México lindo y querido: Roberto Gavaldón y Pina Pellicer viven “Días de otoño”.

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6 min readJul 15, 2024

Por Abel Posadas

A las personas les cuesta mucho hacerse a la idea de que

no hay esperanza, de que están solas, letal y

desesperadamente solas.

LA MUJER JUSTA. (Sándor Márai)

Dias de Otoño (1963)

MÉXICO LINDO Y QUERIDO

Roberto Gavaldón (1909–1986) es uno de los directores más famosos y controvertidos del cine mexicano entre 1945 y los cuarenta años que siguieron. No le escapó a ninguno de los ejemplares del dispositivo genérico y, si habitualmente, consigue manufacturas sólidas, el hecho se debe a que contaba con técnicos de primera línea. ¿Qué tal Gabriel Figueroa en la fotografía? Provoco escándalos pero el más interesante es el de ROSA BLANCA (1971) cuya exhibición| se pospusiera por diez años en vista de la actitud del film con respecto a la explotación de la tierra y del petróleo por parte de los norteamericanos en lugares de México. Si dejamos de lado el cine dedicado a la Revolución –en el que hasta Libertad Lamarque estuvo metida-, los productos de Gavaldón se dedicaron al campo –el cine ranchero- , al policial urbano y a un pequeño grupo que oscila entre el misterio y la introspección.

Para los que ya en los años 50 en Argentina veíamos cine mexicano, el nombre de Gavaldón nos era familiar. Como también lo eran aquellos monstruos llamados estrellas que, en no pocas ocasiones, convertían lo filmado en la trapería de un negocio de baratijas. Eran los que vendían la mercadería. Para ellos habían acuñado algunos tics que despertaban la imaginación de la gente. Y hay que agregar que los había muy buenos y también deleznables matracas. No es ningún secreto que en Hollywood la situación sigue siendo la misma, aunque se la disfrace. Por esta razón, no poco de lo que entregara Gavaldón sirve a las estrellas aunque intente de buena gana y sin perder la paciencia no salirse de un estilo. A veces, no muy frecuentemente, lo consigue.

Este realizador estuvo en Argentina en 1950 y llegó para filmar un guión escrito por él, Armando Distefano y Tulio Demicheli para lucimiento de la itálica Emma Gramática y la aborigen Mecha Ortiz. La realización es correcta pero, merecidamente, no fue aceptada por el público argentino. El director volvió a México donde trabajaría con otros argentinos –Hugo del Carril, Luis Sandrini- y, por supuesto con lo más granado de las huestes actorales aztecas.

En algún momento, él o una persona de su equipo echó mano a un cuento llamado Frustration. Estaba escrito en inglés y su autor era el de las novelas El tesoro de la Sierra Madre y El barco de los muertos. Según algunas fuentes Bruno Traven habría nacido en Alemania en 1882 y moriría en México en 1969. Tal como hubiera hecho uno de sus personajes, Traven se mostró conforme con cualquier nacionalidad o nombre que le adjudicaran. Tal vez los originales de ficción fueran escritos en primero en alemán y luego traducidos al inglés. No podemos detenernos en él.

Frustration fue trasladado al cine por guionistas hábiles –entre los que figuraba Gavaldón- y el rol central fue a la joven Pilar Pellicer. Es a ella, transformada en Luisa, a la que vemos descender del tren que acaba de arribar a México DF. Tiene una carta para Don Albino, el dueño de una repostería. Sin parientes, lejos de su pueblo de origen, Luisa comienza una vida con quienes trabajan en el negocio. Demuestra, además, una habilidad poco común para la repostería. Observamos a dos personas diferentes: una es la que se mueve en el Heimlich, el lugar donde reina lo conocido, lo evidente. La otra Luisa vive en una miserable casa de vecindad, encerrada en un mínimo cuarto y sin máscara alguna. En el plano que nos ofrece a esta muchacha recostada, podemos ver y sentir el Umheimlich que la invadirá y que incluye el que para ella es un enemigo mayúsculo: la soledad.

