Mi sangre en la tierra será puro amor

Trueno y Dante Spinetta en Sudaka (2022) “se comen” el hip hop

Lucia Ramundo
Leedor
4 min readJul 6, 2024

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Fotografía de @jpiczman (director del videoclip)

Sudaka (2022) es una canción en dupla de dos referentes importantísimos del hip hop argentino, Dante Spinetta y Trueno. La intención poética del tema y del videoclip se encausa en un lineamiento teórico que permite entender la producción artística latinoamericana del último siglo. A su vez esta obra es importante por la colaboración de dos pilares (Dante como pionero del hip hop en Argentina y Trueno con la responsabilidad de artista joven y mainstream) que ocupa un eslabón más para la consagración del género en un país del cual no es originario.

Existe un debate contemporáneo que oscila entre, por un lado, la postura que incentiva a las artes latinoamericanas a adoptar lenguajes universales, que permiten la inserción de artistas en el mercado dominante por seguir el canon, y por el otro, la postura que incentiva a las artes latinoamericanas a reivindicar un discurso o modelo situado, es decir, desde formas y contenidos que no tengan que ver con nada más que la reivindicación del territorio y la identidad. Ambas formas de producción son igualmente descalificadas, o bien tachadas de copia y doblaje (como afirma Nelly Richard en “Culturas latinoamericanas: ¿culturas de la repetición o culturas de la diferencia?” (1983)) o de costumbrismo e identidad forzada, por el mercado hegemónico, que resulta ser nuestro colonizador cultural y el núcleo internacional del arte, Estados Unidos. El escape de esa disyuntiva podría estar, quizás, en la Antropofagia de Oswald de Andrade (São Paulo, 1928). Así lo hacen Dante Spinetta y Trueno en Sudaka (2022).

Oswald de Andrade, poeta y teórico brasileño, escribe y publica en 1928 su Manifiesto Antropofágico, y en él explica de manera metafórica la ecuación básica que conforma la identidad y la producción artística, como manifestación de esta última, de su país y de América Latina. Antropo=hombre, fagia=comer, digerir. La identidad, la cultura, de un pueblo latinoamericano colonizado es producto del acto de devorar y digerir al colono, y que dicha ingesta se mezcle en esencia, con la herencia ancestral que lleva la cultura colonizada. La identidad latinoamericana es producto de la digestión de elementos extranjeros, pero seleccionados y modificados por quien devora.

No es un sincretismo arbitrario, es una selección. Nos alimentamos de la cultura de la metrópoli para formular nuestra propia identidad procesada con lo nuestro. “Si bien nos corresponde luchar en contra de los mecanismos de apoderamiento internacional de una conciencia negada a su propio desarrollo y combatir la fuerza de hegemonía que ejerce Europa o Estados Unidos en contra de nuestras culturas, no por eso debemos renunciar a sacar provecho de lo que podamos extraer de sus conjuntos informacionales ni de los que podamos reconvertir de ellos en base a una finalidad propia”[1] (RICHARD 1983: 4)

Sus escritos no son anacrónicos, más bien, son completamente contemporáneos. El hip hop como cultura originada en el Bronx en los Estados Unidos es devorada por ambos raperos, desde un discurso absolutamente político. Desde ya, el hip hop es en sí político porque por ser un lenguaje de protesta contra la violencia racial y de clase que sufrían los afrodescendientes y latinoamericanos en dichos barrios. Aún así, se resignifica al traerlo al sur latinoamericano, es político en triple sentido, es protesta allá, es protesta acá, y es protesta allá desde acá. “La bomba hay que explorarla desde adentro”[2], hay que hablar en el lenguaje extranjero para hacer un proceso inverso y decolonial. Es el gesto de digestión de un género importado, de volverlo propio y exportarlo. Es un lenguaje internacional, con contenido situado.

Los gringos tan mirando pa’ copiarme la actitud
El sudaca contraataca, muere y mata como tú
Yo muero por mi tierra como Tupac Amaru

(…)
Ese culo gringo está pidiendo vacilón
Juntos somos la maldita evolución

Es la evolución del género, de la forma, de la producción artística y de la identidad latinoamericana, porque es la mezcla de la antropofagia.

El videoclip acompaña el discurso. Coloca varios personajes, además de los artistas, en un estudio de pantalla verde, con una estética de televisión ochentosa, como cualquier video tradicional de hip hop. Son personajes estereotípicos y a su vez indefinidos. Se puede identificar una bailarina de folklore o una paisana, un bailarín de salsa o algún género caribeño, y un militar con la cara pintada de payaso. Son personajes simbólicos, demuestran la imposibilidad en vislumbrar una identidad sudaca clasificable y estereotipada, que muchas veces se quiere encontrar en el arte for export. Pero es imposible encontrarla en el arte antropofágico de la mezcla. Tan imposible que la escena transcurre en el espacio indefinido por excelencia: una pantalla verde. Y más aún, el espacio que se construye para ser editado y completado con una imagen a gusto, de manera artificial.

La identidad no se encuentra en otro lado que no sea en la comunidad. De allí surge la producción artística genuina y entonces identitaria. Es antropofágica, diversa, fluctuante, y no estática ni única, y, sobre todo, es afectiva, lo dicen ellos: “tengo tanto amor que nunca me muero / (…) ando con mi gente y no tengo miedo”, pero lejos de romantizar el sentimiento de comunidad, ponen en palabras el gesto más afectivo y primario, la identificación colectiva.

[1] RICHARD, Nelly. 1983. “Culturas latinoamericanas: ¿culturas de la repetición o culturas de la diferencia?”

[2] Dice Trueno en: https://www.youtube.com/watch?v=VQsjYcTJqNk (18:35)

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