Neuralink — la unión entre máquina y humano.

Juan Pablo Moraga Leigh
LEMONPOT

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El pasado 16 de julio, Elon Musk, el creador de empresas como Tesla, Space X and Hyperloop, fue una vez más el foco de atención del mundo tecnológico al anunciar que su empresa Neuralink pretende implantar electrodos en cerebros de personas con problemas en sus funciones motora y sensorial o que padezcan algún trastorno neurológico. El objetivo es crear una tecnología que asista a quienes no pueden mover alguna parte de su cuerpo o tienen problemas severos de comunicación.

Lo anterior se lograría creando una especie de simbiosis con inteligencia artificial que brinde a las personas un mejor acceso a la información de su cerebro. Reparando así circuitos cerebrales dañados. El dispositivo (brain-machine interfaces o BMI) consiste en una pequeña sonda que contiene más de 3,000 electrodos unidos a hilos flexibles que pueden monitorear la actividad de 1,000 neuronas.

Dispositivos BMI ya han sido probados en ratones y monos. Según comunicó Musk, Neuralink pretende aplicar en humanos a fines del 2020.

NeuraLink no explicó cómo el sistema traducía la actividad cerebral o cómo el dispositivo podía estimular las células cerebrales. Pero el resultado sería una “interfaz de todo el cerebro” tan completa, sin fricción, biocompatible y poderosa que los usuarios sentirían como otra parte de su corteza cerebral y sistema nervioso central.

Ahora, si bien las primeras aplicaciones están pensadas en personas con algún problema neurológico. El hecho de tener nuestros cerebros conectados a la nube nos pone en un escenario que hasta hoy era terreno de la ciencia ficción. Esto abre la puerta para fusionar cerebros físicos con inteligencia artificial.

¿Llegó la Matrix? ¿Se creará una inteligencia superior que dejará fuera de competencia a los que decidamos no implantarnos un BMI?

Es difícil dilucidar lo que se vendrá a futuro y que tan rápido esto suceda. Pero está claro que esta materia no esta exenta de riesgos.

Christopher Markou, en The Conversation, describe tres:

  • Cirugía invasiva en personas sanas: Implantar un BMI no es una cirugía simple y se haría a personas sanas y sin un propósito médico. Esto traslada el tema a una arena muy distinta, tanto ética como legal.
  • Control mental de la población: “¿Qué pasa si la tecnología se normaliza hasta tal punto que se convierte en obligatorio para las generaciones futuras tener un implante al nacer para combatir el comportamiento ilegal o inmoral (sea como sea que lo definan)?”.
  • Seguridad: Tener el cerebro conectado a una maquina implica, entre muchas otras cosas, abrir un flujo de información. Esto hace posible hackear la mente humana. Hoy en día solo podemos imaginar vagamente las formas que tomará esto.

Como todo avance tecnológico, las ventajas y desventajas se verán en la forma en que evolucionen sus aplicaciones. Neuralink nos abre un mundo que hasta ahora estaba reservado para la ciencia ficción. Lo que sin duda despierta miedos e incertidumbre. Pero a su vez, nos entrega la posibilidad de unir el mundo de la inteligencia artificial con la mente humana. Dejándonos en las puertas de desarrollar aplicaciones que jamás creímos posibles. Citando a Markou en el mismo artículo: “Neuralink es probablemente una mala idea, pero a la primera persona que cayó en una hoguera, también le pareció que el fuego lo era”.

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