Sin previo aviso
Ana Susana Gómez había fallecido hacía 5 meses. Su corazón decidió detenerse sin previo aviso y en soledad, la tarde de un 17 de enero.
A partir de esa fecha, Oscar Raúl Casares se convirtió en viudo. Todo era nuevo para él. No sabía por donde comenzar. Las mañanas eran una puja entre su dolor y su deber. Sentía que el canto de las chicharras lo aturdían y por la piel transpiraba las lágrimas que no podía llorar.
Le resultaba imposible ver las prendas y los objetos de Ana desparramados por la casa, tal como ella los había dejado aquella tarde. Decidió entonces comenzar a ocultarlos en bolsas para convertirlos en invisibles, para liberar al único sentido que lo conectaba con su mujer recientemente fallecida.
El calor era insoportable y Oscar estaba empecinado en terminar su tarea. Le llevó cerca de 7 horas y media ordenar los rastros de Ana y de su reciente dolor. Estaba todo dentro de bolsas de plástico, a excepción de algunons elementos con los que, por el momento, había decidido quedarse.
Se sentó en la mesa, acomdó el hule de plástico transparente y descansó un rato. Al rato tomó un vaso, abrió la canilla y lo llenó de agua. Estaba tibia, imposible de tomar. Se acercó a la heladera y abrió el freezer en busca de hielo.
Algo inesperado sucedió. Oscar se quedó inmovil y soltó el vaso, provocando un estruendo que sacudió la noche. Temblaba. El frío que salía del freezer pegaba contra su rostro, casi perplejo. Allí adentró, entre paredes de escarcha y cubeteras semi vacías, estaba la comida que sólo Ana sabía preparar.
En ese cubículo había pequeños recipientes, perfectamente rotulados: “milanesas de ternera”, “tortilla de papas”, “estofado”, entre otros. Estaban ahí sus repulgues, el sabor de sus milanesas y una porción de canelones que sobró de la última reunión familiar. Allí dentro Oscar abrazaba en profundidad a Ana, podía sentir sus olores, podía escucharla cocinar una vez más. Estaba ante la soñada posibilidad de cenar una vez más con ella.
Oscar se aferró con pasión a esa heladera. Los minutos pasaban y él no estaba dispuesto a abandonar es rincón. Allí estaba ella esperándolo para cuando él quiera encontrarla.
En un arrebato…
Oscar cierra la puerta y, una vez más, sin previo aviso,
desenchufa la heladera.