BAFICI 2021. Crónicas de un exilio, de Micaela Montes Rojas y Pablo Guallar: Viaje al interior de Getino.
Estamos ante un trabajo de años. Largos como el exilio que llevó a Octavio Getino a Perú y México durante la dictadura. Cerca de una década de investigación, testimonios, viajes, encuentros con el mismo Getino (fallecido en 2012), no encuentros con su compañera Susana Velleggia, testimonios filmados a dos cámaras en Argentina y Perú.
Sin embargo durante la hora y media del documental no vemos a ninguna persona hablando a cámara. Una elección que agiganta un trabajo preciso de selección de material que combina películas y fotos familiares, cartas en cassettes de audio, found footage (la suerte jugó a favor de Guallar cuando dio con fragmentos color de prensa de la dictadura), noticieros, cartas. Y la voz de Octavio en off, junto a su hermana, sus hijos, compañeros de lucha y trabajo en Buenos Aires y Lima.
De él, el público puede conocer a priori determinados hechos puntuales como su carrera de cineasta en el Grupo Cine Liberación, su actividad al frente del Ente Calificador, su relación con Pino Solanas, su militancia y poco más.
Esta película nos lleva a conocer al hombre desde una perspectiva integral: su infancia en León, España durante la Guerra Civil, la llegada con la familia a la Argentina (su hermana Mariví es una de las voces que más escuchamos), cómo su padre obtuvo trabajo a partir de una carta que le envió al general Perón, su adhesión al justicialismo, lo que nos hace pensar en qué poco investigado está el item “extranjeros peronistas de post guerras”. El segmento destinado a mostrar el estado de bienestar de aquellos años y los logros del gobierno, es uno de los hallazgos como ninguna propaganda oficial de entonces o posterior, mostró.
Por propias palabras de Getino conoceremos su activismo gremial como delegado en SIAM después del golpe de 1955. Después, el camino que llevará a la realización de La Hora de los Hornos, sus encuentros con Perón, su agitada gestión contra la censura, (dos reportajes separados con tres meses de diferencia grafican las crisis y presiones en los que se vio inmerso en ese lapso). Esas palabras bellamente elegidas y que escuchamos desde dos entrevistas separadas de varios años sorprenden por su poesía y romanticismo, contrastando al cineasta militante que aquel escritor que un día ganó un premio en Casa de las Américas y aquí manifiesta su dolor y la distancia. Alguien capaz de calmar a su compañera a la distancia con una invitación a mirarse a los “ojos epistolares”, adjuntando una foto carnet reciente.
El exilio está presente no solo desde la perspectiva del ausente sino desde la herida de quienes se quedan, el exilio interno, doloroso, cargado de ansiedades, paciencia, resignación y también reclamos y demandas.
Cuando se aborda a una figura emblemática, el aspecto íntimo, la biografía afuera de las noticias del padre, el esposo, suele quedar a un lado, como si no estuviera a la altura de la importancia narrativa de la Misión o los ideales del personaje. Y éste es otro gran logro de este documental de montaje. Porque al camino del héroe le contrapone de manera paralela, la perspectiva de sus hijos, niños y niñas anclados o arrastrados según el momento, viviendo entre la incertidumbre de Temperley y la vida momentánea menos riesgosa de Lima.
Cada imagen tiene un correlato con lo que escuchamos. El dolor de los niños, la presencia de la muerte y la violencia en sus juegos y en sus canciones, en sus cartas. El heroísmo de su madre, valorada por el audio de uno de sus hijos. El reencuentro con el regreso, tardío, ya con varios años de democracia, celebrado cantando la marcha peronista. La persistencia de un militante no solo peronista sino del movimiento obrero organizado argentino y latinoamericano, mostrado no tanto en su lucha y utopías, sino en su aspecto más bajado a tierra, caminando por la calle, cuidando su vida, tomando decisiones acertadas o erróneas, como cualquier ser humano, que estas crónicas rescatan.