Queer
El film de Guadagnino se estrena este jueves en Argentina. Podría tratarse, tranquilamente, sobre cualquier relación, sea hétero, bi, homo, les. En realidad, se trata sobre los márgenes, es una historia sobre los bordes del amor que sólo se puede dar en los bordes del mundo.
El director (Llámame por tu nombre, Suspiria, Hasta los huesos) no intenta en ningún momento hacernos creer que está filmado en locaciones reales, nada de eso: estamos viendo una representación visual de su lectura del libro de Burroughs, cuyo alter ego está actuado por Daniel Craig. Todo el tiempo somos conscientes de la puesta en escena, como si estuviésemos frente a un teatro callejero. Cosa similar sucede en la serie Mi amiga estupenda de Elena Ferrante.
La historia, típicamente burroughsiana, nos lleva por la mente de William Lee, un hombre de cuyo pasado nada sabemos, medianamente elegante, tan elegante como la periferia lo permite, ostensiblemente armado (podría ser un sheriff), alcohólico (vaya novedad) y sumergido en la desesperación de la soledad de una persona en las puertas de la vejez. Se encuentra allí, donde nadie pregunta sobre su homosexualidad, agónicamente solo, busca la complicidad de una mirada, una luz tierna en los ojos de los que pasan por un bar, que hace recordar al bar de El salario del miedo (Le salarie de la peur, Henri-Georges Clouzot, Fr.-It., 1953) entre el alcohol y la heroína, descubre un joven del que se enamora y al que lleva a un viaje iniciático de ayahuasca en medio de la selva sudamericana.
Entre lo bizarro del lugar se descubre el momento más alto del film, entre el barro y la suciedad, la planta mágica revela una de las escenas eróticas (si así puede llamarse) más reveladoras del cine (en este tema), cosa que no es poco. A lo largo del film, y en diferentes escenas, sortea con elegancia lo imposible de querer mostrar el sexo sin ser pacato y sin caer a su vez en la trampa del soft-core, tan habitual al cine norteamericano donde sin pudor alguno filman “embelleciendo” tanto hambruna como bombardeos, masacres osexo. Una escena en particular, es un homenaje tanto a Flaubert y a Lina Welltmuler: la cámara, pudorosa sale al exterior, no muestra lo que de otra manera seria obsceno o, en el mejor de los casos, ridículo, dejando que la experiencia psicodélica, como en el teatro, No cobre la fuerza desmesurada de la revelación.
Finalmente, la nostálgica revelación que Guadagnino no convierte en melodrama, sino en una verdad consumada: la vida es esto, el oscuro personaje de Lee, fugitivo de su propia existencia, puede brillar y a través de el, brillar nosotros si así quisiéramos.
Hasta aquí el film, y no puedo dejar e señalar lo siguiente: en la era del “neofeudalismo” las drogas de todo tipo van a ser y ya lo están siendo, liberadas; pasó la era Reagan, la era de la lucha patriótica de Nancy; la lucha por el control de las drogas fracaso en el mundo entero, el discurso de la salud pública, cuando permanentemente recortan beneficios sociales se vuelve un chiste.
Lo que Pineapple Express (Pineapple Express, David Gordon Green, EEUU, 2008) fue para la marihuana, Queer puede serlo para el uso de sustancias realmente psicoactivas. Si es así, estamos a las puertas de la liberación total del uso de substancias, en este sentido van trabajos tanto de juristas como de científicos, pero, y ojo con este pero, el mercado sin Estado no necesita ya prohibir nada; sólo el de tener miles de manos como fuerza de trabajo que no cuestione el sistema. Espero que este film no contribuya a que una horda de jóvenes y no tan jóvenes viajen hacia la selva en exclusivos tours, tirando sus resíduos, sus latas vacias de bebida energizante, sus pañuelos íntimos o frascos lociones insecticidas inútiles, viajen devorando y destruyendo lo último que queda vírgen o casi virgen de este mundo.