Scott y Zelda, los fantasmas perdurables

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6 min readMay 8, 2024

Por Abel Posadas

Libros, tesis doctorales, artículos, películas, miniseries, radio e incluso teatro. Ya no hay nada más que decir sobre la brillante pareja de los años locos. Sin embargo, se los continúa bordando con adjetivos no siempre acertados, si es que el adjetivo tiene algún valor.

F. Scott Fitzgerald murió el 20 de diciembre de 1940 en Hollywood. Según su pareja de la Coste Oeste, _Sheila Graham, “cuando murió el dinero que le quedaba eran 706 dólares. De acuerdo con su secretaria Frances Kroll que escribió al Juez Briggs, “para su entierro se necesitan 613,25, el cajón y el funeral cuestan 410, el traslado del cadáver al velatorio 30, impuesto 1,50. Y el transporte del cuerpo hasta Baltimore es de 117,78”.

Alguien se encargó de agregar unos dólares. En lo que se refiere a sus pertenencias, Miss Graham indica “un baúl con ropa, estantes con libros, fotografías, recortes de periódicos, una valija pequeña con efectos personales -algunos regalos de Navidad, un reloj, gemelos, dos mesitas de madera, una lámpara y una radio”. El año de su muerte fue también el año en el que escribió cuarenta cartas a Zelda hablándole de su situación y veintiocho a su hija Scottie en las que el dinero ocupa un sitio secundario pero está muy presente.

A fines de 1939 su agente Harold Ober se negó a seguir con los préstamos usuales porque no creía que Scott pudiera terminar su última novela -THE LAST TYCOON-. El decidió vender a Lester Cowan, productor independiente, BABYLON REVISITED, y le pagaron l,000 dólares. Al propio tiempo Cowan le encargó que guionara el texto y le pagó por ello 3,000 dólares. Por esos 4,000 dólares Cowan tenía el derecho de hacer lo que viniera en gana tanto con el texto como con el guión. Lo vendió al Metro por 100,000. Su negocio marchaba. La película se llamó LA ÚLTIMA VEZ QUE VI PARÍS pero el nombre de Fitzgerald había desaparecido.

HOLLYWOOD REVISITADO

En el invierno 1926–27 Zelda y Scott habían estado en Hollywood. Samuel Goldwyn quería que la maravilla hecha escritor confeccionara un guión para Constance Talmadge. Cobro una buena suma pero ambos se aburrieron del ambiente. El episodio está muy bien narrado en el telefilme S.SCOTT FITZGERALD EN HOLLYWOOD (Michael Grandage-1976) y el actor Jason Miller entrega al mejor Scott que proporcionaron las imágenes. Ayudó y mucho Tuesday Weld, que se encargó de una Zelda impensable para cualquier otra actriz. En 1937 este hombre regresó con la esperanza de recuperarse de su debacle financiera. Su hija se encontraba progresando en sus estudios y Zelda terminaría viviendo en Alabama, en la casa materna. Economicamente, ambas seguían dependiendo de Scott, aunque la hija se encontraba protegida por varias familias adineradas -los Murphy esencialmente.

Cuando se estudia la trayectoria de esta pareja y el talento de ambos, se cae en la cuenta de que desde su casamiento y su llegada a Nueva York, allá por 1920, ambos se habían dedicado a hacerse célebres mediante la publicidad y que la publicidad los había devorado. El alcoholismo de Scott y la excentricidad de Zelda serían dos plagas de las que no pudieron escapar. Y hasta cierto punto, algunos de los que se decían sus amigos los empujaron más allá del límite.

El nombre del escritor figura únicamente en TRES CAMARADAS(Frank Borzage-1938) porque el resto de sus trabajos le fue pagado pero no lo utilizaron. Los guionistas eran poca cosa en aquel lugar y se los despreciaba, en especial por su forma de vida. También se los humillaba ya que el productor iba leyendo el guión y siempre había dos escritores. Si el primero no conformaba, se llamaba al segundo y así sucesivamente. Scott habla de hipocresía y corrupción. Se transforma en un ingenuo porque esas dos columnas invaden el espectro audiovisual desde comienzos del siglo XX y se agudizan en el XXI.

Él no estaba acabado como escritor, tenía la mitad de THE LAST TYCOON pero no encontraba la serenidad para continuarlo. Y nadie creía que lo haría. Cuando la revista Collier rechazó lo que tenía escrito de su última novela tuvo una recaída en el alcohol y tomó hasta perder la conciencia. Lo que lo desesperaba no era la bofetada de Collier. Él estaba seguro de su talento. Lo que lo mortificaba era el ser un pobre infeliz sin dinero. Porque tanto él como Zelda no habían ido la primera vez a Hollywood por placer. Goldwyn le iba a pagar 10,000 dólares por un guión para Constance Bennet. Como la película no se hizo Scott recibió solo 3,500. Igualmente partieron contentos y pensando que no volverían a ese lugar. Pero en 1937 el escritor maravilla se dio cuenta de que Hollywood era el lugar donde estaba el dinero. Y allí fue. Y allí murió, pobre, maltratado como sus compañeros de rubro, los guionistas, frente a los cuales los directores, técnicos y estrellas eran, luego del productor, quienes se llevaban el gran pedazo de pastel, que no otra cosa era el Hollywood del sistema de estudios. Para que este escenario existiera y para que Scott ocupara por un lapso el centro de la escena, se hacía necesario un país como Estados Unidos en plena etapa de expansión luego de la Primera Guerra Mundial.

JUGANDO A FAVOR

Si Hollywood lo había maltratado en vida, luego de su muerte los productores no vacilaron en lanzarse sobre sus novelas. Con la excepción de A ESTE LADO DEL PARAÍSO (1921), las otras fueron llevadas al cine con mayor o menor fortuna. Los acostumbrados a leer a este hombre, no rescatan ni siquiera EL GRAN GATSBY que dirigiera Jack Clayton en 1973. No se tuvo en cuenta lo que Harold Wilson señala en el prólogo de la primera edición de esta última novela de Fitzgerald. Según Wilson, Monroe Stahr -el personaje central- ya no es un aventurero ni un romántico millonario que organiza fiestas en donde la gente baila charleston. Monroe Stahr es un hombre que se ha entregado a una industria y, por lo tanto, es un trabajador más dentro del engranaje de producción. En la adaptación cinematográfica, los paseos, la relación Monroe-Kathleen ocupa demasiado espacio y los conflictos laborales o desaparecen o pasan a un muy segundo plano. En este aspecto, Harold Pinter no fue el mejor elegido para guionar esta novela inconclusa.

Como una mueca merecida, ni el cine ni la TV abandonaron jamás la figura de Scott Fitzgerald. Fueron muchos los artefactos que por un motivo u otro necesitaron de su presencia. A veces, desdichadamente, hubiera sido mejor que lo dejaran en paz o que lo tomaran a broma como Woody Allen. Intentar unir a Scott y Zelda tomando como base la correspondencia entre ambos puede desencadenar un dislate de proporciones. Estamos cada vez más lejos de aquella sensibilidad que, a nuestro juicio, sufrió cambios estructurales tanto a partir de 1930 para desaparecer por completo una vez que se iniciara la Segunda Guerra Mundial.

Cuando en 1973 se publicaron los 21 cuentos escritos por la pareja aunque separados cuidadosamente por Frances Scott Lanaghan Smith -la hija del matrimonio-, el prólogo nos trae a dos personas muy distantes de las existentes biografías. Frances era una aguda periodista que trabajó mucho tiempo en la Casa Blanca. Lo que ella quiere dejar en claro en esa introducción es que se trata del último material que pudo encontrar tanto de Scott como de Zelda. Y, por otra parte, ofrece a dos padres a quien ella considera responsables del destino que les tocó en suerte. El título de esta antología fue BITS OF PARADISE y lo eligió precisamente quien fuera la famosa Scottie durante la juventud de aquella pareja. La acompañó en la tarea el crítico Matthew J. Broccoli, quien admite que los dos temas centrales de los Fitzgerald son el amor y el dinero.

BIBLIOGRAFÍA

F. Scott Fitzgerald: The Last Tycoon, Penguin Books, London 1963

F. Scott Fitzgerald — Zelda Sayre Fitzgerald: Bits of Paradise, Penguin Books, London, 1986

Graham, Sheila: College of One, Bantam Books, New York, 1967

Mitford, Nancy: Zelda, Tiempos Modernos, Barcelona, 1990

Turnbull, Arnold: The Letters of F. Scott Fitzgerald, Penguin Books, London, 1968

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