tenemos a los judíos haciendo cosas de judíos, los “negros” haciendo cosas de negros (suministrando drogas y viviendo de la inteligencia de otros); en fin, un desfile de clichés.
¿Para qué? Diria mi amigo Carranza.
Finalmentela critica en general reza más o menos así: un film de arquitectura que nada tiene que ver con la arquitectura; sin embargo se están pasando por alto los dichos del presidente argentino diciendo la arquitectura comunista es fea.
El film parece confirmar todas las frases que ya conocemos de la ultraderecha: hay que sacrificarse primero, ser rico tiene costo y hay que pagarlo; la visión arquetípica (burdo cliché) de las culturas.
PD: obviamente que 4 horas da para mucho, y un punto no menor, es la violación (sexual) que Buren comente sobre Lázslo, pasaje que merece un artículo en si mismo,