Fallen leaves, de Aki Kaurismäki, Clausura del Festival de Cine de Mar del Plata

Ezequiel Obregón
Sitio Leedor
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2 min readNov 11, 2023
Fallen leaves clausuró el 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

El gran maestro del cine contemporáneo, realizador de El hombre sin pasado (2002), Luces al atardecer (2006), y El puerto (2011), entre otras, ofrece con Fallen leaves (2023) una nueva incursión en la melancólica vida de sus habituales perdedores, esta vez, en clave de comedia romántica.

Resultaría un tanto sesgado señalar el cine de Kaurismäki, en general, y al film Fallen leaves, en particular, como “absurdo”. Y no porque en sus relatos no haya acciones enteras teñidas de una seriedad y una parquedad que llevan a la risa, sino porque para sus personajes esas acciones son las que modelan sus vidas, al punto de definirlas. Por lo tanto, son significativas (aunque, en general, los conduzcan al tedio y a la rutina). Sus criaturas -como la pareja protagónica de Fallen leaves- son un engranaje más, en un sistema que los observa y los expulsa, para llevarlos hasta un nivel más abajo. Los bares que frecuentan, las calles plagadas de claroscuros, los espacios que parecen arrancados de un cuadro de Edwar Hopper, son más que nada un “rejunte” en donde acaban para paliar sus penas.

En uno de aquellos lugares van a parar Ansa y Holappa, más precisamente a un bar de karaoke (toda la secuencia de canto es una masterpiece en sí, una clase de concisión dramática, comicidad y puesta en escena). Decir que “se enamoran” -una vez más- es no hacerle justicia a cómo lo hacen, que es lo más importante. Porque toda esa cuestión tiñe a Fallen leaves de un matiz melancólico, físico (y no imaginen caídas o corridas; en las pausas, las miradas, los pestañeos, el realizador encuentra parte de ese cómo) y conmovedor que el público de una abarrotada Sala Auditorium celebró a pura risa y con un prolongado aplauso final.

En esta nueva fábula moderna, Kaurismäki introduce elementos que sintonizan con la poética del tango (por allí se escucha un tango de Gardel; en otra secuencia, los personajes van a un bar llamado Buenos Aires) y con la cinefilia, como cuando los dos enamorados van a ver Los muertos no mueren, de Jim Jarmusch, y -a la salida- un espectador comenta que le recordó a ¡Diario de un cura rural! Todas estas referencias potencian un relato llevadero, encantador, una nueva reivindicación de los excluidos del sistema que, juntos, pueden fundar sus propias comunidades. Aunque sea de a dos.

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Ezequiel Obregón
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Escribo sobre cine, teatro y literatura. Cuenta de Medium para Leedor.