PARECE QUE HAY ROMANCE

El cine argentino había recorrido este camino con mayor o menor fortuna: los jóvenes Elisa Christian Galvé –DIAS DE ODIO o EMMA ZUNZ- y Walter Vidarte –TRES VECES ANA- habían experimentado por motivos muy distintos, lo que esta Luisa mexicana nos está mostrando cuando no se encuentra en la repostería. Al menos y en la superficie, estos jóvenes tratan de pasar inadvertidos, se ocultan, desconfían. Así, cuando Don Albino la invita a su casa ella rechaza la oferta y admite que tiene sus propios amigos. Tampoco aceptará los ofrecimientos de sus compañeras de trabajo. Por fin, anuncia al novio. Se llama Carlos y es el chofer de una empingorotada familia. El espectador cree que se trata de una mentira. Ocurre que en una Nochebuena, Luisa se despide de Don Albino y va hacia un auto en el que descubrimos a Carlos. Es él quien la acompaña a la casa de vecindad. Y aquí Gavaldón y el fotógrafo Gabriel Figueroa se ocupan de poner en evidencia la miseria de una ciudad latinoamericana a comienzos de los años sesenta del siglo XX.

LEVADURA

La vida privada de Luisa seguirá creciendo: sobreviene el casamiento que anunciara. Las compañeras del negocio se encargan del ajuar. Don Albino prohíbe que alguien vaya al casorio. Vestida de novia abandona su habitación y toma un taxi hasta la iglesia. Los planos de esta iglesia integran el Umhelich en el que Luisa pareciera desintegrarse. Allí se entera que el tal Carlos es un señor casado hace tres años. Y ella desanda el camino siempre con su traje de novia. Pero no todo está perdido. Tiene quince días de vacaciones y dinero. Cambia de domicilio y concluida la luna de miel vuelve a la repostería. Sólo falta el embarazo y cartón lleno. Se ocupa de inventarse un vientre, entre mentiras a su compañera Rita y a los mismísimos médicos del hospital. Compra una cuna y juguetes para el recién nacido. Y comienza a comportarse de una manera extraña. En el zoológico camina como llevando de la mano a un niño. Esto es lo que descubre Don Albino, quien la enfrenta y se le declara. Luisa escapa.

UNA CIUDAD POSMODERNA

Cuando la solitaria Luisa se cambia de vecindad, un plano enfático nos muestra las luces de neón de las grandes compañías que han llegado a México para espoliarlo, como a cualquier otra ciudad de América Latina. La muchacha presta poca o ninguna atención al lamentable colorido de las diversas firmas. Son señales ajenas a todo lo que no signifique ganancia. Luisa no tiene nada que ganar. Tal vez, solo un hermoso recuerdo que el director presenta como el único flashback del film y Figueroa le da una tonalidad especial en tanto y en cuanto el blanco y negro puede señalar momentos de calidez. En ese flashback Luisa descubre a quien supuestamente será el hombre de su vida. Se aleja de Don Albino, va hasta su cuarto, recoge la cuna y los juguetes del niño que nunca existió y los abandona en la puerta de la Casa Cuna. Luego emprende un camino que para el espectador es desconocido. Mientras Luisa nos regala una semisonrisa y avanza escuchamos en off su voz que recita

Si no podemos amar,

Viendo que la noche avanza,

Con ese sueño sentido

Un día acabará el olvido

O acabará la esperanza.

Este final abierto no fue del agrado de los espectadores de aquel tiempo. La complejidad del personaje de Luisa consiguió una año intérprete de primer nivel en Pina Pellicer, que se suicidaría al poco tiempo. Ignacio López Tarso y Evangelina Elizondo completan el triángulo de actores.

La película y Pina Pellicer se hicieron acreedoras a premios tanto en México como en el exterior, incluido el Festival de Mar del Plata. Y los mismos intérpretes protagonizaron MACARIO (1960-Gavaldón) con la que el cine mexicano obtuvo su primera nominación al Oscar de Hollywood.

En cuanto a DIAS DE OTOÑO se estrenó en 1963 y fue exhibida también en circuito argentino.

BIBLIOGRAFÍA

Abrego, Perla: El angustioso placer de la mentira en Días de otoño (|963) R. Gavaldón, en revista online Agradecidas Señas, 2020, México D.F.

Altamira, Graziella: El cine no es improvisación: R. Gavaldón, en Revista Bicentenario Numero 47E

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