Tomates crudos en el balcón

Leticia Estevez
Letras Viajeras
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2 min readNov 6, 2018

Ella siempre tuvo un sueño: viajar. En realidad hay un sueño que lo antecede y era el de poder volar. Para ella volar era un sueño y a los ocho año apenas podía imaginar que un vuelo podía ser el comienzo de un largo viaje. Eran prácticamente sinónimos. Volar era ciertamente un misterio que resurgía con fuerza cada verano, justo después que terminaban las clases.

Todos los veranos la escena se repetía. El intenso calor obligaba a abrir el balcón de su casa, ubicada en un primer piso. Gran parte del balcón estaba cubierto por un árbol gigante, lo cual hacía de ese espacio un lugar siempre fresco. La otra mitad del balcón estaba descubierto, con una vista panorámica de todo lo que sucedía afuera.

La persiana del balcón era de madera y bastante pesada por cierto. Ella esperaba que lleguen sus padres de trabajar para pedirles que abran el balcón. Esto sucedía a diario, cerca de las 20.30 horas, a excepción de los días de lluvia.

Ella salía al balcón con un tomate crudo salado y se sentaba siempre en el mismo lugar, justo entre las dos grandes ventanas del balcón, con el objetivo de ver los aviones pasar. Frente a ella, arriba del techo de una fábrica, se posaba una gran estrella que brillaba con fuerza en el firmamento. Ella se adueñó de esa estrella por un motivo: a las 21.15 pasaba por ahí un avión.

“red tomato on brown log” by Zoltan Tasi on Unsplash

Todas las noches, a la misma hora, un avión avanzaba de forma paralela al balcón, “tocaba” la estrella y doblaba hacia el techo de su casa, avanzando hasta que finalmente lo perdía de vista. Durante mucho tiempo ella pensó que esa estrella guiaba al piloto en su recorrido y le indicaba el momento justo donde doblar la nave.

Pasaban los veranos y ella sumaba nuevas rutas que pasaban por el techo y la terraza de su casa. Recordaba los horarios de cada una de ellas y, cual si fuera inspectora, salía a chequear que todo funcione con normalidad.

Ella se acostaba tarde, sin la prisa de tener que ir a dormir para madrugar e ir al colegio al día siguiente. Lo último que veía cada noche, antes de cerrar sus ojos, eran aviones. Los llevaba con ella en su retina, en sus sueños e imaginaba que estaba arriba de uno, saltando de país en país.

Para ella, las vacaciones eran el momento destinado para soñar, mientras comía tomates crudos en el balcón.

Ella.

Yo.

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Leticia Estevez
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