El piso del viento
El vínculo entre el texto poético de Gloria Peirano y la pericia documental de Gustavo Fontán construye en El piso del viento un dispositivo para pensar cómo un espacio es más que un espacio.
El disparador de la película, y la consigna evidente, consiste en invitar a una serie de personas, mayormente amigos de la pareja realizadora, para ver qué sienten adentro de ese lugar vacío, blanco, recien arreglada, y qué hacen o dicen frente a cámara. Aunque sus respuestas son diversas y se despliegan más en un recupero de emociones, recuerdos o reflexiones, de la suma de todas ellas resulta que un espacio parece ser el ámbito de encuentro para pensarnos en relación al hogar, la casa, la pareja o el amor. Un combo imbatible y una tesis posible que en definitiva nos constituye.
Un documental de creación que tiene aire de experimentación, más apegado a la idea de evidenciar un proceso de investigación donde las personas son sorprendidas por un lugar encantador. “Parece una casa de duendes”, dice una. Definiciones sobre los objetos de esa casa: las puertas, las ventanas, el lugar donde iría la cama, el baño, la terraza, todos esos rincones que hacen a una casa, junto con imaginar qué cosas habitarán en ellos o los modos en que se habitarán.
El universo Fontan es un universo ya de por sí poético que está desarrollado en todos sus films anteriores, el aporte de su codirectora Gloria Peirano creo que lo lleva hacia un lugar más literario que visual, aín cuando la adaptacion de El limonero real de Saer es un hito en su filmografía . En la unión está la fuerza amorosa de una pareja que se homenajea a sí misma, además.
El verso final bellisimo e inolvidable, lo demuestra “Cada uno de nosotros tendría que caminar con aquel a quien debería, por su bien, perdonarle el daño, perdonarle el amor”.
