El libro de los Jueces
En los círculos doctos del cine se dice que en el fondo no hay diferencia entre documental y ficción; esto se justifica en una máxima que podría rezar: “toda obra es producto (documental) de su época”. Otra infinidad de cuestiones avalan esta idea sin embargo, hay un supuesto que sería infranqueable, último bastión en defensa del Documental tal que género puro y es aquello que se considera por Verdad a lo que se enuncia como verdadero.
El documental ES en cuanto no cabría posibilidad de “tocar” la Verdad, en su cruce con la Realidad.
Desde aquellas viejas discusiones en torno a la imagen fotográfica, la Verdad y Realidad, se sabe que la Realidad y su percepción se determina por el paradigma en el que se desenvuelven. Contrariamente a eso de que la última verdad es la realidad, hoy estaríamos de acuerdo con que la realidad también está determinada por condiciones epocales y formales: desde las lentes hasta los cortes, la eleccion de planos; hoy la digitalización inclusive, hacen al sentido y alejan la idea romántica del cinema verité.
A diferencia de las últimas noticias que nos llegan de El Salvador, su presidente Nayib Bukele y sus cárceles masivas que supuestamente existen para albergar solamente a personas que participaron de los Mara, el trabajo de Matías Scarvacila nos muestra el lado amable de la institución carcelaria en la Argentina, al tiempo que nos propone una contracara de la serie de Sebastián Ortega, El Marginal (Netflix, 2016); la intención de Scarvacila se afirma en un film anterior Los cuerpos débiles, codirigido junto a Diego Gachassin, que aborda casi el mismo problema y también lo legitima: ¿la cárcel como sisitema punitivo o la cárcel como vehículo de reinserción social?.
El título es esclarecedor: El Libro de los Jueces es un libro del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo. En la Biblia se encuentra ubicado entre el Libro de Josué y el Libro de Ruth. El texto nos cuenta el período que abarca desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de Samuel. Un tiempo en que el pueblo elegido ha abandonado su vida nómada se instala como agricultores consecuentemente. Es un período de cierta anarquia en el que los Jueces o Libertadores, aquellos que sacaron al pueblo de la esclavitud, cobran relevancia aunque ningún juez llegó a ser jefe supremo porque su función no es lograr la unidad sino solventar un problema puntual: la unificación definitiva que habrá de esperar la llegada de los Reyes, o sea ¿diria Scarvacila que los jueces que el presenta son aquellos jueces míticos que ante la falta de reyes (gobierno) son los que hacen posible la coexistencia?
Si El Marginal, se constituía como una suerte de delirio excesivo; el trabajo de Matías Scarvacila tiene el mérito de la distancia, del bajo ruido visual, de proponernos un sistema carcelario distinto, tanto en la fotografía como en las acciones. Nada despunta, el subrayado de la personalidad de uno de los jueces (Walter Saettone) introduciéndonos en su vida privada, resulta innecesario, como si hubiese sido necesario mostrar en imágenes las contradicciones del sistema en donde trabajan. Este desbalance entre realidad, supuestos e imaginario vuelve al documental en una suerte de propaganda de la nueva política carcelaria: todo está limpio, todo está en orden, incluso una prisión superpoblada tiene un alegre aire de camaradería.
Quizás dentro de poco, el cine Argentino, nos podrá dar una de esas películas que pueda equilibrar la balanza entre una buena historia ficcional al tiempo que nos pueda contar la Verdad sobre las cárceles, su sistema, los buenos y los malos o los no tan malos, o los buenos que se volvieron malos, una suerte de complejidad que está declamada en el film de Scarvacila pero no mostrada.
Finalmente, y como siempre, a mi criterio, obvio, falta en la ecuación los componentes económicos, incluso los ideológicos de las propuestas, no solamente desde una perspectiva humanitaria, sino un planteo serio sobre a qué tipo de país sirven uno y otro proyecto carcelario.