Puan, de María Alché y Benjamín Naishtat

Ezequiel Obregón
Sitio Leedor
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3 min readOct 16, 2023
Notables trabajos de Subiotto (premiado en San Sebastián, al igual que el guion del filme) y Sbaraglia.

Si bien en su segunda semana en cartelera la película codirigida por el realizador de Historia del miedo (2014), El movimiento (2015) y Rojo (2018) con la realizadora de Familia sumergida (2018), tuvo un descenso de salas, mantuvo su convocatoria gracias al “boca en boca”. Puan es una película noble e ingeniosa, como su personaje protagónico, interpretado por un excelente Marcelo Subiotto. Gracias a un preciso trabajo de casting, se destacan todos los intérpretes.

Marcelo Pena (Marcelo Subiotto) es un profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, a la que coloquialmente el mundillo académico conoce como Puan (por la calle en donde se ubica). No solo le imparte clases a sus alumnes puaners, sino también a vecinos de un barrio precario gracias a un programa -mal pago- llamado “La filosofía en tu barrio” y a una anciana de clase alta que quiere “nutrirse” de sus saberes filosóficos (aunque se quede dormida en plena clase).

Pena es, sin más, uno de esos profesores que quienes hicimos nuestro recorrido por esa casa de estudio podemos identificar a la perfección: un tipo bonachón, algo desalineado, que no puede salir de ese universo rico en saberes, pero que también vive anquilosado en la vorágine de papers, congresos, corrección de exámenes y plazos que se vencen. Se trata de un hombre que filosofa (se nota que domina su materia y que, además, la disfruta cuando la imparte); esto es, que cuestiona todo precepto que intenta constreñir su libertad, mientras convive con su esposa feminista y con un hijo que lo saca un poco de su molde.

Esa vida previsible (aunque va a los saltos, un poco literalmente, porque la película -y, en especial, el personaje de Subiotto- tiene mucho de comedia física, casi de slapstick) se interrumpe cuando el titular de la cátedra que integra Pena muere de forma súbita. Y, más todavía, cuando llega un profesor cool desde Alemania, un tal Sujarchuk al que Leonardo Sbaraglia le presta todo su encanto. Esa aparición pondrá a prueba a Pena, señalado por muchos como el “sucesor natural” de quien le dio forma y contenido a su materia. La llegada de aquel profesor que dejó Argentina y triunfa en Europa pondrá en suspenso la posibilidad de ser la cabeza de cátedra, frente a un concurso que todos saben reñido.

Puan se convirtió con justa razón en la película de Puan. Y no es porque transcurra allí (de hecho, es bastante menor el metraje que tiene a esa ex fábrica de cigarrillos como su locación), sino porque captura una óptica, una forma de percibir la realidad del país (acentuada en un final que tiene algo de distópico, pero que -tristemente- hace pie en el contexto económico y social que transitamos) que se nutre de su historia y de las mentes que circulan por allí. Si el filme de Naishtat y Alché no se transforma en un relato de nicho, es porque su humor tiene vertientes que lo universalizan; el comentado aspecto físico, el abordaje de tópicos cercanos al público más masivo como la familia, los vínculos con los maestros, la pregunta sobre qué hacemos con los que nos toca en suerte. Y, al mismo tiempo, el guion se anima a los cuestionamientos “puertas adentro”; desde la forma en la que se constituyen los programas de estudio, hasta cierta frivolización a la que ni los académicos escapan (con epicentro en la relación que Sujarchuk sostiene con una estrella pop, Vera Mota, que le da a Lali Espósito la posibilidad de hacer el cameo del año).

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Ezequiel Obregón
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Escribo sobre cine, teatro y literatura. Cuenta de Medium para Leedor.