Pequeña Flor, de Santiago Mitre

Ezequiel Obregón
Sitio Leedor
Published in
2 min readApr 20, 2022
Daniel Hendler y Vimala Pons

Basado en una novela de Iosi Havilio y co-escrito por Mitre y Mariano Llinás, el último opus del realizador de El estudiante, La patota y La cordillera toma una distancia abismal de aquellos tres relatos, vertebrados sobre una estructura de tesis y dilemas (éticos, en gran parte).

Petite fleur / Pequeña flor implica un significativo cambio de timón en la carrera de Mitre, pero es –además- una incursión del cine argentino (franco-argentino, en verdad, pues se trata de una co-producción) en el territorio de un humor absurdo pródigo en ideas. Que esas ideas no funcionen del todo no va en desmérito de los alcances del filme, que incursiona en el drama de pareja y nunca abandona un humor negro, negrísimo, que coquetea con el gore y, al mismo tiempo, empuja a su protagonista a adoptar o profundizar un mirada nihilista de la vida.

La película comienza con la llegada al mundo de Antonia, la hija de José (Daniel Hendler), un artista visual que hace historietas, y Lucie (Vimala Pons). Ambos viven en un barrio francés alejado de la postal y, frente a la pérdida de empleo de él, deben reorganizar su vida. Lucie comenzará a trabajar y José tendrá que hacerse cargo de la pequeña.

Todo seguirá un curso más o menos predecible, hasta que José conoce a Jean-Claude (Melvil Poupaud), un vecino amante del jazz y del buen vivir al que termina matando de forma accidental. Pero al otro día, como si nada, se lo encontrará vivo, en plena calle. Los “siguientes asesinatos” se sucederán de forma mecánica, sin explicación alguna, mientras el matrimonio se desestabiliza cada vez más y, por propuesta de ella, recae en una suerte de grupo de autoayuda para nada ortodoxo, dirigido por Bruno (Sergi López).

Pequeña flor cuenta con una banda sonora exquisita, en parte gracias al jazz que escucha el enigmático Jean-Claude, y una acertadísima fotografía de Javier Juliá que privilegia los colores cálidos, tal vez como una reminiscencia del hogar que no se termina de conformar. Si bien es cierto que no todos los pasajes de humor funcionan, Mitre consigue extraer genuinos instantes de comicidad y otros más bien desconcertantes. Se agradece el riesgo asumido, un muy buen prólogo para un festival que aspira a los (re)descubrimientos y al cine menos estandarizado del mundo.

*Esta nota fue plublicada durnate el 23° BAFICI

--

--

Ezequiel Obregón
Sitio Leedor

Escribo sobre cine, teatro y literatura. Cuenta de Medium para Leedor.