Venus en la Sala de Máquinas

Diego Díaz Córdova
Leedor
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4 min readMar 15, 2024

Silencio, no hay diálogo pero tal vez haya algún lenguaje. Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac, la ilusión del tiempo discreto, atrapado en un monótono pero constante sonido. Ausencia de texto, imágenes proyectadas, tonos neutros como una piel desplegada o capaz que estamos dentro de un útero o de algún órgano. Nos dejamos llevar por la espera, pero ¿qué estamos esperando acaso? Es probable que ninguno de los espectadores lo sepa.

Algo que sabemos todos, todas o todes (que lindo decir algo que ahora está prohibido) es que la atmósfera es decididamente femenina. Femenina no en un sentido sectario sino en un sentido más completo, de abarcar las formas y los contenidos, de favorecer las mezclas internas o externas. Cuando aparecen los textos, aparecen en forma de contundentes relatos, épicos y cotidianos sobre ciertas características y vicisitudes que algunas mujeres famosas o anónimas sufrieron, resistieron y triunfaron.

Tangible, como tangible sólo puede ser lo tangible. No puede ser descripto más que con un perogrullo, una identidad aristotélica a = a. Reconocemos la tangibilidad, pero no podemos explicarla. Nos enredamos. Enmarañados en una vorágine de movimientos repetitivos, que crecen y decrecen y aún mantienen un ritmo, vemos transcurrir el tiempo, que tal vez sea lo único verdaderamente tangible. El recuerdo del tiempo que es imposible asir ya que siempre se escapa.

Tal vez Venus no sea una performance o una obra de teatro o una instalación dinámica, tal vez Venus sea una máquina para crear otras Venus. Una gramática generativa de múltiples Venus en todos los formatos posibles. Tangibles e intangibles, sincrónicos o diacrónicos. O tal vez Venus sea una máquina para crear máquinas que generen Venus de todas las formas, tamaños, contenidos, expresiones y colores. Las reiteraciones crean series que con el contenido adecuado pueden transformarse en posibles Venus.

La recursividad está siempre presente, vive en un eterno presente y se expresa en vestidos, que están compuestos de vestidos. En vestidos y desvestidos que son vestidos graciosamente en la misma tonalidad de color. Un imago que muda sus ropas o trastoca sus imágenes, que alcanza un estado imaginal, imaginando otros ropajes y amplificando nuevas visiones. No hay un claro comienzo ni tampoco un claro final, no son necesarios, es una buena forma de señalar la imposibilidad del tiempo más allá de un eterno presente.

Simplicidad, la Navaja de Ockham reina a lo largo de la experiencia escénica. Minimalismo teatral, objetos parecidos, papeles desplegados, papeles arrugados, pelotas de papel, algunos con mensajes de otros espectadores de otras funciones pasadas. ¿En qué situaciones nos sentimos más naturales? ¿Es lo natural igual a la comodidad? ¿Es algo más automático? ¿son aquellas situaciones que por reiterativas no merecen una reflexión? ¿Acaso algo no merece una reflexión?. En definitiva ¿no es asombroso todo lo que nos rodea? ¿No es más milagroso observar una calle de una gran ciudad en una hora pico que la aparición de una virgen, una sirena o una venus?

Si alguien va a ver “Venus o la casi naturaleza humana” con la esperanza de encontrar respuestas, entonces se va a llevar una desilusión. Hay preguntas, muchas preguntas, de hecho hay hasta pistas para realizar nuevas preguntas, es cuestión de seguir alguno de los caminos planteados y dejarse llevar como si uno fuera un flaneur de la imaginación. Un dato, en la función a la que fui, había 2 niñxs pequeñxs (oh la transgresión nuevamente) que observaban con atención lo que sucedía. Si una escena puede hacer que adultxs y niñxs mantengan la atención, es que ha cumplido con su cometido: la suspensión momentánea del pasado y del futuro y la invitación a recorrer el eterno presente.

Venus o la casi naturaleza humana

Creación e Interpretación: Miriam Castañeda.
Creación, dirección y vídeo; Rocío Zúñiga.
Diseño espacio escénico e Iluminación: Jorge Ferro.
Música original: Vishlai Pineda-Urbina.
Asesoría artística y técnica: Catalina Corredor y Saeed Pezeshki.
Producción: Circuito Liquen
Sala de Máquinas, Lavalle 1145, Viernes de marzo 21hs

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Diego Díaz Córdova
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