Insomnio
Por alguna razón la noche se enojo conmigo.
Se volvió implacable, aliada de un insomnio cruel que parece no dar tregua.
En esta oscuridad de ojos abiertos habitan los miedos de la infancia, aquellos ruidos que, después de las doce, se convierten en desconocidos y aturden.
Desde mi ventana veo las luces de otros que, como yo, quisieran aniquilar el tiempo, disolverlo con el azúcar de un té sin tomar, o tal vez ahogarlo con la almohada, aquella que no deja de hablar, a pesar de los ruegos.
El reloj avanza y con él se aquietan las voces de los vecinos, dejan de ladrar los perros y pienso no es justo que otros duerman mientras yo, lápiz en mano, escribo.
Creo que después de todo la noche esta celosa.
Sabe que no la necesito para soñar y eso no me lo perdona.