Espiral, el juego del miedo continúa. Hasta cuando?

Csaba Herke
Sitio Leedor
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6 min readSep 6, 2021

Puedo hacer una larga lista de cosas que me tienen absolutamente sin cuidado: Juego de tronos me resulta insoportablemente aburrida, como también Witcher (Serie polaco americana, transmitida por Netflix)o cualquier subproducto del Señor de los anillos (J.R.R. Tolkien, Sudáfrica 1892-UK 1972) que leí recluido en mi departamento durante una semana. Y si me pareció querible el intento de Ralph Bakshi, (Ralph Bakshi, Haifa, 1938) actualmente todas sus versiones me resultan soporíferas, incluido Fritz el Gato (Fritz the cat, Ralph Bakshi, EEUU, 1972), que sólo podía asustar en las épocas de penalización de la marihuana y los comienzos de la llamada revolución sexual principalmente posibilitado por la creación de las pastillas anticonceptivas o el acceso masivo de la anticoncepción farmacológica.

Entre esas cosas que me tienen sin cuidado, lo más próximo que estuve del film Juegos de miedo es un muñeco de peluche para llavero del Jigsaw que me resultaba super simpático. Terminé comprando un chucky pero obviamente al de “la novia de Chucky”, un ser verdaderamente gracioso y autoconsciente.

Todo folleto iniciático sobre el cine nos explica que una de las principales características del cine de terror es la introducción del espectador dentro del universo de la Ética.

Ya la Odisea nos enseña que el monstruo, (cíclope) siempre habita en el exterior y no es un ser social como el humano. También en un texto bastante anterior, el “Cantar de Gilgamesh” lo monstruoso debe ser eliminado en la adolescencia.

Antiguamente las Navidades eran un momento de premio y castigo, el Krampus se llevaba a los niños que se habían comportado mal; pero nadie cree ya ni en Papá Noel, ni en Santa Claus, ni en el Krampus; ¿cómo instalar valores Éticos y Morales en un mundo laico, cómo pensar el bien si no hay castigo alguno del mal, se pregunta D’Annunzio en “El inocente” (L’innocente, D’Annunzio, Gabriele, Italia, 1863–1938)

D´Annunzio aristócrata y militar, partícipe necesario de las futuras ideas fascistas de Benito Mussolini, se pregunta sobre los alcances de la ley en un mundo sin Dios. Es interesante ver la versión filmada por Visconti, un comunista, aún siendo también proveniente de la más rancia aristocracia italiana (L’innocente, Luchino Visconti, Italia, 1976)

El resultado de esta pregunta es quizás el propio género policial y el de terror, su conjugación es Juegos de miedo.

Detrás de lo que parece un despropósito de trozos de seres humanos, en definitiva, está la búsqueda de que el mal tenga castigo.

Todos deseamos que lo que consideramos mal o malo en algun momento, o mensajero de ese mal, tenga su debido castigo, incluso a costa de “sacar lo peor” de nuestra alma, de todo aquello reprimido y que en situaciones normales uno repudia. El problema acontece cuando una sala llena de jóvenes, o no tan jóvenes, aplauden desaforadamente la llamada “justicia por mano propia”.

La primera vez que me percaté de esto fue en el estreno de “Una historia violenta”. Mi asombro mayúsculo frente a los aplausos del público, en la tan conocida escena del bar, donde el padre de familia que castiga a su hijo por violento, muele a palos a dos criminales. Cronenberg, en realidad, y es de lo que el público en general no se percata, es que él pone a prueba hasta dónde llegan nuestros ideales Éticos y acciones Morales.

Al Juez Zaffaroni, (Eugenio Raúl Zaffaroni, Buenos aires 1940, ex Juez de la Corte Suprema de la Nación) alguna vez, de manera obviamente capciosa, le pregunta un periodista, ¿qué haría usted, si violasen delante suyo a su hermana? Zaffaroni, respondió : menos mal que no me encuentro en esa situacion y espero no encontrarme nunca. Veamos el significado de estas palabras y cómo se relaciona con nuestra película.

Antes que nada recordemos que desde siempre, como sucede en el film comercializado como Se7en por ejemplo, (Seven, David Fincher, EEUU, 1995) para los noventa, el cine nos suele poner frente al dilema que a propósito de dicho film y de manera maliciosa, le hacen al Juez Zaffaroni. Este tipo de cine, estas narraciones, nos remarcan que inevitablemente, frente a una suerte de mal absoluto, en algún momento, nos encontraremos bajo la disyuntiva de ser victimarios para remediar el mal, que las dos posiciones (víctima y victimario) son irreductibles a la condición humana.

