Las almas, ganadora a la Mejor Dirección de la Competencia Internacional de Mar del Plata
La ópera prima de Laura Basombrío funciona como un viaje filosófico y emocional cuyo punto de partida es la sugestiva voz de una mujer salteña.
“Una fotografía alucinada”, señala el catálogo del Festival de Cine de Mar del Plata sobre el trabajo de Marcos Rostagno para Las almas (2023). Y no se podría estar en desacuerdo, porque la película de Laura Basombrío impacta desde la imagen y, de la misma manera, envuelve a los espectadores gracias a la susurrante y enigmática voz de Estela Quispe.
No resulta nada extraño que Basombrío, además de ser la realizadora del film, sea también su guionista y editora. Su propuesta (más asociativa que narrativa, claro está) parece ser “total” desde su génesis, como si escritura, puesta en escena y puesta en serie, formaran parte de un mismo impulso creativo.
Las almas tiene como epicentro aquella voz, que reflexiona sobre el vínculo con lo singular y lo general; lo íntimo y lo social; lo terrenal y no místico. Quispe vive en una comunidad oriunda del altiplano salteño y esa comunidad es retratada lejos de la impronta informativa del documental televisivo. La puesta es radical y alejada de las normas más clásicas; toma forma con una belleza pictórica, captura flora y fauna como si acaso las pudiéramos contemplar por primera vez.
Basombrío nos ofrece la posibilidad de viajar a partir de lo que enuncia Quispe, de ingresar de lleno al universo de una mujer alejada de la urbe, cercana al misticismo de la Pachamama, por fuera -además- de las imposturas del género y de las comunidades hegemónicas sobre las cuales se asientan la mayor parte de los relatos audiovisuales. Queda claro que estamos frente a un hallazgo; por lo tanto, habrá que seguirle los pasos a esta joven realizadora que se alzó con el Astor a la Mejor Dirección.
