Bernal ida

Leticia Estevez
Letras Viajeras
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2 min readNov 6, 2018

Mediodía de otoño.

Viaje en Tren.

Línea Roca.

El ritmo es lento sobre rieles. El piso del vagón está sucio. Las ventanas abiertas. No hay opción de cerrar los agujeros de los vidrios. El silencio es un bien preciado, una utopía, un deseo que se pierde en la voluntad de los gritos de vendedores ambulantes.

Pasa un joven con parlantes a todo volumen. Canciones de cantantes que tengo el placer de no conocer. La incomodidad es una constante. Me siento fuera de contexto.

Estación Don Bosco.

Se detiene el tren.

Nadie sabe los motivos. Pasan lentos los minutos. Busco entre la gente una mirada cómplice que me explique qué es lo que sucede. El guarda pasa por el pasillo gritando:

Tren demorado por fallas en la señal.

Ésa era una señal.

Quiero desaparecer de ese escenario improvisado, decorado de desaliento. Miro alrededor. Siento una energía espesa. Encuentro un sólo destello de luz en el rostro de una nena de ocho años que me sostiene la mirada.

Me asaltaba el pensamiento que el resto de la gente estaba consumida, entregada a una vida que habían elegido por descarte. Firmaron un pacto de resignación entre el ayer y el mañana, entre lo que querían ser y lo que son, entre lo que esperaban del mundo y lo que éste finalmente les entregó. En este tren todo da lo mismo: el silencio, el ruido, avanzar, permanecer quieto, ver las señales, no verlas…

El tren amaga un movimiento que no prospera.

El tiempo se escurre entre los durmientes, mientras tanto ellos duermen a gritos. Me invade una angustia incontenible. Una angustia por ellos, por la remota posibilidad que me invada la entrega, la resignación. Quiero bajarme de este maldito tren, empezar a correr por las vías, volver a mi casa y hacer un fuerte con mis libros, mi música… atrincherarme.

“Aproveche a los cinco alfajores por diez pesos, diez pesitos nada más.”

Quiero gritarles, despertarlos, darles una señal. Pero no. No lo hago. Quiero pedirle al vendedor que deje de aturdirnos. No podremos así escuchar las señales. No quiero cinco alfajores por diez pesos. Quiero llorar.

El silencio se asoma interceptando unos pocos murmullos.

Cierro los ojos. Intento tranquilizarme. Comienzo a controlar mi respiración y mis pensamientos. Me dormito. Pierdo la noción del tiempo que llevo allí varada. Ya soy una más del vagón. Me apago con ellos.

El tren arranca nuevamente.

“person holding on wall” by Ashik Salim on Unsplash

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Leticia Estevez
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