TÁR, de Todd Field

Csaba Herke
Sitio Leedor
Published in
7 min readFeb 8, 2023

Mi madre tenía la costumbre de preguntarme, a la manera de juego, si podía decirle de quién era el cuadro que estábamos circunstancialmente viendo, si lo sabía, subía la apuesta y me lo explicaba. Ella y su marido jugaban a lo mismo pero con la música. Bah… ahora no sé bien si era simplemente un juego.

Una de las primeras “hazañas” que recuerdo fue la de reconocer los cuadros de Degas sobre la danza. Estábamos en una sala de espera, la luz matinal entraba a la sala, filtrada por cortinas de color; la pared, revestida de machimbre oscurecido a tinte y barniz, le daba un aspecto de delirante cabaña alpina, en ellas colgaban unas láminas pequeñas, pobremente encuadradas que se suponía hacían lucir el ambiente. Nunca olvidé el comentario: “Degas habla de la alienación en la danza”, mirá esto y tal cosa. Escueta y contundente, severa como solía serlo, introdujo una idea que, hasta hoy, no sólo perdura sino que me lleva a sumergirme en miradas de oprobio cada vez que digo que no me gusta el Ballet; era su forma de dar amor; odiaba tanto la danza clásica como amaba apasionadamente a Mahler.

Todd Field (todavía con una obra por hacerse) tiene tres exitosos films a sus espaldas, y también trabajos actorales ampliamente reconocidos. Bien se podría decir que, de alguna manera, Tár, su último film es casi una autoreflexión prematura.

Después de leer algunas críticas, incluso el resumen de Wikipedia, casi diría que más que reseña del film debiera hacer una suerte de reseña sobre la crítica; esa es mi sensación íntima. Hollywood siempre tuvo la capacidad que en su seno se logren productos de altísima calidad y críticas, tanto promiscuas como transaccionales, a veces olvidables con el tiempo o tan ambiguas, que pueden leerse de una manera to de otra. La mayoría caminando sobre lo políticamente correcto, respetando toda cuota y ley de producción.

Es cierto, es un producto de Hollywood, sin embargo tiene la capacidad de mostrar unos cuantos sórdidos problemas del arte, principalmente del arte contemporáneo que existieron a lo largo de toda la historia del arte y no sólo del arte, sino de la ciencia también. Porque en definitiva, el film no sólo habla de un mundo particular sino que habla sobre el poder mismo, y de una manera diría a lo Tolstoi o a lo Conrad, el film en cierto sentido muestra lo más recóndito del ser humano como si fuese una suerte de Billy Budd.

Creo que es un film que todo docente de arte debiera ver y podría reconocer de una u otra manera algún pasaje de su vida.

¿Por dónde discernir un film con tantos planteos, incluso aparentemente contradictorios, ideas que oponen miradas vigentes, la que es hegemónica y a donde aparentemente se dirige la música, la de músicos haciendo malabarismos en escena o tocando en videoclips, disfrazándose y desplegando cuerpos atléticos a la medida de los tiempos que corren, dirigiendo partituras de videojuegos o de films de animé en shows de jóvenes disfrazados de sus personajes favoritos. Cosa que parece el último escalón de la caída en el inframundo. Y acá se dispara una cuestión ¿está mal?, ¿Es tan diferente acaso de las salas llenas de nacionalistas italianos yendo a ver a Verdi? ¿por qué no se clausura a un von Karajan que claramente dirigió, levantó su brazo y firmó cartas con el Heil Hitler final?, (dicho en negativo en el film) TÁR, más que cerrar, abre puertas y puertas, infinidad de ellas, en medio de comentarios algunos irónicos, otros especializados en música, pero siempre referentes a problemas que hoy son vigentes, principalmente éticos.

En algún lugar de mi cabeza, por un lado, el film se me une con La pianista/La profesora de piano(La Pianiste, Michael Haneke, 2001, Fra.) por el otro a The Joker (the Joker, Todd Phillips,2019, EEUU). No es casual. Lo que parece una historia común, ascenso y caída de una estrella tiene algunas cuestiones sumamente profundas a mi entender. Y voy a poner sobre la mesa un planteo que parece deslizarse como un añadido y sin embargo es, para mi lo que da sentido al film.

¿Uds creen que la echan por acoso o por su incorrección moral que ella usa como construcción de su propio personaje?

Veamos, a grandes rasgos. El autor opone entre principio y final, la casa particular de la directora en Berlín, una casi normalmente bella, a la de diseño en la que vive con su pareja; sin embargo no es esa la oposición, sino con la casa paterna, casa de suburbio impersonal hasta lo Kitsch y la susodicha casa matrimonial; HT de racionalismo brutalista, de enormes espacios interconectados, un gigantesco espacio subdividido sólo en apariencias, que claramente la incomoda cuando al principio comenta el gasto generado por la luz.

Se me presentan dos grandes oposiciones en el arte moderno, el de Duchamp con el de Warhol, el aristocratizante Duchamp y el hijo de obreros Warhol. Pero sólo preguntaré lo siguiente: ¿por qué a Warhol, todavía nadie acusó de nada? Quizás porque es un hombre blanco, icono de la cultura americana e intocable por ende?

