Katla, de Baltasar Kormákur, mitos y leyendas desde las frías tierras de Islandia.

miguel angel Silva
Leedor
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5 min readJun 30, 2021

Katla (2021) es la primera serie realizada íntegramente por Islandia para Netflix. Una plataforma que cada tanto nos regala maravillas originarias de los países nórdicos como Equinox (Dinamarca), Karppi (Finlandia), Bloodride (Noruega), Arenas Movedizas (Suecia) o la excelente Trapped (Islandia-Dinamarca), cuya creación también es del director de esta serie.

Katla no es la excepción. Dirigida por Baltasar Kormákur — El Pantano (2007) con el que ganó el Globo de Cristal en el Festival de Karlovy Vary, Contrabando (2012), 2 Guns (2013), Medidas Extremas (2016) y la más conocida Everest (2015), entre otras — esta serie de ocho capítulos es una de las mejores de este año.

Envuelta con el ropaje de ciencia ficción — con cuotas de horror sobrenatural — , podemos decir que esto es así hasta cierto punto, pero solo es la punta del iceberg; en este caso la punta del Katla, un volcán que periódicamente entra en erupción dejando aislado y bajo un manto de cenizas a todos los pueblos circundantes, entre ellos el que nos ocupa: Vik. Digo hasta cierto punto porque debajo de esta etiqueta se encuentra un mensaje cuasi metafísico que toma elementos del género solo como excusa.

Un pueblo que sobrevive luego de la última erupción — ocurrida un año atrás — a duras penas entre el barro, las cenizas volcánicas y las crisis emocionales que todos padecen por uno u otro motivo. Son estas angustias existenciales lo que activa el “poder” de Katla. Y es aquí en donde la historia tiene grandes similitudes con esa gran obra maestra de la ciencia ficción que es Solaris, de Stanislaw Lem y que Andrei Tarkovski llevó magistralmente a la pantalla.

En Solaris, una especie de planeta océano, es el que se apodera de las mentes de los astronautas que operan en sus alrededores y les “regala” la vuelta a la vida de seres que les fueron cercanos. En Katla ocurre algo similar, y la primera persona en aparecer, cubierta de lava petrificada, completamente desnuda y en estado de shock, es Gunhild (Aliette Opheim), una mujer que dice ser sueca, que esgrime haber trabajado en el único Hotel del pueblo y que desconoce por completo qué le sucedió.

Una aparición escalofriante que convulsiona a los habitantes de Vik y que pone en evidencia — debido a las siguientes manifestaciones — los traumas que todos conllevan como una cruz a raíz de conflictos no resueltos. Y esta cruz — tanto simbólica como concreta — es una constante en toda la serie. La atmósfera religiosa se cuela como una especie de antagonista al conocimiento científico. De hecho, uno de los que va a ver alterada su vida por esta anomalía es un geólogo (Bjorn Thors) que va a Katla para estudiar los sedimentos rocosos del volcán y, por otra parte vemos al jefe de la policía local como un ferviente devoto de las Sagradas Escrituras. Es así que todos, desde su particular punto de vista, buscan interpretar qué es lo que ocurre en las entrañas del volcán, ya sea desde la ciencia, desde la religión cristiana, desde las antiguas leyendas del folclore islandés — como atestigua la dueña del Hotel — , ya sea como una bendición, como una maldición o como una respuesta a tantos ruegos y promesas. Un inteligente juego de espejos entre la ciencia y la fe, y entre la fe y el paganismo.

Es por eso que Katla dista mucho de ser una mera serie de ciencia ficción, es una provocativa historia que tiene varios ejes, varias lecturas e infinitas preguntas. No se puede contar mucho sin caer en spoilers. Las reseñas de series tiene esa complejidad. Mientras una película contiene una introducción, un nudo y un desenlace, en donde uno se puede explayar sobre los dos primeros sin problemas, las series de varios capítulos poseen en su estructura varios cliffhangers — varios desenlaces al final de cada capítulo — que sirven para “enganchar” al espectador hacia el siguiente; si uno los expone les saca parte de la sorpresa y arruina gran parte de su atractivo.

De todos modos, la primera parte de la historia podría resumirse en algunas líneas sin ánimo de desentrañar nada que nos quite el asombro. Luego de la aparición de Gunhild, reaparece en las mismas condiciones, Asa (Íris Tanja Flygenring), la hermana de Grima (Guðrún Ýr Eyfjörð), luego de un año de desaparecida bajo la erupción volcánica de Katla. Un acontecimiento fatídico que Grima nunca pudo perdonarse al no poder rescatarla — ambas eran parte del grupo en donde estaban excursionando — y cuyo trauma la lleva a un duelo que le impide conectarse con su padre y con su pareja .

A partir de allí se desencadena una serie de sucesos que rompen toda lógica. ¿Quiénes son estas personas? ¿Son realmente ellas? ¿Son sus dobles? ¿Son seres sobrenaturales? Lo más interesante de todo esto es que las mismas criaturas venidas desde las grietas del volcán se hacen las mismas preguntas. Sus últimos recuerdos son los que tuvieron antes de desaparecer. Recuerdos que para ellos sucedieron solo unas horas atrás, a pesar de haber pasado un tiempo extremadamente largo.

La trama se va complejizando — no al nivel de la serie alemana Dark con la que muchos comparan — y solo se puede decir que tras la aparición de Asa, este fenómeno se repite poniendo en un estado de perplejidad a la escasa población de Vik.

La atmósfera creada, tanto por la fotografía como por los mismos escenarios naturales, es sobrecogedora y claustrofóbica. El pueblo, enterrado bajo la ceniza volcánica, parece el escenario propio de un planeta en formación. En cierto modo, toda Islandia lo es. Una isla que, al día de hoy, continúa un proceso geológico imprevisible — el volcán Katla no solo es real sino que viene siendo monitoreado desde hace décadas por geólogos y vulcanólogos — , y esa belleza, más cercana a los tiempos primigenios, es la que retrata Kormákur de una manera magistral.

Todo hace suponer que habrá una segunda temporada. De hecho el final así lo prevé. Mientras tanto, podemos reflexionar acerca de esta historia por demás misteriosa y llena de guiños de índole existencialista. El doble, el famoso doppelganger de las leyendas tanto nórdicas como alemanas; el lado oscuro del alma humana como lo visualizó Stevenson en El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde; o el claro y sanador, ese que viene a redimirnos y a exorcizar nuestras culpas como si fuese el ángel de la guarda. Toda interpretación es válida. Y si hay algo digno de destacar en esta miniserie es la gran cantidad de preguntas que dispara y, por sobre todo, la gran cantidad de respuestas que quedan sin resolver porque, sencillamente, no hay manera de hacerlo.

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miguel angel Silva
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Redactor Especializado en Textos Literarios y en crítica de cine es columnista del portal Leedor.com.