El gran escape
Todo se reduce a un gran escape. Es Ley Universal. El tiempo fluye y huye y de ese modo nos arrastra a todos y cuando digo todos me refiero a todos, animados e inanimados. Ya el nacimiento es un escape, un escape de la nada hacia un mundo que parece llenarse del todo, para luego, en la muerte, volver a escapar hacia esa gran nada. Cada segundo escapamos del pasado, que nos persigue eternamente seduciéndonos con su historia edulcorada donde sabemos acecha el remordimiento. Miramos hacia el futuro y como Tántalo se nos escurre de entre las manos y en su mirada mortal de Medusa nos convierte en carne del pasado, condenándonos a un eterno presente que parece inmóvil.
El gran escape, así se llamaba una película alucinante de la década del 60, con Steve McQueen como protagonista, con actores como Charles Bronson y James Coburn, el trío más mentado en películas de acción de aquella época. La historia era simple pero atractiva, un grupo de prisioneros de guerra en un campo de concentración nazi que planean una fuga; el resultado no es el necesariamente esperado y la historia queda plagada de drama con algún atisbo de esperanza. Porque, al fin y al cabo ¿qué es la esperanza sino otra forma de escape? ¿no es acaso una fuga de una situación complicada en donde la única salida es la posibilidad de huir?
Las letras se suceden una tras otra, una linealidad que intenta generar sentidos agrupados en palabras o en frases. Pero siempre hacia adelante, escapando de la página en blanco, huyendo del comienzo del renglón; al menos aspira a llegar hasta al punto y seguido, agotado (como decía Aurora Venturini, que la agotaban las comas y los signos de puntuación). Hay una huida notable en el acto de la escritura, escritores y lectores son perseguidos por los caracteres que quedaron detrás, por los sentidos que esos caracteres dispararon, que se conjugan en una esperanza por encontrar un lugar de sosiego aunque más no sea sintáctico.
Douglas Hofdstater decía que la conciencia era una ilusión, una propiedad emergente de la interacción de millones de neuronas, un truco del cerebro debido a que al cerebro no le conviene que el propio cerebro sepa cómo es su funcionamiento. Paradójicamente la conciencia puede ser vista, desde esta perspectiva, como una fuga hacia la ignorancia, como un resguardo evolutivo para la cruel verdad del azar y la nada. Nada escapa a la nada y tal vez toda fuga sea vana pero a la vez irrefrenable. Desde el momento en que nos sentimos atrapados y esa sensación parece una constante, huimos para adelante, hacia lo desconocido, porque más vale bueno por conocer que malo conocido.
Volvamos al comienzo y pongámonos cosmológicos. Si observamos las 4 fuerzas que rigen al Universo, a saber la Gravedad, la Fuerza Nuclear Débil, el Electromagnetismo y la Interacción Nuclear Fuerte vamos a darnos cuenta, aún sin entender ni por qué sucede ni mucho menos las matemáticas que las justifican, que las 4 son fuerzas de atracción. Pareciera que la materia, en cualquiera de sus formas, tiende a escaparse y eso se concluye a partir de que sin esas 4 Fuerzas, la materia no se podría juntar. La materia se rebela y a la mínima oportunidad se escapa, se requiere un Cancerbero férreo de 4 cabezas para tenerla a raya.
Cuando Paco Urondo estuvo preso escribió “la única irreal es la reja” y señaló de ese modo que las certezas están a ambos lados y que uno solo de esos lados era el deseado. Alguna vez leí que en la vieja cárcel de Devoto había una pintada dentro del penal que decía “carcelero, vos también sos prisionero” y la realidad es que tanto presos como guardiacárceles quieren escapar de ese lugar. Por lo pronto yo me tomo el piróscafo y haciendo mutis por el foro me pego el raje y voy abandonando este grato diálogo en silencio. Para no exagerar y escapar también de este silencio incómodo, les dejo este temazo de AC/DC titulado “Fuga de la Prisión”.