Jóvenes Salvajes de Bertrand Mendico en el Encuentro de Cine Europeo
Cuando uno se enfrenta a ciertos textos debería ser tenida en cuenta no sólo la procedencia, sino también el contexto de lo narrado, aunque sea sospechar que algo se escapa.
En el siglo XIX y principios del XX, estaba de moda embarcar en cruceros a jóvenes de familias ricas que no sabían bien qué hacer de su vida. Una vida de marinero, el sol, el trabajo esforzado, se suponía, curan a todo mal. De ahí que existe toda una literatura como la de London o Melville entre otros muchos. Incluso me animo a poner también a Darwin en este grupo de notablees.
Como otros textos de Burroughs (William S. Burroughs (San Luis, Misuri, 5 de febrero de 1914-Lawrence, Kansas, 2 de agosto de 1997) The Wild Boys: A Book of the Dead tiene sus problemas para ser llevado a un texto visual, principalmente esa sobrepobladas visiones que intentan alejarse de la percepción cotidiana de las cosas tanto éticas, como lógicas y finalmente estéticas.
De modo extraño pocos autores, o quizás ninguno y para esto hay explicación, puedan ser rupturistas en todos y cada uno de los ámbitos, quizás donde Burroughs lo logre con mayor habilidad es en el universo de la ética, operación nunca menor. Quizás Artaud es un caso límite a costa, desde ya, de su encriptamiento.
Si el clasicismo literario es pasto de guionistas; el simbolismo surrealista, el rupturismo, como cualquier otra vanguardia, hacen del texto literario un problema para el traslado; una imagen fuerte literaria, no necesariamente lo es en cuanto texto visual, un problema ético desarrollado literariamente no siempre es soportable en imágenes, es el caso de American Psyco (Marry Harron 2000, EEUU) basada en la novela homónima de Bret Easton Ellis (EEUU, 1964) o de la saga de The red Dragon o The Silence of the Lambs (Jonathan Demme y Thomas Harris, EEUU, 1991) una (Brett Ratner, EEUU, 2002) la otra; y las novelas de Thomas Harris cuya violencia explícita dista mucho de lo soportable visualmente.
Aclarado esto, el primer largometraje de Bertrand Mendico que se puede ver durante todo mayo en el XVII Encuentro de Cine Europeo, encara un género que como dijimos es un tópico del siglo XIX, que consiste en la caída, el viaje y finalmente la redención.
Lo que a mi gusto demuestra el film, casi de un modo kantiano, es que hay territorios de la acción humana que no son representables, que hay territorios que deben quedar en las sombras porque sino se corre el riesgo del ridículo.
Después del crimen de carácter sexual que comete un grupo de jóvenes ricos, éstos son entregados a manos de un no menos terrible capitán, el film deja entreveer el carater fuertemente homoseuxal de la violacion en manada. Pero si fuese eso el film, sería sólo el castigo, lo que en una suerte de dr Moreau en forma femenina, de Severine, sucede es que están obligados a revivir en su propio cuerpo ahora transformado por el deseo.
Como todo film que juega en el surrealismo lo políticamente incorrecto siempre es posible y la interpretación vaga también, con lo cual si alguien lee más que una forma erótica, un film reaccionario, es necesariamente válido a la propuesta surrealista. A mi juicio ese equívoco siempre es un problema, y en este caso, hay que tener sumo cuidado y no sólo una postura juguetona, la posibilidad de entender la transformación como castigo es un posibilidad cierta. Mi opinión es que no es la solución, sino la comprensión de dimensiones incomprensibles del otro lo que debemos encarar.