¿Por qué digo esto? Porque es notorio el contraste que hace Field entre la casa paterna y Berlín misma, a lo Kubrick en Barry Lyndon, (casualmente Field trabajó con Kubrick) y casi dice lo mismo: del chiquero nunca se sale: se puede parecer, pero ser, es otra cosa.

Y hay muchas pistas sobre esto, por ejemplo la manía de la limpieza de ella se contrasta con ella metiendo las manos en la turbias aguas del río asiático (Conrad-Apocalipsis) con lo que da a pensar que ciertos gestos aparentemente maníacos son mas de legitimación que verdaderamente obsesivos, al tiempo que el director cómo es la situación de repulsa frente al cuarto de las ancianas.

Aclaración: la casa donde ella vivía y que usa como estudio es una casa que inmediatamente despues de la caída del muro, eran sumamente baratas, pero que actualmente están mas que cotizadas, por su amplitud, y con la solución de la energía solar para calefaccionar, también que ella se lave en la cocina no es extraño, ya que esos departamentos solían adolecer de baños, o eran baños muy pequeños e incómodos, por lo cual las costumbres y cierto pudor tenemos, típicamente norteamericano, en esos países no los hay; el film está lleno de estas perlas. Por ejemplo, el enojo de ella con la familia de los que venden, son los nuevos ricos de alemania oriental, que a expensas del viejo sistema habitacional de los países socialistas, amasan pequeñas fortunas.

Con lo cual, en realidad, lo que muestra es la pasión según TÁR. No hay abuso de poder como algún crítico dice, sino la pasión de una persona, que entiende la música como ninguna otra, y ha llegado donde llegó y cree que por fin puede decir las cosas como las piensa y siente. “Hablar por boca propia”. En el mundo actual, dominado por las operaciones de sentido, donde vale más lo que dicen que lo que digo (ninguna novedad por cierto) lo que se impone es la monotonía de la clausura, la negación totalitaria y caótica a cualquier canon, cuando en realidad el poder sigue ejerciendo el poder como es.

Berlin sigue el mandato de lo políticamente correcto para que los niños enardecidos de furia porque no se los oye sigan supuestamente yendo a la ópera con el dinero de sus papás banqueros porque, digamoslo seriamente, de eso se trata el film: cómo los niños con spleen del mundo, y con el dinero de los padres que saquaron el mundo se dedican a clausurarlo mundo según su sensibilidad.

El film ronda este problema, de los maestros sometidos al mundo, se puede usurpar este mundo pero momentáneamente, el film lo que dice es que ese mundo está hecho y es de otro. La clausura actual es debido a que el mundo ya está hecho y no acepta más cambio, lo políticamente correcto significa la clausura misma del mundo. Todos tenemos cabida en él, toda diferencia es bienvenida en la hegemonía. Lo que no se dan cuenta todos estos grupos que creen hacer una diferencia es que están siendo funcionales a un sistema ya hecho que les está diciendo qué hacer.

¿Se puede enseñar cuando el alumno ya tiene resuelto qué quiere aprender? La escena de la clase magistral en la que sólo una mirada sesgada e inescrupulosa la convierte en humillación, se deja llevar por un arbitrario recorte de la realidad, y objetivamente hablando no tiene nada de humillación, Tar busca explicar algo que el joven no quiere entender, quizás el error de la docente es querer exponer su expectativa sobre la música en un tiempo que todos quiere exponer sus subjetividades. Stravinski le dijo a von Karajan (memorias de Stravinski) que su interpretación de “la Consagración de la primavera” era superficial, y nadie se ofendió más allá de un cruce de palabras, pero hoy, parece que como no nos acucian otras cosas más graves, todo se vuelve subjetividad.

TÁR quiere hacer el mundo, es claro, pero hacer el mundo tiene su precio; quizás el error que comete es que ella olvida esto al creer que el mundo del otro es el mundo que ella hizo; entonces cae. Cae porque se niega a ser el títere de la muy políticamente correcta Berlín y eso es insoportable; entonces se puede leer el final no como caída sino que revela el ascenso, es el poema de Kavafis sobre los bárbaros, es la afirmación de Nietzsche; no son los romanos que van a a salvar a Roma, sino los Bárbaros. El film es un film de caída y reconciliación y ascenso.

Al mundo, definitivamente, no se lo puede arreglar, hay que arremangarse y crear uno nuevo, Tar finalmente lo entiende y va a dirigir para los “bárbaros” la música de juegos. Quizás algún compositor, alguna día, logre las alturas del patriarcal, heteronormativo blanco, protestante y tenaz trabajador del día a día que debía componer para alimentar y educar a todos sus hijos, el ahora clausurado Bach; que ya anciano y cansado, de visitar a su hijo y pronto a jubilarse, frente a un capricho del regente hizo su quizás última y más grande obra, el Ofertorio.

Pd. Contrariando a muchos, mi lectura final es que no es tanto que el público se hace conciente del accionar abusivo de la directora sino que la caída se vuelve intolerable para los alienados del sistema.

--

--