King Richard, de Marcus Green. Una emotiva historia de superación de las hermanas Williams.

miguel angel Silva
Leedor
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5 min readDec 6, 2021

La historia del deporte siempre es una buena excusa para filmar una película. Hay en él elementos suficientes para hablar de valores y principios, para darse cuenta de que sin sacrificio, tesón y mucha dosis de renunciamiento no es posible llegar a la excelencia; si bien es cierto que llegar a los primeros puestos conlleva por detrás lidiar con una maquinaria de sponsors y merchandising que nada tiene que ver con el espíritu de la competición, sino con llegar al imaginario colectivo a través de contratos millonarios para publicidad.

¿Qué es mejor: competir o ganar? No hay dudas que para Richard Williams — un increíble papel de Will Smith — ganar es la prioridad. Y no solo ganar sino que sus hijas — Venus y Serena — sean parte de la historia grande del tenis. Pero no solo eso, también apuesta a que sean un modelo a seguir para las minorías de raza negra que ven al “deporte blanco” — nunca tan bien puesto ese calificativo, aunque todos sabemos que es por la indumentaria utilizada por los tenistas — como un lugar de élite de gente blanca y adinerada. Pero aquí no acaban las utopías de Richard. Tienen que jugar, sí. Tienen que ganar, sí. Tienen que ser las mejores de todas, sí. Pero nunca tienen que dejar de ser niñas. Para Williams, la infancia, la educación y la humildad de sus hijas está por encima de todo. Tiene avidez para que sean campeonas, pero no a cualquier costo. Por eso es capaz de abandonarlas en un supermercado ante la mirada atónita de su esposa — otra increíble actuación de Aunjanue Ellis como Oracene — porque sus hijas alardean en el asiento de atrás de su furgoneta por haber ganado un trofeo en un campeonato local. O sacar a Venus del circuito junior — camino obligado para escalar posiciones antes de llegar a las competiciones importantes — porque Jennifer Capriati — una de las promesas más curiosas del tenis que llegó a competir con tan solo 13 años y, debido a la gran presión de entrenadores, empresarios y sus propios padres, se derrumbó y cayó bajo el influjo de las drogas — porque no está dispuesto a que el acoso mediático se la devorara en plena adolescencia.

Hay en Richard una historia por detrás; una historia triste y desgarradora que sufrió de niño, con golpizas de pandilleros — las mismas golpizas que sigue sufriendo de grande — , con el abandono de su padre, con llevar una vida carente de amor, de metas y de esperanzas. Nada de eso quiere que les suceda a sus amadas hijas. Y si bien, desde afuera aparenta ser un padre déspota que hace entrenar a sus hijas bajo la lluvia, de ser demasiado estricto con las tareas de la escuela y de ponerse demasiado duro cuando sus cinco hijas no acatan los horarios de estudio o de descanso — de hecho una vecina lo denuncia ante la policía por estas cuestiones — , Richard solo quiere lo mejor para ellas, aunque a veces sea demasiado autoritario y empecinado en que las cosas salgan como las había planificado aún antes de que sus hijas nacieran. Hay una escena — la mejor y más emotiva — en que todo esto se pone en evidencia de una manera que hacen brotar lágrimas no solo a los protagonistas sino al espectador. Me refiero a la conversación que tienen Venus y su padre en una cancha de tenis, en plena noche, vacía de espectadores pero atiborrada de sentimientos encontrados.

A partir de esta conversación — dejar el entrenamiento para empezar a competir — Venus Williams comienza un ascenso meteórico en el mundo del tenis. Basta con buscar información en Google para darse cuenta de ello. A lo largo de su trayectoria deportiva ganó nada menos que 49 torneos individuales de la Asociación Femenina de Tenis, de los que se destaca 5 en Wimbledon y 2 en el Abierto de Estados Unidos logrando ser la número 1 en el 2002 por espacio de 11 semanas en tres períodos. Y por si fuera poco ganó 4 medallas de oro en los Juegos Olímpicos. Pero esto no es todo, porque Richard, antes de que las hermanas Williams sean conocidas, había vaticinado que si bien Venus iba a ser la número 1 — cosa que ocurrió — su hermana Serena iba a ser la mejor de la historia — algo que también ocurrió.

Serena Williams cosechó 23 títulos del Grand Slam y fue número 1 por 319 semanas consecutivas. Ganó 4 medallas de oro en los Juegos Olímpicos y por si fuera poco, fue la única tenista que completó el Golden Slam, tanto en individuales como en dobles. Para el asombro.

Pero volvamos a King Richard (2021), un film — el tercero de Marcus Green — que es uno de esos raros casos en que no hay golpes bajos, no hay escenas en donde todo parece sucumbir — a excepción del enfrentamiento entre Venus y la española Arantxa Sánchez Vicario que nos atornilla al asiento— , que es sensible pero no sensiblera y es emotiva aunque no lacrimógena. Todo está en su justa medida y el director tiene el mérito de embarcarnos en una historia que parece una road movie pero no a través de rutas desiertas sino a través de las emociones. De pronto, somos parte de la familia Williams. Queremos que les vaya bien, a todos ellos. Y aunque sepamos de antemano que triunfaron, eso, lejos de alejarnos de la historia, nos acerca aún más porque queremos saber cómo fue esa proeza.

Will Smith nos regala el mejor trabajo de su carrera — firme candidato al Oscar — , Aunjanue Ellis, como la única persona que puede romper las reglas estrictas de Richard sin importarle las consecuencias, se destaca en una deslumbrante interpretación y Saniyya Sidney como Venus Williams que con poco hace mucho, muchísimo, al punto de que cada mirada suya nos enternece y nos desarma.

Para los amantes del tenis es una opción casi obligada. Vemos por ahí a John McEnroe, a Pete Sampras, a Steffie Graf y Arantxa Sánchez, glorias del tenis de los años ´80. Y para los que no, es una opción casi obligada porque es un filme que nos habla desde el corazón, sin alardes técnicos, sin presupuestos millonarios, sin grandes figuras — a excepción de Will Smith — y que nos deja a la salida del cine con una amplia sonrisa en los labios. Una sonrisa tan pura como la de Venus Williams al saber que el triunfo puede esperar y que cuando llega, lo hace de una manera arrolladora. Tener esa sensación en los tiempos que corren, es algo digno de destacar.

Leer tambien la nota El rey Richard: la familia Williams en toda su grandeza divina, de Csaba Herke.

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miguel angel Silva
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Redactor Especializado en Textos Literarios y en crítica de cine es columnista del portal Leedor.com.