Mujer maravilla 1984. Finalmente Trump no es tan malo

Csaba Herke
Leedor
Published in
8 min readMar 16, 2021

--

Atenciòn: en esta nota se va a usar una cuantiosa cantidad de veces la palabra deseo.

El problema central del film Mujer maravilla 1984 es que primero, el protagonista no es ella, sino Trump, luego, el deseo; y recién, en tercer lugar compartiendo créditos con una émula devenida en mala de la película. El guiño final de Linda Carter no termina sino de hundir un buque que está hecho para relanzar el rostro supuestamente amable de Donald Trump, convirtiéndolo en un padre amoroso que entiende que no hay nadamejor que el amor de un hijo.

Unico amor desinteresado diría Kant, el amor que profesa un padre a su hijo reafirmando lo que es mi tesis: que el héroe americano es el héroe kantiano por antonomasia.

Pero la culpa ni ahora (ni nunca) la tiene el libre albedrío, se deseó demasiado, sin embargo como bien lo captó el neoplatonismo de Velazquez principalmente en “Las Meninas” el problema del deseo es que no es algo, tal que cosa; el dilema entre el amor abusivo y el amor que se eleva hacia la idea, el amor alado, (El Banquete-Fedro), es resuelto sin duda alguna en el film: tenemos que resignar el deseo; a contrapelo del tradicional film moral norteamericano como Quiz show, (Robert Redford EEUU, 1994) cuyo héroe se encuentra entre siempre en la disyuntiva de optar por la libertad o por someterse a la ley moral. Ésta cuestión no es, sino una pregunta que va más allá, es la pregunta de qué hacer con ese oscuro objeto del deseo, si no se formula esta pregunta, todo cae bajo una utopía positiva.

Parecería que estamos atrapados entre la bestialidad del deseo o su negación, cosa que sin necesidad de justificación alguna resulta en una suerte de falsa dialéctica

En este sentido el film se inscribe en lo que yo daría en llamar el “chiquexplotation”, que en este film cobra ribetes que van de lo sutil (la indumentaria de “Chettah”) a lo más burdo (papá Trump llorando diciendo que no hay cosa más desinteresada que el amor del hijo), a pesar de estas bajezas, el film logra leer y dar respuestas correctamente (que no quiere decir que esté de acuerdo) a ciertos problemas que hoy están en juego.

Primero y principal el problema del deseo es¿qué hacemos con el deseo en un mundo que se muestra abierto a la posibilidad infinita del mismo, en una sociedad que se erigió como baluarte del anti psicoanálisis? El film contesta afirmativo, sin duda alguna: tenemos que resignar el deseo, para ser buenas personas y poder vivir en comunidad, ciega al problema de una sociedad donde el consumo de fármacos analgésicos es una tragedia, también hay que borrar el principio platónico. En este sentido el film es revelador, no oculta bajo un disfraz budista o chamánico, no barre debajo de la alfombra el problema, lo que nos extravía no es la propiedad, el capital o el poder (desde cierto punto de vista todo es lo mismo) no es ni siquiera el patriarcado ni el machismo, sino es el deseo.

Si Platón nos abre las puertas en los textos de El Banquete y Fedro al binomio amor-deseo diciendo que Eros es esencialmente el deseo por lo que no se tiene, por algo que uno no es. Que el amor es una especie de deseo, está claro para todo el mundo. Desde entonces, la historia de toda la humanidad está marcada por las diferentes formas de entender en qué términos es que obra Eros.

En este sentido Mujer Maravilla 1984, vuelve a repetir “la cantinela” neo-hegeliana de Fukuyama, sobre el fin de la historia, Dice Mujer Maravilla (de aquì en màs M.M.), ¿para qué cambiar si estamos bien? Bien cómo? Bien que los pobres son felices siendo pobres, estas palabras no son suposiciones están claramente mostradas al final, los ricos donando a los pobres en un mundo idílico en el cual Linda Carter no ha envejecido, bah…tantito como permite disimular el ámbito digital.

Debo confesar que cuando me llegó la invitación quise poner de titulo: rollers y cocaína, pensando que el film, juguetón y despreocupado, se trataba sobre los 80. Sin embargo lo que se festeja es los shoppings, afirmando que si no fuese por algunos empresarios inescrupulosos, movidos por su deseo, seguiríamos en ese paraíso de luz fluor y colores pastel hasta el ataque de hígado. Podría pensar de manera maliciosa que los años felices de la autora fueron los principios de los 80, lo que parece olvidar a autora es que los shoppings no se inventaron en el capitalismo sino en Gostiny Dvor en San Petersburgo, en 1785.

El film rebaza de clichés, los oficiales rusos son gordos, sudorosos, fuman y les queda chico el uniforme; el problema del muro de Israel la tienen pequeños Jeques codiciosos que compran armas repintadas a cambio de vender el petróleo a los Saudíes. El abuso se soluciona con una eficaz administración de la fuerza, la rabia no arregla nada ni es efectiva, los negros son naturalmente linyeras, observadores ineficaces de la realidad.

Así se entiende el Estado y la arquitectura fascistoide, (Speer o Lang se deben estar aplaudiendo), de las amazonas, el film es deudor en ese sentido de Metrópolis. El mundo utópico de Jenkins es el de las amazonas que viven en un mundo donde la verdad es única y natural, la moraleja inicial está contada de tal manera que nos hace creer que sólo es posible de ser narrada de manera única, que sólo hay un punto de vista y esa es el de verdad verdadera. Pero entonces ¿qué pasó con Rashomon, con Minority report, con las probabilidades de la mecánica cuántica. con la termodinámica o simplemente con la relatividad?

