“Robinson”, Muriel Spark

Adriana Santa Cruz
Leedor
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4 min readFeb 1, 2021

En 1958, Muriel Spark escribe Robinson, una de sus primeras novelas, pero con muchas de las características que definirán sus mejores creaciones: algo de humor e ironía, el propósito de sugerir más que de mostrar, cierto suspenso, la presentación de conflictos psicológicos y la recurrencia de temas como la religión o las relaciones hombre/mujer.

La autora nació en Edimburgo en 1918. Empezó escribiendo poesía y biografías, y en 1957 publicó su primera novela, The comforters. Entre sus obras más conocidas están Memento mori, Las señoritas de escasos medios, Los mejores tiempos de miss Brodie –obra que la consagró y de la que se hizo una adaptación cinematográfica–, El banquete, El único problema, Merodeando con aviesa intención, La imagen pública, Una mujer al volante. Su padre era judío y su madre anglicana, pero se convirtió al catolicismo, lo que se percibe en casi toda su obra. Como dato anecdótico tuvo una gran amistad con Graham Greene, quien la ayudó económicamente. Falleció el 13 de abril del 2006 en Florencia, donde residía desde hacía 30 años.

Robinson es una novela que puede parecer atípica para un lector del 2014 porque está más cerca de la narrativa del siglo XIX que de las rupturas a las que nos tienen acostumbrados los escritores del siglo XX a esta parte. Acá no hay ni experimentos con los narradores, ni fluir de la conciencia, ni indagaciones acerca del lenguaje, solo el desarrollo de una historia en la que lo importante es el peso de la trama.

January Marlow, la protagonista, cuenta cómo llega a la isla de Robinson después de un accidente aéreo. Durante dos meses y veintinueve días January, Robinson, Miguel –un niño de 9 años que está también en la isla–, y otros dos sobrevivientes –Tom Wells y Jimmie Waterford– comparten no solo el espacio físico, sino también la escasez de alimentos, los enfrentamientos y, especialmente, la incomodidad de Robinson que siente que le han usurpado su soledad.

En medio de esta historia casi predecible, la trama gira hacia lo policial a partir del capítulo VIII cuando Robinson desaparece. January empieza una investigación, realiza hipótesis, busca pruebas a modo de un detective de las novelas de enigma; pero además, este cambio de dirección termina mostrando el verdadero carácter de los personajes y generando conflictos entre todos. En este sentido, la novela explora muy bien qué les sucede a los personajes frente a una situación límite y cómo cada uno va mostrando facetas que hasta ese momento no habían aflorado. Se nota la tensión entre ellos y resulta muy interesante la forma en la que Muriel Spark dosifica esa tensión, la lleva al límite, y juega con lo que el lector espera y lo que realmente pasa en la historia.

Los conflictos que presentan estos habitantes de la isla se relacionan también con los temas que desarrolla la novela: la religión, la sexualidad y la castidad, la soledad, la educación son motivo de polémica en algún momento del relato. Sin embargo, ningún conflicto estalla del todo; Spark sugiere más de lo que se muestra, trabaja con la elipsis y dice lo justo.

Desde el comienzo de la narración, el lector espera que pasen determinadas cosas: hay una mujer y tres hombres adultos en una isla remota del océano Atlántico; está la atracción que existe entre Jimmie y January, y la ambigüedad en la relación de la protagonista con Robinson. A todo esto se suma el trato, por momentos demasiado familiar, que Tom le da a January. Entonces, nosotros en pleno siglo XXI hacemos una serie de hipótesis sobre qué pasará con los personajes, y la autora se encarga de llevarnos por otro lado, pero sin decepcionar: no es poco decir que un texto de 1958, sin ser un clásico, todavía hoy puede disfrutarse plenamente.

El mismo título de la novela nos conduce, antes de la lectura, a pensar en aquella otra de Daniel Defoe, Robinson Crusoe, pero no hay que tentarse con comparaciones fáciles. En la obra de Defoe, existe todo un trasfondo social y político que en Spark pasa al plano de las relaciones humanas, sin dejar de lado que se nota, también, una mirada femenina que va más allá del relato de un naufragio y de la supervivencia.

Spark obtuvo varios premios: el T. S. Eliot y el de Literatura Británica, entre otros, y el título de dama del Imperio Británico. En el 2008 The Times la puso en la lista de los cincuenta escritores ingleses más grandes desde 1945. Más de un lector se va a sorprender con la lectura de Robinson, y va a entender por qué este libro y esta autora merecen un lugar en nuestra biblioteca.

Muriel Spark, Robinson, La Bestia Equilátera, 2013, 234 págs.

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Adriana Santa Cruz
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Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural