Festival Transterritorial de Cine Underground: exploration after Apocalypse

Csaba Herke
Sitio Leedor
Published in
4 min readApr 25, 2021

O ¿qué hacer con un hecho? sobre el film de Iara Lee

Julian Barnes (Leicester; 19 de enero de 1946) se pregunta en diversos trabajos qué es lo que hace que uhecho se vuelva un acontecimiento o, en nuestro caso, una obra de arte. Nos dice, y es absolutamente cierto, que todo lo que sucedió, sucede y sucederá, o sea todo hecho, en algún momento se puede convertir en objeto de alguna narrativa. He sabido de directores y productores que se entregan todas las mañanas, al meticuloso trabajo de buscar y recortar, calificar, y posteriormente clasificar y archivar cuanta noticia encuentran. Cada persona tiene sus preferencias. Los hay que buscan en “The Sun”, otros buscarán en “The Guardian”, algunos en “L’humanité”. Las noticias son para el que las busca, y si de buscar se trata, lo que se dice una buena historia entonces qué mejor historia que la de Chernobyl.

La mayor (si uno cree en las noticias) tragedia de un reactor termonuclear. Es ésta la “historia misma”, es la historia de la que cualquiera quisiera tener la exclusividad, pensando en el Pullitzer; es la promesa de cumplir con las fantasías tanto los de de un lado como del otro de la cortina de hierro; “es” la historia “De la cortina de hierro”. Es la historia de tanta gente que se sacrificó por una y otra idea, siempre en nombre de la libertad, de un mundo mejor, o simplemente para demostrar no sé qué amor. Es para algunos, la caída del imperio ruso, otros el desenmascaramiento del coloso de pies de barro, para muchos el principio del fin de una era. Para algunos es la muestra del terrorífico potencial destructivo que la mano del hombre puede construir, y finalmente, para fortuna, para otros es la oportunidad de hacer una obra de arte.

Es casi inimaginable que el lugar del accidente hoy sea un centro de “turismo negro” o sea la de ir a vivir el riesgo de morir contaminado de radioactividad. Pero el film no se queda en eso; sin ser melodramático ni ensañarse, muestra que el problema no es del crecimiento anómalo de la Unión Soviética, sino de lo desmedido de la carrera energética, ya que sobre el final mapea los accidentes termonucleares, y el terror que produce es verdaderamente cierto.

Los gigantes que prometían y que en parte todavía resuelven las necesidades energéticas de un mundo que no quiere darse cuenta que no puede haber crecimiento infinito, que el crecimiento infinito siempre produce cáncer; estos gigantes energéticos quizás son uno de esos cánceres, como lo fueron los campos de concentración también; el de una cultura que resiste a encontrar sus propios límites.

Una de las cosas más asombrosas del film son los jóvenes que colonizan los pueblos abandonados, o que le dan uso recreativo, económico incluso, habitan la vida en el límite de lo posible, buscando vivir en los límites de la sociedad, tema en sí mismo que no profundiza.

Organizan tours, caminatas y practican parkour, miden actividad radioactiva y dan informes sobre el desarrollo de la vida natural después del accidente.

Los bosques de Chernobyl se vuelven a llenar de pájaros, zorros amigables, fauna radioactiva pero viva; hay vida, la misma se resiste a la locura del hombre, quizás aparezca alguna especie inteligente producto del abandono por el hombre del lugar accidentado.

Sin embargo otra clase de personas lo comienzan a habitar; un grupo, una tribu o mejor anti tribu, los llamados Stalkers.

El film de esta manera, pasa del documental objetivo a uno subjetivo, nos enteramos que no es Chernobyl el objeto del documental, sino el propio film Stalker (Tarkovski, Rusia, 1979) (en ruso, Сталкер; conocida en algunos países de habla hispana como La Zona) que siendo ciertos ni siquiera el objeto, sino el de un meta-objeto que me permite visualizar lo que ahora entendemos es que el documental y este documental se trata de la mente de Tarkovski (Andréi Arsénievich Tarkovski (ruso: Андрей Арсеньевич Тарковский) Zavrazhie, Óblast de Ivánovo,1932 — París,1986)

Todo el film se pliega así sobre sí mismo y resulta que se trata de La mente del autor de La Zona, se trata de lo que piensa que piensa, pensamiento que a su vez estamos habitando. Lo que vemos no es el desastre nuclear objetivo, en cuanto resultado del desastre nuclear, sino lo que creó la mente de Tarkovski y ahí está, o se nos explica la propia teoría sobre la imagen tiempo del autor ruso.

Como Fellini inventó Roma con La Dolce Vita, Godard Paris con Sin Aliento (bueh, no es tan así), Tarkovski con Stalker creó Chernobyl, (conspiranoicos abstenerse).

No sé si la directora tenía este análisis, pero me protegeré diciendo dos cosas: una es que el arte antecede siempre a la ciencia (por eso el surrealismo de Dalí, no se encuentra en el “reloj sancochado” que no es más que una mera ilustración de lo que se supone que es la relatividad). La relatividad está en el cubismo; y segundo, que el crítico como dice algún crítico, es un descubridor de descubrimientos.

Quizás descubriremos que la vida humana también puede convivir con altas tasas de radiactividad, con lo cual la locura se puede volver a reiniciar, ¿quién será el autor de ese próximo universo?

Actores: Aleksey Moskalenko, Alexander Esaulov, Alexandr Kupnyi, Anton Yuhimenk
Director / Directora: Iara Lee
Géneros / Categorías: Largometrajes, XVI Festival Transterritorial de Cine Underground
ATP, Documental, USA

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