Como Trump niega el cambio climático, el Jenkins niega a través de Mujer Maravilla todos los resultados de la ciencia moderna, hay que reconocer que es coherente.

Un mundo donde se insiste hasta el hartazgo de que no hay atajos posibles, sólo un laborioso trabajo para llegar a las metas, el final nos justifica al pequeño Trump, pobre y abusado que llega gracias a su mérito a ser quien es, habrá alguna vez alguien que se atreva a hacer esto con Hitler, quizás sólo es cuestión de tiempo; lo que en definitiva prevalece y queda de la historia es discurso de la meritocracia, pero que es arruinado por las ambiciones producto de, ya sabemos, ese oscuro objeto del deseo

Un mundo donde todos sabemos lo que tenemos que hacer, nos lleva, según el film, a una suerte de reality show circense, de espectacularidad “cesariana”, una fantasía donde cada uno acepta ser quién es, la fábula inicial, casi como una explicación platónica de la caída del alma hacia el mundo de la materia, (lo que no dice la autora es que es ciertamente abusivo someter a una niña a competencias de adultos). M.M. llega al mundo de los humanos por el pecado de amar (sabemos que es lo mismo), donde la misma M.M. está sujeta a los goces del cuerpo (mala lectura del amor platónico) a las necesidades de la materia, comer, tener sexo, (en el film ni siquiera como guiño epocal, las amazonas tienen amor homosexual, sino son espartanas castas) el hombre del futuro según la película, va a ser asceta, el hombre sensible, pero hermoso, algo amanerado, vestido estilo revista de ventas de ropa on-line norteamericano, en definitiva una versión amigable y deserotizada de lo masculino.

Mujer maravilla 1984, reafirma que el feminismo no es una cuestión de género, la directora Patty Jenkins (1971 EEUU), parece reproducir con su personaje Cheetah el discurso conservador más recalcitrante, si los conservadores dicen que hay que distribuir un poco para que la sociedad no explote, con Cheetah dice: señores abusivos, no conviertan a las mujeres en feministas rabiosas, controlense, en definitiva una mujer violada es una palurda pero también una potencial criminal. Ojo, ver bien la película, si no lo quiso decir, está dicho: si te violan es porque no aprendiste a defenderte. Sería interesante interrogar a la Sra Jenkins sobre por qué el violador tiene aspecto de ejecutivo, borracho, quebrado, pero bien vestido. Ojo como se entiende esto, lo que pregunto es que en un film hecho milimétricamente para allanar el camino para la re electibilidad, o para limpiar el “buen” nombre de Trump, no puedo creer que el personaje del abusador fuese librado al azar.

De modo paradójico defiende valores sin siquiera cuestionar algunos que están al alcance de la mano, empezando por la nueva derecha y si es cierto que los jóvenes humildes fueron llevado por becas a las facultades, fue por el hecho que se necesitaban profesionales que defienden encarnadamente los intereses de las grandes corporaciones, ya que los hijos de los dueños lo único que parecía importarles era navegar sus obscenos yates. No menciona que Trump no es un sencillo joven emprendedor, pero, acertadamente en el film, no pertenece tampoco a la aristocracia de Harvard ni al de otra tradicional universidad, sino a ese extraño territorio intermedio donde al poco tiempo va a germinar la generación que descubre el anticomunismo como negocio. Pocos años mayor que el cabildero y productor de cine ultracatólico Jack Abramoff (1958 EEUU ) que hicieron de la política y los grupos de presión un negocio rentable, los mismos jóvenes que llevaron a Reagan al gobierno que hoy alegremente hacen películas sobre los ideales fallidos de sus abuelos “fumones”.

El film reafirma el orden blanco, las reinas amazonas blancas, de igual manera que la secretaria del protagonista es la mismísima Ivana, con acento incluido.

El film olvida los desastres de los ochenta, de cómo se levantó Miami, donde los argentinos compraban con la famosa frase “deme dos” en los shoppings construidos con dinero no del todo claro producto entre otras cosas de la carta blanca al obsceno intervencionismo en Latinoamérica, alimentó la guerra no declarada contra Nicaragua, con fondos que provenían del narco el cual cuando se tornó inmanejable, se transformó en la cruzada de Nancy Reagan contra las drogas, se olvida que los 80 fue la era de Thatcher, la de la Guerra de Malvinas, de los Reaganeconomics, del primer caso declarado de Sida (1981).

En fin, de los ochentas, en el film de Jankins sólo queda un Trump que en el fondo todo lo hizo por su hijo, que los abusadores no son tan peligrosos y que la culpa en definitiva es de las chiquis que no saben cuidarse, pero ojo, no quieran defender sus derechos, porque para eso está Mujer Maravilla, y siempre está el riesgo de convertirse en una resentida. Los pobres son negros buenos y buenos lectores, quizás es una metáfora de lo que debe ser un profesor, los árabes son codiciosos y tienen la culpa de los muros y de la falta de agua.

Mientras miraba, pensaba en todos los adolescentes que van a ver este film, sus daños colaterales y preguntarme cómo es posible que en una democracia se larven los fantasmas del totalitarismo, y mi respuesta está en estos filmes.

--

--