Los asesinos de la luna, de Martín Scorsese

Marcela Barbaro
Leedor
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5 min readOct 19, 2023

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Luego de su estreno mundial en la 76° Edición del Festival de Cannes -en la sección Fuera de Competencia-, llega a los cines y a la plataforma de streaming Apple TV+, Los asesinos de la luna de flores dirigida por Martín Scorsese. Su nueva película, interpretada por Robert De Niro y Leonardo Di Caprio, evoca los hechos violentos y racistas que marcaron la épica norteamericana a fines del siglo XIX.

Basada en el libro de David Grann de 2017, “Los asesinos de la luna de las flores: los asesinatos de Osage y el nacimiento del FBI”, la historia expone el crimen y la xenofobia que sufrieron los nativos de la nación de Osage, en manos de los blancos, para quedarse con el territorio y las ganancias petroleras en la región de Oklahoma.

El proyecto cinematográfico surgió de Di Caprio al leer el texto y conmoverse con los hechos reales que fueron silenciados durante décadas. Su equipo envía el proyecto a Martín Scorsese, con quien trabajó en Pandillas de Nueva York, Los infiltrados; El lobo de Wall Street, entre otras, y lo convence de filmarla. “Cuando leí el libro de Grann, inmediatamente comencé a verlo (la gente, el escenario, la acción) y supe que tenía que convertirlo en una película”, dice Scorsese. “Y estaba emocionado de reunirme con Leo para llevar esta historia a la pantalla”.

Ambientada en los años 20, Ernest Burkhart (Leonardo Di Caprio) regresa al pueblo de Fairfax en el condado de Osage, tras su participación en la Primera Guerra Mundial, como cocinero de la infantería. Allí lo espera su tío, el poderoso e influyente ganadero William Hale (Robert De Niro) apodado “The King”, para darle trabajo y guiarlo en sus negocios. La particularidad de la región es que los dueños y millonarios son los nativos de Osage, y los blancos son sus sirvientes o choferes; una realidad que no durará para siempre y será caldo de cultivo para estafadores, inescrupulosos y amantes del poder. En ese contexto, Ernest conoce a Mollie (Lily Gladstone) una joven de buena posición proveniente de los Osage, con quien se casa (a sugerencia de su tío) y formará una familia, como tantos otros blancos que se unen por conveniencia. En medio de esa opulencia, una serie de crímenes acechan a los habitantes originarios, exponiendo la codicia ilimitada de quienes no medirán las consecuencias de sus actos.

Atravesada por una violencia emocional y física que va in crescendo a lo largo de tres horas y media, Scorsese asimiló con las películas de Fuller, a quien admira, que esos estados de furia e intimidación no deben ser suscitados solamente a través del actor, sino, sobre todo por la cámara. Una elección formal que es parte de su estilo, como demostró en Toro Salvaje al colocar cámaras en los puños de Bob para enfatizar el realismo, pero que en esta oportunidad, el epicentro de la violencia estará en torno a la colisión cultural y la ambición, dos de sus grandes temas como vimos en Pandillas de Nueva York.

En Los asesinos de la luna de flores, la historia del pueblo debía estar presente, y la mejor manera fue comenzar a representarla a través de un falso documental en blanco y negro que nos acerca a conocer su cultura y el lujo en el que vivieron gracias al petróleo que brotaba como el agua. Una “bendición” teñida de muertes inexplicables y asesinatos impunes que traerán sufrimiento y olvido. En medio de ese escenario recreado maravillosamente por el diseñador Jack Fisck (reconocido por sus diseños en Muholland Drive de David Lynch y El Renacido de Alejandro González Iñarritu), también tendrá lugar el amor entre Ernest y Mollie, poniendo en juego la autenticidad de los sentimientos. “Todo se basa en la confianza y el amor, y vemos que eso se ve comprometido y traicionado. ¿Y cuál es el factor motivador? Siempre queriendo más: más tierra, más dinero. Me siento atraído por este tema por alguna razón. Puede que se remonta a las raíces de mi cultura, de donde vengo”, expresa el realizador.

Esa desmesura ilimitada a la que hace referencia Scorsese, se focaliza de diferentes maneras en los protagonistas principales: Ernest (Di Caprio) es amante de las mujeres y el dinero, fácilmente manejable y sometido a su tío Hale (De Niro), al que debe llamarlo “Rey”, y en quien recae el manejo mafioso de la zona. Hale es una figura que opera en la sombras y es respetada tanto por los propios como por la comunidad de Osage, al demostrarles su amistad y hablar su lengua, una impronta que evoca al personaje de Jimmy Conway en Buenos Muchachos. Scorsese maneja como nadie el lenguaje y la crudeza de las calles, como de los códigos mafiosos que aparecen solapados. Una vez más, la impunidad y la desconfianza entre quienes lo rodean, se verá reflejado en la relación entre ambos, no sólo por sus diálogos -tal vez algo prolongados- sino por la puesta a prueba de la fidelidad que los une.

El papel de Mollie, interpretada por Lily Gladstone -un gran hallazgo y revelación dentro del elenco-, tiene peso propio dentro el relato. Mollie es una mujer dividida entre el respeto a sus orígenes, el afán de justicia y el amor por un blanco. Serena, de pocas palabras y segura al denunciar los crímenes contra su familia ante el gobierno, la belleza de su rostro contiene una expresión tan impasible, como desgarradora. A través del registro cercano, los planos revelan una mirada cálida y nostálgica atravesada por las pérdidas y, al mismo tiempo, recta e intimidante.

Mientras el relato se abre en subtramas paralelas que exponen los conflictos internos de un entorno cada vez más duro y trágico; la segunda mitad de la película tomará un nuevo rumbo con la llegada de Tom White (Jesse Plemosn), representante del incipiente FBI, quien comienza a investigar los delitos cometidos en el lugar para hallar a los culpables.

Co escrita por Scorsese y Eric Roth, la cinta fue rodada en las tierras tradicionales de los Osage, y contó con los colaboradores más notables de su filmografía: el director de fotografía Rodrigo Prieto (El lobo de Wall Street; El silencio; El irlandés); el compositor Robbie Robertson (El rey de la Comedia; El color del dinero), y la editora Thelma Schoonmaker, quien ha colaborado en la mayoría de sus películas.

Los asesinos de la luna de flores, conjuga varios géneros bajo la iconografía y estética del western, sin llegar a serlo. También aliviana con un poco de humor los momentos más duros de la épica histórica sobre su país. Su inclinación revisionista no hace más que explicar un presente de excesos, racismo e intolerancia. El resultado, es una película grandiosa con un cierre magistral como sólo el gran Martín Scorsese puede darse el lujo de hacer y regalarnos para siempre.

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Marcela Barbaro
Leedor

Lic. en Relaciones Públicas. Crítica de cine. Profesora de Historia del cine. Escritora