Sublime, de Mariano Biasin, o cómo narrar ese delicado (des)equilibrio ante la salida del clóset

Ezequiel Obregón
Sitio Leedor
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2 min readNov 22, 2022
Martín Miller, una revelación

La película de Mariano Biasin se concentra en Manuel (Martín Miller), un adolescente que se enamora de Felipe (Teo Inama Chiabrando), su mejor amigo.

La adolescencia y el despertar sexual orientado hacia el mismo sexo (sin contar las riquísimas diversidades que se pueden asociar a la sexualidad, entendida en un sentido amplio y contemporáneo) ha sido uno de los tópicos que el cine más se ha encargado de descifrar. A tal punto, que frente a cada nuevo exponente resulta interesante observar cuál es esa variación que el realizador o la realizadora elige introducir en el relato. Sublime, de Mariano Biasin, decide narrar ese despertar desde una puesta intimista, con un punto de vista concentrado en el poseedor de ese deseo que se asoma en los sueños y que, poco a poco, pugna por encontrar su correlato en la vida diurna.

Manuel y Felipe son adolescentes y tocan en la misma banda de rock. Se conocen desde que eran niños y comparten todos sus secretos, incluso aquellos relacionados con las primeras experiencias sexuales. El ámbito femenino se abre como un universo nuevo; se trata de gozar, pero también de descifrar el goce ajeno. En medio de ese instante crucial, pasa la vida; la escolaridad secundaria, el enfrentamiento con el mundo adulto, el tránsito ante la inminente separación de los padres.

Biasin elige contar cada situación sin parsimonia, con la cámara reposando sobre el eje de Manuel. Su puesta parece orientarse hacia un realismo intimista, pero es algo más que eso. De tan cerca está narrada la experiencia del adolescente, que los sueños en donde se consuma el deseo gay se asemejan más a una puesta en superficie del anhelo postergado que a una interrupción de la vigilia.

Sublime se toma cada uno de los fragmentos de vida de Manuel con seriedad, pero nunca lo hace con tono plomizo. En los momentos de camaradería, de felicidad, se respira esa efervescencia compartida; cuando lo que se desea no se corresponde con lo que se tiene, la película hace un interesante uso del silencio como recurso dramático.

Biasin cuenta, claro, con un casting estupendo, tanto en el elenco juvenil como en el de los actores adultos. Alejada de la necesidad de denunciar (aquí no hay bullying ni familia opresiva), la película explota el tempo del pueblo costero fuera de temporada. Ese espacio parece adherirse al espíritu de Manuel; es allí donde su título cobra sentido, en donde ese mar rugiente se revela como una fuerza que nos puede definir, aunque para hacerlo necesite derribar estructuras.

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Ezequiel Obregón
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Escribo sobre cine, teatro y literatura. Cuenta de Medium para Leedor.