La gesta heroica, de Ricardo Bartís, último trabajo del notable actor Carlos Defeo
La muerte de uno de los actores más destacados del circuito teatral independiente (Valeria radioactiva, Estado de ira, Edipo Rey, Eva Perón / El homosexual o la dificultad de expresarse, ¿Quién es el Sr. Schmitt?, Querido Ibsen: Soy Nora, Fassbinder, todo es demasiado, Terapia, Integral Pavlovsky, son apenas algunos de sus trabajos, sin contar los que hizo en el medio audiovisual) motivó la suspensión del último y valioso trabajo del teatrista Ricardo Bartís.
La reseña crítica es un género que solo tiene razón de ser si encuentra una correspondencia sincrónica con el espectáculo abordado. Por eso, este texto estaba dedicado a aportar algunas líneas de análisis en torno a uno de los mejores espectáculos en la cartelera: La gesta heroica, escrita y dirigida por Ricardo Bartís. Pero esa intención primigenia quedó trunca frente a la triste noticia que conocimos pocos días atrás; uno de sus actores había fallecido. Se trata de Carlos Defeo, un intérprete soberbio que se amoldó en cada puesta en la que intervino y que, además, supo brillar con luz propia. De modo que este texto amplía su margen de lectura y, más allá de la pieza que nos convoca, nos propone pensar en las obras en las que Defeo participó. O, al menos, las que pudimos apreciar (muchas de ellas mencionadas más arriba).
La gesta heroica hace pie, desde la poética del costumbrismo, en motivaciones, aspectos, ideas, que irradia un clásico universal: Rey Lear. Hacia el corazón de la tragedia de William Shakespeare se dirige esta propuesta, que extrae algunos de sus núcleos (la decadencia, que tan bien empatiza con el costumbrismo y el grotesco; y la trama familiar) para contar la historia de un padre humillado que debe repartir una precaria herencia entre sus tres hijos.
La primera escena -de impacto pictórico- muestra un cuerpo que se resquebraja y que casi como una forma de aferrarse a la vida se conecta con un televisor para ver, una y otra vez, una película que transpone la historia imaginada por el bardo, siglos atrás. Ese padre (a quien Defeo dotó de todos los años necesarios para convertirlo en alguien que él no era: un anciano en plena decrepitud) pasa sus días así, en una casa venida a menos junto a uno de sus hijos, Lorenzo (Facundo Cardosi), un cocainómano que lo asiste a diario. Completan el cuadro familiar sus dos hermanos: la aniñada y corrompida Elena (Marina Carrasco) y Ernesto (Martín Mir), el hijo que intentó hacer una vida afuera de ese espacio endogámico pero que, se verá, se mantiene envuelto en la penuria, al igual que los demás. Pero a diferencia de lo que ocurre en la obra de Shakespeare, aquí cuesta encontrar una “Cordelia”; es decir, un personaje noble que, además de decir la verdad, pueda abrirle los ojos al padre para que comprenda quién realmente lo ama.
¿Alguien lo ama?
La obra consigue transmitir un estado, encapsulado en un espacio de habitabilidad que nunca se desprende de una suerte de mito de origen: “La gesta heroica”, el parque de diversiones que el padre/propietario rememora como una suerte de Disney pero que, contrastado con la versión de los hermanos, era un lugar alejado del sueño. A medida que la noche del encuentro final avanza, en esta casa de Santa Teresita (una ciudad balnearia que, a ojos de quien escribe, se quedó en los ’80, como suspendida en el tiempo), la tormenta parece preanunciar la tragedia que -sabemos- acontecerá.
Como dijimos al comienzo, la intención de este texto era trazar algunas líneas de lectura, aunque la motivación inicial consistía en transmitir el entusiasmo por acercarse a la sala de la Calle Thames (que cambió su nombre, pero que para los que amamos el teatro sigue siendo “El Sportivo Teatral”). Cuesta saber qué decisión tomará la compañía luego de la prematura partida del talentoso Carlos Defeo; un actor que de comienzo a fin se destacó en esta obra y que brilló hasta el final, aún medio de la tormenta que lo encontró en escena.
