El juicio
Desde los años 70 del siglo XX, con pensadores como Lyotard, se vienen constituyendo varias ideas sobre las grandes narrativas o metanarrativas.
Todo coagula masivamente en la primera década del siglo XXI en lo que se ha dado en llamar post verdad algo, que a mi juicio, es algo parecido a la inteligencia artificial: tiene los mismos adalides. Con premisas tales domo que los universales son incompatibles con las metanarrativas antes mencionadas, la post verdad abrió paso a una suerte de permiso a que el mundo (o realidad) es libremente interpretable por quien quiera.
La cuestión es, como siempre, la diferencia entre el ámbito de la doxa y del logos, o entre una discusión de carácter académico y cómo llega éste al ámbito de la doxa, no para transformarlo sino para mantener el status quo. Y de esto había advertido Foucault, o Derrida cuando dice que el texto depende del contexto.
En literatura, se puede decir que Maurice Druon con su saga de los reyes malditos, o escritores de la talla de Robert Graves (Yo, Claudio, I, Claudiu, 1934); Marguerite Yourcenar (Memorias de Adriano, Mémoires d’Hadrien,1951) o Gore Vidal (Juliano el Apóstata,1964) entre otros, popularizaron la novela histórica. Pero de manera subterfugia, desde el romanticismo del S XIX, o sea desde el “renacer de las identidades nacionales” (no olvidar que el SXIX “inventa” la Edad Media)[1], l con Wagner que ve en Monmouth (1100–11559) y Malory (1416–1471) al mito artúrico como constituyente del ser nacional, una narrativa que cada vez más va ir mezclando el mito con la realidad y la fantasía; con adalides como Lovecraft, o Tolkien éste último quien una vez mas reinventara la Edad Media para nuestro presente.
En el cine, y con una obra imposible de encasillar, Herzog pone en cuestión las ideas de Verdad y Realidad.
El documental siempre tuvo dos coordenadas críticas: una, la verdad y la otra, la realidad. Aunque para ciertos positivistas, una y otra son lo mismo, para otros, en el documental se puede manipular la realidad pero jamás la verdad. Un extremo de este problema es el cinema verité, donde supuestamente se debía “transparentar” el proceso de producción (por ejemplo no ocultar la cámara ni montar el encuentro con el otro) y el otro extremo es el de los supuesto documentales de History Chanel.
Sin embargo, en ambos, el anhelo es que hay una verdad que no puede ser cuestionada, la discusión entonces, no era en torno a la verdad sino a la realidad, mientras que la verdad era una y solo una, un absoluto.
La caída de las grandes narrativas abre paso a pensar que la verdad también es una construcción, lecturas simplificadas de Kuhn o de Feyerabend ponen en dominio público este problema, que Herzog sabe trabajar de manera brillante.
Si tanto la verdad como la realidad son construcciones, se borra toda distancia entre ficción y documental y aquí viene el problema que atañe al film El Juicio, o mejor dicho la responsabilidad que sobrevuela este documental que en tiempos de la llamada post verdad, debe encarar la terrible tarea de mostrarnos el juicio que en Argentina se llevó a cabo en el año 1985 a la junta militar que gobernó el país entre el 24 de Marzo 1976 hasta su estrepitosa caída, tras el fracaso de su “gesta” aventura y patriotera de recuperación de Malvinas, mascarada frente al incremento de las luchas sociales en diciembre de 1983.
Las prácticas de desaparicion, tortura y fusilamiento no eran nuevas, ni en el país ni en el mundo, lo nuevo erra la masividad y brutalidad del ensañamiento que, sin discriminación alguna, pesó sobre niños hombres y mujeres. El robo de propiedades, alhajas, empresas y capital y, finalmente lo más doloroso, junto con la desaparición de personas (enterradas sin nombre, enterradas en tachos de fuel oil otros arrojadas desde aviones al Río de la Plata) fue el el robo de niños.
Cómo mostrar semejante barbaridad, cómo mostrar semejante horror sin que sangren las pupilas, sin tener arcadas o salir de la proyeccion sin completar el visionado. Alain Resnais y Chris Marker lo habían logrado en NN. También Ulises de la Orden y Alberto Ponce, director y montajista, desde otro registro, obviamente y por suerte, lo logran.
En un mundo en el que cierta inteligenzia se regodea con denominarlos como post verdad, donde reina el Docu soap, el docudrama, por los puntos de vista subjetivos que mas que subjetivos son caprichosos, autocomplacientes, faltos de estudio, el descomunal trabajo que hacen De la orden y Alberto Ponce, no solo es loable sino de prima importancia, recuperar el documental como tal y proponernos 177 minutos de tensión donde podemos observar lo sucedido sin intervención alguna mas que el montaje, que permite salir del caos de la realidad por la realidad misma, es creo yo un hecho de gran valentia.
El Documental está armado en tópicos que permiten recorrer y no sólo ordenar sino salir del tedio del esquematismo de lo puramente lineal, lo que permite comprender tematicamente las distintas atrocidades que durante el mando de la junta militar sufrieron los detenidos y que cometieron sus subordinados.
Otro de los grandes méritos del film es que sin el agregado de ninguna dramatización y por obra sólo del montaje, cuyo mérito es inigualable, hace casi penetraciones subjetivas en los diferentes actores del juicio, tanto de los fiscales, como de los abogados defensores, los jueces y por supuesto de los acusados. Cortes de gran precision permiten una continuidad entre una voz y otra, también el trabajo de continuidad es notable.
Para terminar, dos comentarios comparativos, en Argentina 1985 se utiliza la misma declaración para el cierre y es cierto que es la más conocida, sin embargo, en 1985 al desaparecer casi todos los otros testimonios, quedan en un lugar relevante como si por ese testimonio único se hubiera ganado el juicio, mientras que en el film de De la Orden el testimonio es un cierre donde se muestra que la brutalidad de las bandas que perpetraban los secuestros y torturaban era un caótico circo del horror, pero en definitiva no es mas ni menos, que lo que sucedia a diario en esos campos clandestinos de detención forzada.
Por otra parte, El juicio tiene múltiples escenas que permiten la reflexión filosófica, psicológica y sociológica; es y será una gran herramienta para los docentes que quieran mostrar los testimonios de unos y otros, los rostros, de los victimarios principales y sus abogados.
Bienvenidos a la Verdad.
[1] Marc Bloch, Introducción a la Historia (original en francés Apologie pour l’histoire ou métier d’historien), escrito en 1941 y publicado en 1949