Tornados, de Lee Isaac Chung

Csaba Herke
Leedor
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3 min readJul 12, 2024

De la mano del “heredero” de Tom Cruise, Glen Powell y su coequiper Daisy Edgar-Jones (qué lindos que son los doble apellidos), Chung nos trae nuevamente una historia de amor y tornados. Un film en el que, como hace tiempo no veía, el componente ideológico emerge con tanta claridad del relato audiovisual que hasta el Titanic se hubiera dado cuenta.

Un film que va a pasar sin pena ni gloria y que evitó prolijamente momentos escabrosos como el de la vaca retorciéndose mientras el huracán la succiona, una balada para el espíritu conservador del campo, nada de erotismo de jeans ajustados o eufemismos de batallas en el barro. Todo contado en clave de sano esparcimiento y acompañado de música country (nada de Tini) tocado a tres guitarras femeninas junto a fogones. La borrachera se enuncia, no se muestra.
Una reconciliación entre el campo y la ciudad (éste evidentemente no sólo es un problema de Argentina) cuyo representante es un sobreactuado Powell frente a una sufrida Edgar-Jones que perdió a sus amigos intentando comprender el mecanismo interno de un huracán, aplazó indefinidamente su doctorado para trabajar en una estación que monitorea huracanes, pero que, convocada por un tercero en discordia, (Anthony Ramos), que “alquiló” su alma a un estafador inmobiliario de poca monta pero mucha plata.
Estado ausente, empresas conformadas por aventureros, un intrínseco odio de clases subsumido en las diferentes universidades de proveniencia, el triunfo de los supuestos desclasados. No, no, no es una trama socialista, sino más bien una trama ajustada a los vientos que corren.
Construido a golpes de clichés, parece un film de campaña electoral estadounidense, el encuentro entre periferia y centro, el triunfo de los que quieren ascender y no pueden. La derecha y ultraderecha en su imagen publicitaria cooptó esos valores, a lo que hay que agregarle flagrantes errores de continuidad y sonorización, como la del (no) sonido del Stenton bajo la lluvia, o el delirante momento donde perforan el asfalto para “anclar” el vehículo de experimentación. Como nadie dice qué pasa con los residuos de gel que inyectan en el tornado.

Como dice la mayoría de la crítica, es divertido (sic). A mí el cliché me aburre, me aburre olímpicamente escuchar recurrentemente los planteos de la derecha transvestidos en un formato pasatista, (los huracanes y tornados realmente son un problema) usando realidades y errores para deformarlos y convertirlos en discursos falaces, oportunistas que no se sostienen por ningún lado, igual que las dietas que todas las primaveras nos prometen volver a tener esa figura de los 20.

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