Nosferatu de Robert Eggers: El vampiro es un sujeto tan resbaladizo…
La novela de Bram Stoker plantea una serie de cuestiones sumamente interesantes, tanto desde lo puramente literario, es decir de su autoría y fuentes o su anacrónica estructura epistolar, como la total ausencia en referencia a la génesis del texto. Principalmente porque sus supuestas fuentes tienen serios problemas epistemológico-históricos.
La ficción puede crear realidad. Dicho así parece una obviedad; un buen ejemplo de esto es lo que alguna vez Fellini dijo que a Roma la había creado él, refiriéndose al efecto que La Dolce vita había producido en el imaginario mundial sobre esa ciudad, y por ende sobre la ciudad misma y sus habitantes. También es un buen ejemplo la broma sobre la existencia real del Necronomicón que los estudiantes de literatura levantan pero que muchos creen real.
El tema está muy estudiado, pero también está rodeado de infinitos “mitos”, de “chimentos” incomprobables. Mezclas y sutiles distorsiones hace que muchas veces sea dificultoso discernir la manipulación de datos, de lo históricamente cierto o veraz. Como ejemplo se podría citar el del cuadro de Munch: El Beso, pintura aparentemente renombrada por Stanislaw Przybyszewski como El vampiro, (temática bastante alejada de los intereses del pintor, aunque su relación con la sangre (la tuberculosis de la amada) produzca finalmente imágenes que solo son convergentes). Sin embargo y sin matizar peros, algún que otro “vampirólogo” incluye el cuadro en su historia de los vampiros. Ya Bachelard llamaba la atención sobre que aparentes homologías esconden grandes diferencias epistemológicas, como el concepto de átomo en la antigua Grecia y el del mundo moderno (Bachelard, Epistemología).
La disputa entre religión y ciencia, de larga data, tuvo un intento de solución en el dúplex veritas, allá por el SXIII. En la actualidad, la dualidad religión-ciencia pasó a ser la del conocimiento científico y la subjetividad irracional; ya no es religión vs. ateísmo, sino consenso vs. paranoia (terraplanismo, anti-vacunas y confabulaciones varias).
Es cierto que desde el libro de Stoker, y todas sus versiones sean autorizadas o no, llámense éstos: Drácula, Nosferatu, Blade o cualquier otro de todos sus sucedáneos tanto literarios, teatrales o fílmicos, siempre en un “proyecto” de naturalización, desde el film autríaco La muerte de Drakula (Drakula halála, Károly Lajthay, Au, 1921) hasta la más reciente Nosferatu de Robert Eggers plantean de modo subyacente el problema de la verdad científica vs la verdad de los mitos; sin embargo, nunca había sido puesto en cuestión el Discurso de Verdad como ahora; es decir, nadie pensaba que Van Helsing hacia hechicería, más bien, a través de la ciencia y sus métodos conoce el mito, y en todo caso era una crítica a la soberbia de quienes creían hacer uso de la ciencia y perdían así la posibilidad de entender cosas que estaban fuera del universo por él descrito. Quizás uno de los grandes aportes de la cultura pop es haberle dado entidad a toda idea conspirativa, no solamente a Dracula, a la imagen de Ácuaman hablando en Naciones Unida con su traje de rey Tritón, ¿no es una imagen de la realidad?.
Robert Neil Eggers, (NY, 7 de julio, 1983, La bruja,2015; El Faro, 2019; El hombre del norte, 2022); nos presenta una nueva visión de texto vampírico, que tiene el mérito de querer superponer o visibilizar (depende del marco teórico) las diversas capas con que fue construido dicho texto. Lo que en principio parece un proyecto interesante, finalmente tiene una impromta de pseudo footage en el que las diferentes texturas no terminan de construir una narración homogénea, como el del personaje de Van Helsing, para el qu no se sabe bien si la actuación de Willem Dafoe es en clave trágica o de comedia, y es quizás en él, en papel Dafoe, donde se pueda apreciar un nudo problemático de la historia.
Al personaje de Van Helsing le dio rostro Peter Cushing entre otros, pero él supo coagular la imagen de un científico racional, incluso su creencia en la fuerzas del mal es racional, (no por casualidad le dio cuerpo también a Sherlok Holmes), el Helsing de Eggers es burlón, sabe que está fuera del sistema de saber vigente; el más interesante, a mi juicio, sigue siendo el Dr. Bulwer en el film de Murnau, un personaje trágico, al final de su vida sabe que hay fuerzas fuera de su alcance; Dafoe mas bien parece un gnomo burlón, un ser tan exótico, en definitiva, como el conde Orlok. Mientras que Bulwer duda, se pregunta, y no puede dormir, el de Eggers, sabe…. Es cínico, parece divertirse en ver cómo el monstruo visibiliza la crisis de los matrimonios (tanto el de Mina como el de Lisa) que es en definitiva el matrimonio burgués.
Eggers maneja muy bien la subjetividad, su film La Bruja es un gran trabajo sobre las trampas de la mirada, sobre la mente intoxicada de prejuicios, también en El Faro, explora la locura del encierro, quizás efecto de la pandemia. Todos condimentos que hacen viable la idea de un posible Nosferatu.
Es cierto que Eggers era ficha cantada, pero Eggers es Norteamericano y finalmente se ve, o mejor dicho, hace, entre tras cosas, que la “corriente” erótica entre el monstruo y Mina sólo sea declamatoria, que el personaje del monstruo se acerque en lo visual y conceptualmente, al personaje del libro de Stoker, o sea, un viejo abusivo mas que seductor, es un violador, o en el que la seducción se torna abuso, el misterio del deseo sexual se troca en culpa mortal anclado en algún abuso primigenio que oscurece la totalidad de la existencia (simplifica del problema de la violación) y, aunque sigue siendo un factor importante, queda relegado a un segundo plano un tanto inexplicable (seguramente para no incomodar mucho).
Si en Murnau estaba claro la desesperación de Orlok, cosa que el Nosferatu de Hezog subraya y a lo que yo agregaría, que en ambas historias, todos quieren morir, la mujer, el médico, Orlok, salvo Jonathan Harker; en Eggers todo se confunde, quedando un film donde todo no existen relieves ni pliegues.
En estos días, apareció una caja con un vinilo, un cd y un casete, con la banda sonora de la película; el vinilo de material translúcido parece haber sido fundido con sangre; vaya mercadotecnia; y sí, como he dicho, el film de Eggers es más bien un producto que relanza (como tantas veces antes) la vampiromanía. Sin embargo, ahora con otro componente: un producto necrótico para la tribu que se autodenomina “Gótica”, un film que revela poco más que el objetivo de vender memorabilias o colectables.
Sin embargo y para terminar (hay más “tela para cortar”), hay un punto donde esta película se cruza con Pobres Criaturas (Poor Things, Yorgos Lanthimos, UK,EEUU, Ir, 2023) y es por el público al que está dirigido: jóvenes que se perciben afectados por algún hecho terrible (sea imaginario o no) de su pasado; y ésto es sólo una hipótesis: si antes ser revolucionario era la ficción que constituía al ser joven, ahora el haber sufrido algún tipo de abuso (imaginario o no) es condición necesaria (huella) para la constitución a este nuevo sujeto.