Las tres Gracias

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5 min readMay 18, 2022

Por Abel Posadas, para Marta Speroni

Gabriela Acher, Maitena y Cristina Wargon se dedicaron durante años a crear un contradiscurso bombardeando al status quo.

No se sabe si ésa era su intención o si, simplemente, pretendían reírse de aquello que merecía festejarse mediante la ironía, el sarcasmo y la corrosividad. Es sabido que para armar ese contradiscurso tuvieron que recurrir a las tradicionales figuras del lenguaje que tienden a quebrar el orden lógico y convenientemente armado para poner al descubierto la sociedad de la apariencia. Por ese camino, las tres iban a ingresar a la literatura, a la que Maitena ve como misteriosa. Aunque Wargon llame a los niños esos pequeños hijos de puta es sabido que siendo ya abuelas, estas muchachas han pasado algunas horas con los locos bajitos.

Mientras desentierran el hacha para comenzar su tarea, también nos están hablando de ellas. Las enloquecidas criaturas de Acher que pasan su vida entre dietas sospechosas, nos recuerdan el problema de la actriz-humorista para mantenerse en peso. Asimismo, la burla de Maitena –que eligió la historieta, el comic- con respecto a la culpa porque los hombres comen siempre y no aumentan de peso, mientras yo debo esperar tener cuatro kilos menos para volver a salir, aclara su temor por cualquier clase de adicción. A su vez, Wargon lanza un bando por los derechos del gordo en el territorio de la República Argentina y defiende el chocolate y las pastas invocando a los filósofos griegos. Ella sabe que no puede engañarse con respecto a su figura, que lucha de manera constante contra la pesadilla indeseable: ser gordita.

Estas tres se conocen, han trabajado juntas en guiones para televisión –Acher y Maitena-, se prologan los libros –Acher a Wargon- y la uruguayo-cordobesa-porteña señala que para ella las mejores en estas cuestiones son Maitena, Acher y la hace poco fallecida francesa Claire Bretécher. Esto es, si existe algún tipo de competencia, les estarían haciendo el juego a todo aquello que quieren tirar a bajo. No ellas, por supuesto, sino la hilaridad que se les escapa por las cuatro costuras. En sus reportajes señalan que no se consideran feministas pero que su trabajo bien puede caer en el caudal de la revolución más importante que se produjo el siglo XX. A ninguna le ha sido fácil el camino, aunque comenzaran a recorrerlo casi en su infancia.

Al respecto, Acher recuerda que los del grupo uruguayo en el que estaba trabajando la querían a ella como actriz, pero no le permitieron escribir sus libretos. Se fue sin dar un portazo y comenzó con los libros. Wargon pasó por el dial con variada frecuencia y entabló arduas discusiones con el señor Gelblung –Cecilia Absaz fue despachada después de corto lapso-, luego llegó a escribir un par de obras de teatro y considera que el mejor lugar en el que colaboró fue en la revista Humor, donde al poco tiempo recibió a Maitena y sus garabatos. Esta última alcanzó renombre internacional con sus comics, un fenómeno que ella no se explica. También Acher ha sido traducida a varias lenguas. Y las tres se han cuidado muy bien de tirar su privacidad a las revistas del corazón. Porque material para eso tienen de sobra.

HAY QUE DESHACER LA CASA

En las historietas y en los textos el animal hombre aparece como un mal necesario. Acher se muestra desorientada frente a la estupidez masculina pero no puede, bajo ningún concepto, prescindir del 1,80 de testosterona original. Wargon ofrece una galería de divorciados, seres que se corren velozmente de los 50 para ir a parar a los 30 y caer en el casillero de los pendex. Es capaz de perdonarlos porque ella ya se ha fijado en otro que la mira de manera singular. Por otra parte, es imposible averiguar qué edad tiene Madame Wargon. Maitena, a su vez, no baja los decibeles con respecto a los hombres aunque prefiere aleccionar a las de su género. Las madres histéricas constituyen una de sus especialidades. Y hablando de madres, las tres tienen una singular rivalidad con la figura materna a la que descascaran, destrozan, someten a varios suplicios con la banda sonora a cargo de las mejores carcajadas.. Por fin, se dan cuenta de que ellas también son madres. Y perdonan y se perdonan.

Aunque admitan que no se lo proponen y que ni idea tenían de teóricos varios, las tres descorren el velo que le había tocado en suerte al endogrupo femenino. El género es una construcción mental, un conjunto de representaciones socialmente compartidas y aceptadas sobre las diferencias entre hombres y mujeres. Irving Hoffman en La presencia de la persona en la vida cotidiana admite fronteras simbólicas que determinan la adscripción de cada sujeto con uno de los grupos que se encuentran en constante oposición –hombres/mujeres-. Nos parece que ninguna de estas tres admitiría que un cambio de vocales logra borrar estas fronteras simbólicas. Sencillamente, esto no puede hacerse por decreto. TODES nos damos cuenta. Si parir es morir un poco, al decir de Acher, el endogrupo femenino se lo reserva, aunque en ocasiones sueña con que el masculino de lo adjudique, aunque sea vez en cuando.

Si se han deslizado por maridos, amantes, aventuras difuminadas, las narradoras tanto de los textos como de los comics los aprovechan para un sarcasmo que no carece de nostalgia. Por supuesto, este último condimento aparece asociado a una juventud que ya no existe. Y es entonces cuando nos internamos por el camino del maquillaje, la ropa — según Maitena las mujeres se visten para las mujeres- las reuniones de solos y solas –páginas de Acher para enmarcar- o los viajes al exterior de la poco inocente Wargon. El desfile de blancos a los que se les tira para quitarles el cuidadoso celofán al que lecturas escolares y el cine utilizaron para envolver el paquete es interminable. Evidentemente, las tres gracias no son amantes ni de Corín Tellado ni de Alberto Migré. Pero sus personajes, alguna vez, seguro que lo fueron.

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