La respuesta del juez nos propone otra lógica, y es la siguiente: una vez llegado el horror, nadie puede, ya lo sabía Kant, prever los actos, decidir una moral a priori. Para eso está la ley.

En casi toda historia, el conflicto central o, dicho de otro modo, el conflicto que mueve un historia es en general el conflicto entre ética y moral, o hilando más fino, las consecuencias de dicho conflicto.

El qué debo hacer? y el ¿qué voy a hacer? resultan en un conflicto sincrónico con consecuencias diacrónicas. Nunca se terminan las cosas donde se cree que se termina.

Por otra parte, el éxito de nuestra educación platónica se recuesta en una cuestión de carácter prosaico: en el incomprensible mundo donde nunca sucede lo que uno espera que suceda, la esperanza que, en definitiva, haya un orden subyacente, un sentido, que aquello que entendemos como justicia se realice.

A esta incomprensión los antiguos la llamaban destino ciego o incluso Moira, otros más adelante encontraron una justificación en D´s, pero siempre debiendo arreglar sus teorías a la imposibilidad, finalmente de explicar lo inexplicable.

Si no hay dios, si no hay destino, no hay porvenir, ¿cómo saber si nuestra conducta es correcta?

Aquí es donde entra en cortocircuito la noción de derecho y de justicia, que no es más que una forma legal de la relacion entre etica y moral.

Ante la percepción de que el mundo es injusto, por lo cual la ley se promulga y acciona de manera discrecional, al hombre común, no le queda otra que en el espacio platónico por antonomasia, (el cine o la pantalla) se realice lo que en su vida real no puede, no se atreve o directamente es imposible.

Algo paradójico sucedió en EEUU cuando fue golpeada por los atentados del 11 de septiembre, la pregunta era ¿dónde estaba superman?. Esta pregunta no significa confundir realidad con fantasía, sino la falta de ejercicio de que la relación entre ética y moral es sumamente compleja, y que los actos morales activan miles de consecuencias futuras imposibles de prever.

Por este motivo la premisa del ser bueno a priori, que parece banal y pasada de moda se contrapone radicalmente a la idea tan instalada en la actualidad que el derecho, o sea la ley, sólo sirve a los corruptos.

No hay que olvidar nunca que uno de los grandes “motivos” del discurso del Nazismo fue la corrupción y el caos de la república de Weimar, la lentitud en la aplicación de la ley obligaba a las personas a tomar en sus manos la aplicación de la justicia. Esto se puede ver en M el Vampiro (el Vampiro de Dusseldorf, Fritz Lang, Alemania, 1931) con guión de Thea von Harbou, considerada como un film protonazi. El film cuenta el dilema de una sociedad agredida por un pedófilo, que ante la ausencia de solución en el estado, débil, plagado de burocracia, y de empleados rayando la oligofrenia, encuentra la solución al su mal en el gremio de los ladrones.

La fórmula de Von Harbou, posterior militante del partido nacional socialista, se replica infinitamente en estos filmes. Hay un punto, origen del mal, un crimen inconmensurable e imperdonable que dispara la venganza ciega de una persona que podría tranquilamente ser un ángel de la muerte o vengador, alguien que en definitiva lleva paz y seguridad a las cosas comunes, cargando él en su cuerpo mismo el sacrificio que nosotros los seres comunes por miedo a la ley no podemos hacer.

Nadie está libre de culpas, unos por haberse sometido a la corrupción, otros por llevar adelante una ley brutal que los margina de la sociedad. Este cine, en lugar de buscar y encontrar espacios de encuentro para que una sociedad entienda los mecanismos de la violencia y el odio, lo único que nos muestra es que el único modo de preservar el status quo es apagando fuego con fuego, purgando de forma violenta. Porque, como dije, nadie está libre de culpa.

Si el Saw era producto de lo que se percibía como leyes permisivas que sólo servían para sostener la delincuencia, su solución fue funcional a corrupción policial.

En ningún momento de la franquicia o zaga, se exploran los motivos por los cuales existen estas franjas marginales que no hacen sino reclamar poder vivir dignamente en este mundo. Unos ejercen violencia económica legal pero injusta, otros buscan subsanar a través de la violencia del delito ilegal pero percibida muchas veces como justa. Los motivos económicos y los resortes de tal violencia, en definitiva son los que no están siendo explorados

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